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La sostenibilidad europea termina donde empiezan las fronteras de sus negocios
Europa, aunque se presenta como líder en la lucha contra el cambio climático con el Pacto Verde y metas de neutralidad para 2050, mantiene una doble moral al permitir que sus empresas de hidrocarburos operen en países con regulaciones laxas, explotando vacíos legales y beneficios fiscales impensables dentro de sus fronteras.
Europa predica pero no aplica en materia sostenible
En el caso de España, Repsol opera en Argentina, Brasil y Bolivia, donde emplea técnicas como el fracking, prohibido en su país, y perforaciones en aguas profundas. En Vaca Muerta (Argentina), Repsol participa en la extracción de hidrocarburos no convencionales, contribuyendo a emisiones significativas de metano, y en Brasil explota reservas del presal, con riesgos de derrames y graves impactos ambientales.
Francia, Reino Unido y Noruega también tienen un papel destacado. Empresas como TotalEnergies de Francia han liderado proyectos en Angola y Mozambique, donde desarrollan instalaciones de gas natural licuado, a menudo criticadas por su impacto en las comunidades locales y el medio ambiente. Mientras tanto, en Angola, TotalEnergies opera bajo acuerdos bilaterales que permiten menores estándares de seguridad.
En el Reino Unido, empresas como BP y Shell siguen utilizando fracking en países como Estados Unidos y Argentina, a pesar de que este método está prohibido en su territorio. Noruega, a través de Equinor, mantiene operaciones en Brasil, Angola y Nigeria, donde a pesar de su estricto marco regulatorio interno, sus empresas son acusadas de utilizar tecnologías contaminantes, como en el campo petrolífero Bacalhau en Brasil, ubicado en aguas ultraprofundas con alto riesgo ambiental.
La permisividad fuera de Europa y beneficios fiscales
El atractivo de operar en países fuera de Europa para las multinacionales radica en las facilidades fiscales y la laxitud regulatoria que ofrecen gobiernos como los de Brasil, México y Angola. En Brasil, empresas como Repsol y TotalEnergies se benefician de exenciones fiscales y bajas tasas impositivas en la región del presal, maximizando sus beneficios a costa de externalizar los costos ambientales y sociales.
En Argentina, el gobierno de Vaca Muerta ha otorgado subsidios para la producción de hidrocarburos no convencionales, lo que ha generado conflictos con comunidades indígenas y activistas ambientales. En Angola y Nigeria, acuerdos de producción compartida con empresas como BP y TotalEnergies permiten la explotación de recursos bajo estándares ambientales mucho más bajos que en Europa.
Emisiones y consecuencias ambientales a nivel mundial
La explotación de hidrocarburos no convencionales y la quema de gas (flaring) tienen un impacto ambiental global significativo, ya que representan el 37% de las emisiones globales de metano, uno de los principales gases responsables del calentamiento global, según el Informe de Brecha de Emisiones 2022 del PNUMA.
En regiones como la cuenca Pérmica, las emisiones de metano no controladas son un 60% superiores a las reportadas oficialmente. En Argentina, las operaciones de fracking en Vaca Muerta han incrementado las emisiones de gases de efecto invernadero en un 25% desde 2018. Además de contribuir al cambio climático, estas actividades causan contaminación de acuíferos, deforestación y desplazamiento de comunidades indígenas.
¿Liderazgo climático o greenwashing?
Mientras Europa avanza en su transición energética interna, el impacto global de sus corporaciones energéticas amenaza con socavar los mismos objetivos que dice promover. Esta dualidad plantea un desafío ético y político para los líderes europeos. La pregunta no es solo si Europa está haciendo lo suficiente dentro de sus fronteras, sino si está dispuesta a exigir a sus empresas multinacionales el mismo nivel de compromiso climático fuera de ellas.
Para mantener su liderazgo climático, Europa debe adoptar un enfoque global y coherente que incluya vincular sus políticas internas con las extraterritoriales, asegurando que las empresas europeas cumplan los mismos estándares ambientales en todos los países donde operan. Además, debe establecer mecanismos de control y sanción similares a los de la UE para supervisar las actividades de sus multinacionales en el extranjero y revisar los acuerdos comerciales internacionales, exigiendo cláusulas ambientales estrictas en los contratos de inversión.
Solo entonces podrá reclamar con legitimidad su lugar como líder en la lucha contra el cambio climático.
Europa, aunque se presenta como líder en la lucha contra el cambio climático con el Pacto Verde y metas de neutralidad para 2050, mantiene una doble moral al permitir que sus empresas de hidrocarburos operen en países con regulaciones laxas, explotando vacíos legales y beneficios fiscales impensables dentro de sus fronteras.
Europa predica pero no aplica en materia sostenible