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El tecnofeudalismo y las GAFAM
Cuando ocurren hechos como la caída de ciertas aplicaciones y redes informáticas a nivel mundial sin planes de contingencias preparados al efecto, seguido de una explicación por parte de sus responsables que hace dudar sobre si ha sido un fallo en un protocolo de enrutamiento o un ciberataque, provocando además el colapso durante horas, no solo de comunicaciones domésticas de millones de personas, sino de empresas e instituciones necesarias en la vida ciudadana, se crea una preocupante inquietud social, primero, por la excesiva dependencia de nuestras actividades de estas plataformas digitales, y segundo, por la vulnerabilidad de las mismas. Asimismo, cuando la opinión pública se entera de la existencia de un informe ocultado por Facebook propietario de Instagram, sobre el daño que esta última provoca en la salud mental de los más jóvenes, mostrando con ello el desprecio más absoluto por su salud y bienestar, la inquietud se convierte en indignación.
Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft (GAFAM) actualmente las principales plataformas digitales, configuran ya una “coalición” que desafía de manera prepotente a los Estados en un alarde de poder inaceptable. Sólo Apple con un valor de 2,1 billones de dólares, vale más que todo el PIB de España en 2019 que fue de 1,4 billones. Un desafío que se concreta en su permanente elusión a cumplir con sus obligaciones fiscales en los países donde están establecidas y hacen sus negocios, mediante variados subterfugios, insistentemente denunciados, entre otros, por la UE; o el incumplimiento de forma consciente de la legalidad de muchos Estados, asumiendo el pago de multas en una estrategia de coste-beneficio que les compensa con creces para seguir delinquiendo aun pagando las multas correspondientes; o la creciente constatación de cómo controlan y manipulan la vida privada e íntima de las personas con diferentes fines, algunos de tipo comercial y otros más sombríos.
Hay tres elementos de esta realidad digital muy interrelacionados sobre los cuales los Estados democráticos, incluyendo a sus ciudadanos, deberían reflexionar por la importancia y trascendencia que tienen: A) La digitalización a nivel social, económico, cultural y productivo parece imparable. Y no solo eso, en la mayoría de las democracias, gobierne quien gobierne lleva en su programa como un elemento de modernidad y progreso la digitalización de la sociedad. Probablemente sea uno de los pocos consensos que implícitamente se dan entre la izquierda y la derecha política. Es más, es un consenso a nivel mundial para cualquier tipo de Estado. B) La digitalización, hasta ahora, está siendo implantada y hegemonizada por las GAFAM basada en un modelo de negocio que persigue fundamentalmente maximizar el tiempo de conexión de los clientes a sus redes y aplicaciones, independientemente de otros factores, junto con la apropiación de datos y perfiles personales que posteriormente se comercializan. El caso ya mencionado sobre cómo Facebook propietaria de Instagram, ocultaba una denuncia de los efectos perversos de esta última sobre la población más joven es muy revelador. La banalidad de contenidos, la publicidad y la bronca permanente que presiden estas redes sociales no es algo ajeno a ese modelo de negocio que demanda mucha predisposición social a hacerse y manejar la última versión de cualquier nuevo artefacto y una nula crítica a este nuevo entramado tecnopolítico. Asimismo, su implantación oligopólica impide de hecho cualquier tipo de competencia en ese sector, negando la libre competencia en el mismo. C) Finalmente y como el elemento más importante de esta reflexión a la que se invita desde aquí, hay que plantearse que si las democracias, actuando de forma conjunta, no divididas y compitiendo entre ellas, no son capaces de embridar este macro poder que representan las GAFAM mediante actuaciones políticas, económicas y legislativas concretas, donde sean la libertad, la justicia, la igualdad social de las personas y el respeto al medio natural las que imperen, y no el control, la manipulación y la vigilancia que ejercen las GAFAM sobre la población, o la desmesura del incremento de sus cuentas de resultados económicos en base a subterfugios ya citados y a los que genera su posición oligopólica a nivel mundial, se estará entrando en una fase política y social más parecida a un Tecnofeudalismo, con sus “señores” y sus “siervos” que a una democracia avanzada, donde la tecnología digital esté al servicio de la mayoría.
Cuando ocurren hechos como la caída de ciertas aplicaciones y redes informáticas a nivel mundial sin planes de contingencias preparados al efecto, seguido de una explicación por parte de sus responsables que hace dudar sobre si ha sido un fallo en un protocolo de enrutamiento o un ciberataque, provocando además el colapso durante horas, no solo de comunicaciones domésticas de millones de personas, sino de empresas e instituciones necesarias en la vida ciudadana, se crea una preocupante inquietud social, primero, por la excesiva dependencia de nuestras actividades de estas plataformas digitales, y segundo, por la vulnerabilidad de las mismas. Asimismo, cuando la opinión pública se entera de la existencia de un informe ocultado por Facebook propietario de Instagram, sobre el daño que esta última provoca en la salud mental de los más jóvenes, mostrando con ello el desprecio más absoluto por su salud y bienestar, la inquietud se convierte en indignación.
Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft (GAFAM) actualmente las principales plataformas digitales, configuran ya una “coalición” que desafía de manera prepotente a los Estados en un alarde de poder inaceptable. Sólo Apple con un valor de 2,1 billones de dólares, vale más que todo el PIB de España en 2019 que fue de 1,4 billones. Un desafío que se concreta en su permanente elusión a cumplir con sus obligaciones fiscales en los países donde están establecidas y hacen sus negocios, mediante variados subterfugios, insistentemente denunciados, entre otros, por la UE; o el incumplimiento de forma consciente de la legalidad de muchos Estados, asumiendo el pago de multas en una estrategia de coste-beneficio que les compensa con creces para seguir delinquiendo aun pagando las multas correspondientes; o la creciente constatación de cómo controlan y manipulan la vida privada e íntima de las personas con diferentes fines, algunos de tipo comercial y otros más sombríos.