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Valencia: hasta que el tirano se vaya
El sábado 9 de noviembre quise demostrar a muchos de mis amigos a través de mi página de Facebook lo fácil que puede ser ponerse en alerta de lo que puede pasar con el tiempo. Anuncié que hoy miércoles día 13 (momento en el que redacto estas líneas) llegaría una segunda DANA.
No soy ni un adivino ni un vate de malos augurios, sino simplemente un ciudadano de a pie, conocedor de la geografía por formación, pero ni meteorólogo ni periodista. Ningún mérito extraordinario el mío. Fue relativamente fácil a través del portal ventusky.com de acceso libre. En aquel momento (es decir, el día 9) se anunciaban 500 litros por metro cuadrado, de nuevo, en los mismos lugares del suroeste de la ciudad de Valencia donde había ocurrido la primera. Mis amigos se llevaron las manos a la cabeza. Pero es a los expertos de la AEMET y no a ningún agorero a quien hay que hacerle caso.
Hoy día 13 amanezco con la noticia de los nuevos anuncios de la AEMET para las provincias de Málaga y Tarragona. Valencia está en alerta naranja, pero al menos ahora no sufrirá de nuevo como en la primera ocasión. Por suerte también, ahora preventivamente, pero siempre a posteriori después de la manifestación de Valencia, las autoridades de aquellos lugares ya han puesto sobre aviso a las poblaciones, desalojando localidades y suspendiendo actividades públicas.
Los pueblos tienen la voz y pocas veces la usan. En las calles de Valencia el otro día se escuchó con rotundidad. Esas manifestaciones son un ejercicio en mi opinión más democrático incluso que el gesto del voto. Del desuso las autoridades hacen buen acopio. Prefieren reunirse con empresarios y grupos de poder que, en medio del vendaval (nunca mejor llamado), no sólo bajo forma de agua, sino, sobre todo, de sufrimiento de la gente común, les reportará mayores beneficios. Ellos, enclaustrados en sus despachos de poder y dinero fácil, pasan de decenas de muertos. Sus declaraciones de supuesto dolor forman parte de su circo mediático. No valen ni medio pimiento. No les importan los muertos, a ninguno. Les importa su credibilidad, su gestión, y contra esa gestión privatizada de la “res publica” lo peor que les puede pasar es que les llueva no agua, sino crítica masiva e irrefrenable.
Ciudadanos de Valencia: sigan manifestándose, ocupen las calles, hagan huelgas generales, pónganle contra las cuerdas, hasta que el mandatario se vaya. En otra vida yo lo hice, echamos al tirano. No hay mejor ejercicio democrático. Por ustedes y por nosotros todos. No soy yo, ahora, quien pueda ni quiera poner en duda las motivaciones que llevan a unas autoridades en Málaga o en Tarragona a prever los desastres y paliar preventivamente los efectos en la vida de las personas que les han votado. Es lo que deberían hacer sin ambages, pero ahora están sobre aviso. ¡Quién sabe si ustedes saliendo a la calle en Valencia han evitado más muertes en Málaga o en Tarragona! Constituyan plataformas por la verdad, lleven a los responsables a la justicia y a ver si en algún rincón de alguna celda empiezan a hacer espacio para que lo ocupen. Sigan ahí, luchando, hasta que se vaya el tirano de turno (no importa el partido) por la memoria de sus seres, por la dignidad de sus vidas, por todos nosotros.
El sábado 9 de noviembre quise demostrar a muchos de mis amigos a través de mi página de Facebook lo fácil que puede ser ponerse en alerta de lo que puede pasar con el tiempo. Anuncié que hoy miércoles día 13 (momento en el que redacto estas líneas) llegaría una segunda DANA.
No soy ni un adivino ni un vate de malos augurios, sino simplemente un ciudadano de a pie, conocedor de la geografía por formación, pero ni meteorólogo ni periodista. Ningún mérito extraordinario el mío. Fue relativamente fácil a través del portal ventusky.com de acceso libre. En aquel momento (es decir, el día 9) se anunciaban 500 litros por metro cuadrado, de nuevo, en los mismos lugares del suroeste de la ciudad de Valencia donde había ocurrido la primera. Mis amigos se llevaron las manos a la cabeza. Pero es a los expertos de la AEMET y no a ningún agorero a quien hay que hacerle caso.