Se acerca el final de un año singular. La pandemia del coronavirus ha marcado para siempre el primer cuarto de siglo, dejándonos una experiencia íntima y a la vez global tan intensa y dolorosa que seguramente el 2020 se resistirá a ser olvidado. Calibrar la magnitud de las transformaciones tras el estallido del COVID-19 es aún un ejercicio prematuro, pero el material para pensar sobre ello es abundante. Como ya es habitual, desde Piedras de Papel queremos compartir con nuestros lectores los libros que a lo largo de estos meses nos han parecido interesantes y que creemos vale la pena destacar. Como es lógico, los títulos cambian respecto a las listas que hemos hecho en años anteriores (2018 y 2019), pero algunos temas siguen siendo los carriles centrales por donde discurren las discusiones más importantes en las ciencias sociales: la crisis de la democracia, la deriva autoritaria, el populismo, las desigualdades. No obstante, en el 2020 algunos temas han cogido más fuerza, como es el caso de la polarización política o el debate en torno a la meritocracia; y otros siguen presentes como la cuestión catalana o la imperiosa necesidad de regular la globalización económica. También este año dejamos una recomendación sobre el origen del conocimiento y la historia de los libros que, por bella e interesante, no podía quedar ausente.
El mapa fantasma. La EPIDEMIA que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo. Steven Johnson (Capitán Swing)
El Londres victoriano, una epidemia de cólera, la ciencia con sus pruebas y errores y un clérigo. En 2020, un año en el que la palabra pandemia se ha pronunciado más que ninguna otra, se ha publicado por fin en español, con el don de la oportunidad, El mapa fantasma. El libro narra los detalles del brote de cólera que padeció Londres en el caluroso verano de 1854, que solo en su primer día mató ya a 500 personas, con una descripción muy realista del paisaje humano de las grandes ciudades de la época –la ciudad tenía entonces ya dos millones y medio de habitantes. Detalla grandes desigualdades y segregación y, entre quienes vivían en el Soho, múltiples ocupaciones relacionadas con la gestión de los residuos de la ciudad, familias hacinadas en viviendas sin ningún equipamiento y muchas personas sin hogar, animales vivos y en el matadero, cadáveres amontonados. En esa época, las autoridades públicas y los intelectuales (Dickens, Engels…) estaban convencidos de que eran precisamente los muertos –a través de los miasmas, que viajaban por vía aérea– quienes transmitían enfermedades y provocaban plagas.
El mapa fantasma relata la búsqueda de la verdad –qué provocaba el cólera, qué facilitaba su transmisión y cómo se podía atajar la epidemia– como si se tratara de una novela de detectives. Los protagonistas son un anestesista (Snow) y un reverendo con una clara vocación de servicio público y formado en Oxford (Whitehead). Juntos ejemplifican los requisitos de la buena investigación científica –la sistematización de los hechos y la búsqueda de pautas, el fino conocimiento local, la búsqueda de contrafácticos– y hacen frente a los clásicos problemas a los que se enfrenta la ciencia –las intervenciones cuya efectividad se da por hecha sin medirse, las ideas preconcebidas y los prejuicios que persisten, la resistencia al cambio. Todo resulta inquietantemente familiar 166 años después
Why we’re polarized? Ezra Klein (Simon and Schuster)
Why We’re Polarized supone una de las mejores interpretaciones de la polarización política en Estados Unidos. Su autor, el periodista político Ezra Klein, analiza el fenómeno de la polarización desde todos los ángulos posibles. Nos cuenta la historia de cómo la polarización fue una estrategia política buscada por los dos partidos norteamericanos en la década de los cincuenta para diferenciarse entre sí y pasar de ser plataformas electorales a partidos ideológicamente más compactos en torno a los valores conservadores y liberales. Pero también se adentra en las bases psicológicas y biológicas de la identificación grupal que se haya detrás de polarización o los componentes demográficos, geográficos o mediáticos de la misma.
El libro concluye con un capítulo donde tentativamente se proponen medidas para despolarizar. Entre estas medidas destaca la idea de lo que denomina identity mindfulness, que tiene que ver con cómo podemos resistirnos personalmente a los continuos estímulos que recibimos para polarizarnos. Como con todo comportamiento compulsivo, lo importante es reconocerlo y trabajar como lo hacemos con el resto de comportamientos que queremos cambiar en nuestra vida cotidiana. A nivel más institucional, Klein propone varias reformas que, si bien se ajustan al caso norteamericano, conectan con algunos de los problemas de otras democracias, como la española, en tanto que tienen que ver con cambios en el sistema electoral o en la selección de cargos públicos.
El libro ha recibido muy buenas críticas, aunque también ha abierto algunos debates interesantes. Por ejemplo, se le ha criticado que dé una visión demasiado simétrica de la polarización, como si ambos partidos se hubieran polarizado de igual modo, cuando hay evidencia histórica acerca de la mayor radicalización de los republicanos. Para tener en cuenta esto último, el libro plantea el concepto de polarización asimétrica, aunque quizá este último sea forzar demasiado el concepto de polarización.
La tiranía del mérito. Michael J. Sandel (Debate)
El principal mérito de este libro, es llamar la atención sobre cosas importantes. Por lo demás, ni las aclara ni, mucho menos, las resuelve, cosa en la que no se diferencia demasiado de la mayoría de los libros que se escriben. Pero el autor es lo bastante hábil como para dejar en el lector, y eso sí es una culpa mayor, la impresión de que las entiende.
Ni mérito ni meritocracia se explican o definen en todo el libro. La primera tiranía es la de la indefinición. A veces el objeto de estudio (o discusión, más bien) contra el que este libro toma posiciones parece ser la retórica política o ideológica que intenta justificar lo que hay como el resultado de que cada cual tiene lo que se merece (hasta cuenta palabras en discursos presidenciales). Si solo fuera eso igual bastaba con mostrar que no es el caso, como siempre hemos sabido, a izquierda y derecha, y escribir otro libro interesante que no es este.
En otros casos es el ideal, de consecuencias funestas para el autor, de que todos resultemos compensados por nuestros méritos. Ahí precisamente, en ese espino, es donde más necesita una definición. Qué ideal es. No es evidente. Para eso queremos a los filósofos, pero vaya. En otros es nuestra tendencia, la de cada quién a creer que lo que tenemos o lo que tienen otros es porque lo merecemos y lo merecen. Un gran tema a investigar, y la ciencia del comportamiento tiene cosas que decir (que Sandel más bien deja de lado o desconoce). La mayor parte del tiempo, sin embargo, está hablando del hecho de que la educación es cada vez más importante y está más relacionada con una desigualdad creciente. Pero en lugar de decir eso, sigue dale que dale con el ideal meritocrático, como si supiéramos lo que es y además fuera eso mismo.
Creemos que la ciencia social le pediría como mínimo una visita de cortesía a los temas esenciales. En ningún momento se discuten los problemas de la desigualdad en la enseñanza preuniversitaria. O para el caso, es muy superficial cuando toca a la inversión pública o la forma de controlar los precios de la enseñanza universitaria. En ningún momento se plantea la cuestión de que los cambios tecnológicos, y no una supuesta persuasión meritocrática, son la causa probable del hecho de que ciertos conocimientos tengan cada vez más valor. Y de que la desigualdad en conocimientos tenga unas consecuencias cada vez mayores. Esto, claro, arruinaría buena parte del libro, pero tal vez le permitiría escribir otro mejor.
En general, el libro está escrito con esa facilidad supuestamente ensayística que consiste en saltar sobre la primera explicación verosímil y no interrogarse por las alternativas. Algo que le resultaría intolerable al propio autor, suponemos, en un libro estrictamente filosófico. Un buen ejemplo es su descripción del resentimiento por la desigualdad y la movilidad. Ignorando toda la investigación sobre “privación relativa” y fenómenos afines que ha ocupado a la sociología y la psicología social desde la Segunda Guerra (Ay, The American Soldier), tanto en su diagnosis como en sus consecuencias posibles, se lanza a explicarnos a los votantes de Trump -que descanso vamos a tener todos, la verdad- con una teoría sobre el resentimiento que no suena mal -y que por eso cuela, con él en primer lugar- pero que si rascas un poco huele a sacristía y te das cuenta de que no se sabe cuál es su alcance ni cómo se puede comprobar.
Cuando los sociólogos generalistas y teóricos se dedican a hacer de filósofos de segunda o de autodenominados críticos sociales te pasa esto, que algunos filósofos se dedican a hacerte la sociología. Y la verdad es que Sandel lo hace con bastante gracia, más que muchos sociólogos divulgadores. Pero en las ciencias sociales la investigación es insoslayable, y la divulgación científica necesita conocerla, o de qué estamos hablando.
The decline and rise of Democracy. A global history from antiquity to today. David Stasavage (Princeton University Press )
En junio de 2020, David Stasavage, catedrático en la Universidad de Nueva York publica un interesante libro con un punto de partida muy simple y, a la vez, muy importante: cuando se estudian las democracias, se toman como punto de referencia la Grecia clásica y las ciudades estado pre-renacentistas. Stasavage nos recuerda que el mundo es más grande. En la primera parte, Stasavage se remonta a la antigua Mesopotamia, la América de la pre-conquista o el África pre-colonial. Resulta que, prácticas democráticas ya existían hace tiempo. Pero dejaron de existir en algunos lugares y mientras en otros se mantuvieron y evolucionaron.
La segunda parte del libro analiza el origen y motivos de esa divergencia. Stasavage propone que la democracia tenía más probabilidades de éxito en lugares donde había una burocracia débil además de poco desarrollo tecnológico. Así por ejemplo, en la Europa medieval, los reyes necesitan del consentimiento de las distintas comunidades. En cambio, en China las instituciones centrales eran más fuertes y eso hacía que el consentimiento de los gobernados fuera menos necesario, llevándoles así por derroteros más autocráticos. Stasavage además explora las distintas hipótesis que explicarían la fuerza de la burocracia. Y, basándose en mucha literatura que abarca muchos campos, ofrece una explicación con vínculos a la fertilidad del suelo. Resulta que el rio amarillo (China) produce un tipo de suelo muy fértil -reduciendo los incentivos de las personas a moverse- pero que, a la vez, es muy fácil medir su productividad -lo que aumenta el control de la autoridad central. En cambio, en Europa, hay un tipo de suelo menos productivo -aumentando los incentivos de las personas moverse- pero, a la vez, es más difícil medir su productividad. Esto último, haría que los reyes necesitaran en mayor medida el consentimiento que en el caso chino. En la tercera y definitiva parte del libro explora la transición de las democracias iniciales, si se quiere, a las modernas de Inglaterra y luego Estados Unidos, sin olvidar la esclavitud. También aborda la expansión de las democracias y las transformaciones que están viviendo.
Stasavage ha escrito un libro erudito, pero no pedante. Prácticamente cubre todo el globo (exceptuando los pequeños estados del Pacífico y algunas zonas del sudeste asiático); presenta algunos argumentos complejos y elaborados, pero es de muy fácil lectura. Por último, el libro ha sido elegido por la revista de historia de la BBC como uno de los mejores de este año. Tal vez se convirtiera en un superventas al estilo de Como Mueren las Democracias de Levitsky y Way que también hemos comentado en este blog.
Twilight of Democracy: the seductive lure of authoritarianism. Anne Applebaum (Doubleday)
La historiadora americano-polaca Anne Applebaum escribió un artículo viral en 2018 en The Atlantic sobre la deriva autoritaria polaca que contenía una llamada de atención a Europa. En 2020, a partir de aquel artículo, ha publicado el muy esperado Twilight of Democracy (se prevé que en 2021 salga la versión traducida al castellano en Debate) en el que amplía su análisis y su discusión.
El libro, como el artículo original, comienza narrando una fiesta de Nochevieja de 1999 en casa de Applebaum en la que un grupo de personas, muchas de ellas protagonistas de los primeros compases de Polonia en la democracia, celebran juntos y felices el fin del milenio. Dos décadas después, muchos ya no se hablan. Mientras que algunos se mantienen como pro-europeos y fieles a los principios liberales, otros apoyan a Libertad y Justicia, el partido que gobierna el país, y defienden sin ambages una política autoritaria e iliberal. El libro se pregunta cómo un grupo de amigos, comprometido con los mismo principios, acaban en trincheras enfrentadas. Y con ello cuenta la historia de cómo las democracias corren peligro cuando sus intelectuales se sienten seducidos por el autoritarismo. Utilizando el ejemplo polaco, pero ampliándolo a Reino Unido, Estados Unidos y Hungría, Applebaum aporta un relato lúcido sobre cómo los pilares de la democracia son más débiles de los que habitualmente pensamos.
El siglo del populismo. Pierre Rosanvallon (Galaxia Gutenberg)
La carga negativa asociada al término populismo ha llevado a que se use frecuentemente como una etiqueta imprecisa y difusa que se aplica a variados fenómenos políticos, como pueden ser el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela o el de Viktor Orbán en Hungría. Y con la que, ante todo, se pretende descalificar al oponente. Por otro lado, en muchos de los ensayos que se han publicado en los últimos años sobre el populismo ha predominado un enfoque centrado en sus causas (desencanto político, fracturas sociales) y consecuencias (iliberalismo), pero no en su naturaleza. Este diagnóstico es el que ha motivado al historiador francés Pierre Rosanvallon a abordar, en este libro, el populismo como una cultura política.
De forma amena y sucinta, Rosanvallon desarrolla su análisis en tres partes temáticas principales, muy bien delimitadas. Una primera en la que explica los cinco elementos teóricos centrales del populismo: 1. concepción del pueblo: una colectividad social homogénea y virtuosa que tiene como enemigo a una oligarquía corrupta y despiadada; 2. teoría de la democracia con la apología del referéndum y el rechazo a los poderes intermedios; 3. modalidad de representación política, encarnada en la figura de un líder-pueblo; 4. política y filosofía de la economía basadas en el nacional-proteccionismo, frente al librecambio y la globalización; y 5. régimen de pasiones y emociones de las que se nutre, como el resentimiento, el miedo y la percepción de abandono por las élites.
Una segunda parte en la que repasa los orígenes históricos del populismo (que se remontan a la Rusia de finales del siglo XIX, a un movimiento de intelectuales y aristócratas que se oponían a la modernización), su desarrollo a lo largo del tiempo asociado a contextos de descontento social y sus diferentes variantes (movimiento-régimen / izquierda-derecha / latinoamericana-europea). Y una tercera en la que advierte de la inutilidad de enfrentarse al populismo tachándolo de iliberal, para proponer, como alternativa, reformas que permitan una «democracia interactiva en la que el poder sea realmente responsable, que rinda cuentas más a menudo, que permita evaluar su acción a instituciones independientes».
Nos recuerda Rosanvallon que el populismo representa un proyecto para refundar la democracia, «una forma límite de proyecto democrático», a partir de una democracia polarizada y que puede derivar en una democradura (“régimen que combina las apariencias democráticas con un ejercicio autoritario del poder”), dado que, en nombre del pueblo, se acaban cercenando las libertades. Y creemos que éste es el principal valor de esta obra en la que su autor muestra que debemos repensar el populismo, examinarlo, antes que como un problema, como «una forma de dar respuesta a los conflictos contemporáneos», para poder llegar a entenderlo y combatirlo eficazmente.
Por qué el liberalismo funciona. Cómo los verdaderos valores liberales crean un mundo más libre, igualitario y próspero para todos. Deirdre Nanse McCloskey (Deusto)
Si una idea política ha sido vendida por todo tipo de mercaderes intelectuales en todo tipo de zocos y en todo tipo de momentos es el liberalismo. Pero pocas veces se hace con el arsenal argumentativo y empírico que lanza Deirdre McCloskey en su último libro. Posiblemente, su intención era escribir una versión bestseller, de aeropuerto, de su ópera magna, la vasta trilogía que explora los efectos de los valores burgueses sobre el desarrollo de la humanidad, una tesis tan provocadora como bien fundada. Y es que, seguramente nadie desde Adam Smith ha tenido la destreza de entrelazar la defensa del libre mercado con la ética como esta genial economista de saber enciclopédico, que mezcla el análisis los datos más complejos de los economistas (incluyendo una sonora crítica a Thomas Piketty, con los pasajes más recónditos de la Biblia, los párrafos más crípticos de Hegel, los versos más enigmáticos de Walt Whitman, o las observaciones más intrigantes de Jane Austen).
Por una parte, por la parte económica, el libro es convincente. McCloskey reivindica el capitalismo –aunque prefiere denominarlo “mejoramiento testado por el comercio”– como la fórmula de la felicidad humana. En pocas generaciones, una fracción cada vez mayor del planeta hemos experimentado un aumento de la renta per cápita de casi el 3000%. El capitalismo funciona porque está pensado para personas de carne y hueso. Cualquier otra alternativa, como el comunismo, sólo resultaría efectiva si los ciudadanos fuésemos santos cristianos.
Por otra parte, por la parte política, el libro falla. McCloskey señala correctamente que los regímenes que, en lugar de maximizar la libertad individual, coaccionan a sus súbditos se hallan tanto a la derecha como a la izquierda del espectro ideológico. Pero, en su defensa de un retorno al viejo estado liberal del siglo XIX por la corrupción, coerción y abuso de toda actividad estatal para redistribuir riqueza, McCloskey cae en el mismo error que denuncia: asume que los ciudadanos somos santos cristianos que siempre haremos de buenos samaritanos.
La retórica reaccionaria. Albert O. Hirschman (Clave Intelectual)
Se ha convertido en un cliché afirmar que el debate político en nuestras democracias se ha deteriorado. Necesitamos, se nos dice, una ciudadanía mejor informada, menos polarizada y genuinamente abierta a los argumentos de los demás. No sabemos muy bien a qué idílico pasado deberíamos aspirar a retornar, pero nada mejor que releer a los clásicos para darse cuenta de que muchas de las patologías de nuestro debate no son nuevas, y que están presentes en todos los periodos de fuertes transformaciones sociales y económicas. Hirschmann llamó a algunas de esas patologías “la retórica reaccionaria”, que en esencia se alimenta de tres tesis: las propuestas de cambio bien son perversas -consiguen lo opuesto a lo que se proponen-, bien inútiles -no logran los objetivos deseados-, o bien arriesgadas y con consecuencias imprevisibles.
Leyendo hoy este delicioso libro, maravillosamente reeditado ahora por Clave Intelectual en una con una atinada introducción de Joaquín Estefanía y un delicioso epílogo del editor que justifica el cambio del título del libro en esta traducción (antes se tradujo como “Retóricas de la intransigencia”), el lector aprecia cómo Hirschmann disecciona y desmonta cada una de estas tres tesis usando materiales históricos desde la revolución francesa hasta el surgimiento del Estado del bienestar. Pero el lector también apreciará los sorprendentes paralelismos existentes entre los argumentos reaccionarios que alimentaron la oposición al sufragio universal o al reconocimiento de las libertades individuales con mucha de la retórica que hoy se despliega, en casi todos los campos ideológicos, contra las propuestas de reforma o de cambio. Las reflexiones finales sobre las implicaciones de esta retórica para el debate democrático son de una actualidad que impresiona.
No digas nada. Patrick Radden Keefe (Reservoir Books)
Esta investigación periodística sobre uno de los episodios más oscuros de los “Troubles” en Irlanda del Norte engancha como una novela de suspense y conmueve como una biografía de una víctima. Pero es, también, un complejo lienzo del contexto social y político en el que creció el terrorismo que asoló Irlanda del Norte hasta los acuerdos del Viernes Santo. Las raíces históricas del nacionalismo, las bases económicas del conflicto entre las comunidades, el poder de las organizaciones que habían hecho de la violencia su razón de ser… Todo ello está presente y maravillosamente contado a través de las minuciosas y complejas historias personales que pueblan el libro de Patrick Radden Keefe.
Y sin ser seguramente el argumento central del libro, el relato también ofrece una visión sugerente, a veces incluso incómoda, sobre los tortuosos caminos que tuvo que seguir el proceso de paz para ser exitoso.
El hijo del chófer. Jordi Amat (Tusquets)
“El hijo del chófer” es una biografía atípica de ritmo vibrante que se lee con creciente repugnancia hacia su protagonista, el periodista y asesino Alfons Quintà. El libro relata el auge y caída del hijo de quien durante toda su vida ejerció de chófer y secretario del escritor Josep Pla. El abandono del padre de Quintà -menos preocupado por su familia que de mantenerse vinculado al círculo de políticos, empresarios e intelectuales que rodea y conspira con Pla- es la herida que supura en el desequilibrio mental de Alfons, quien desde su adolescencia da muestras de una personalidad malvada y extravagante cuya motivación principal es la venganza. A lo largo del libro la ambición profesional de Quintà se funde con la de una sociedad catalana que avanza hacia su reafirmación nacional a través de la conformación del mito de Jordi Pujol.
Tanto en el desarrollo de la biografía de Quintá como en la radiografía de la sociedad catalana se descubre un contraste entre resultados y medios. Al protagonista de esta historia no le falta el talento profesional ni la brillantez para, entre otros éxitos, convertir a TV3 en una televisión moderna y de calidad. Pero ello es a costa de plegarse al interés político y utilizar el acoso, la tiranía y el chantaje como fórmula habitual de trabajo. Las luces y sombras también se planean sobre el proyecto de construcción nacional del pujolismo: rotundamente exitoso en la identificación de persona e institución y en la renovación de la confianza del pueblo catalán, pero sostenido sobre el solapamiento entre víctimas y cómplices en el caso Banca Catalana y una tupida red de tráfico de influencias y de connivencia entre el poder político y el poder económico.
El valor de las cosas. Quién produce y quién gana en la economía global. Mariana Mazzucato (Taurus)
En este libro, Mariana Mazzucato hace un llamamiento a reformular el enfoque dominante sobre a qué damos “valor”, es decir, qué actividades humanas consideramos productivas y cuáles improductivas.
La justificación de abordar esta tarea es doble. En primer lugar, a qué damos valor como sociedad influye en los objetivos que persiguen los poderes públicos y los ciudadanos. No en vano, influye en los cálculos del Producto Interior Bruto. En segundo lugar, Mazzucato argumenta que el debate sobre qué tiene valor ha desaparecido de la escena en favor de un consenso implícito que iguala valor con precio: El valor de un bien o servicio depende de lo que se esté dispuesto a pagar por él. En pocas palabras, “lo que se compra tiene valor, lo que no se compra, no lo tiene”. El problema, dice Mazzucato, es que el precio tiene mucho que ver con las relaciones de poder que con la creación de valor en sí. Un agente con una posición monopolista como, por ejemplo, una farmacéutica con una patente puede decidir aumentar el precio del medicamento de un día para otro sin que por ello haya aumentado su “valor”. Por estas razones, Mazzucato propone recuperar el debate sobre la creación de valor y entrar en diálogo con las teorías del valor que protagonizaron ilustres como Adam Smith, David Ricardo, o Karl Marx.
Este libro no propone una nueva teoría del valor. Su objetivo es abrir un debate: Por un lado, cuestiona algunas actividades que se consideran productivas y las denuncia como extractivas. Así, identifica buena parte de la riqueza que se genera en el sector financiero como rentas extractivas. En contraste, considera la actividad “emprendedora” del Estado como una actividad claramente productiva, creadora de valor. Mazzucato concluye argumentado que un programa de reforma de la economía, para ser efectivo y profundo, debe partir de un cuestionamiento de qué es lo que realmente genera riqueza en un país.
Competition is killing us. How big business harming our society and planet –and what to do about it. Michelle Meagher (Penguin Books)
Coca-Cola tiene una posición dominante evidente sobre el mercado de los refrescos. Sin embargo, ¿sería el mundo mejor si Coca-Cola produjera más bebidas azucaradas, que son, como ya se ha acreditado, perjudiciales para la salud, y además las vendiera a un precio inferior, de manera que fueran más asequibles para ciertos bolsillos? La respuesta a esta pregunta pone de manifiesto las limitaciones que tiene la política de competencia, o más bien, una interpretación de la misma basada en una comprensión marginalista del poder de mercado, para ser una herramienta útil para lo que se diseñó. En su libro “La competencia nos está matando”, Michelle Meagher pone patas arriba las hipótesis simplistas y a menudo erróneas de cómo funcionan la economía y las corporaciones que han trascendido las facultades de economía para impregnar las de derecho, que forman a las generaciones de abogados que deben interpretar y aplicar las leyes de competencia.
El libro no esconde el recorrido vital de la autora de firme defensora del “libre mercado”, hasta su epifanía y su rebelión contra una disciplina a la que había dedicado su vida convencida de que era una fuerza capaz de generar bienestar. Meagher reivindica el sentido original de la ley de competencia, que tenía que ver con controlar el poder corporativo, partiendo de que su acumulación ponía en riesgo un trato justo de los intereses de los demás 'stakeholders' (trabajadores, consumidores, proveedores, comunidades locales, incluso acreedores, y no solo los 'shareholders' o propietarios de la empresa), aumentando los riesgos de poder político y captura del regulador, y el poder de infligir costes o externalidades negativas en la sociedad. Esta interpretación original del poder corporativo partía del principio de que la existencia de una empresa es un privilegio concedido por el Estado para cierto propósito, que trascendía la acumulación privada de la riqueza: así empezaron muchas empresas ahora multinacionales, como concesiones para la explotación de recursos coloniales. No hace falta ir tan lejos: muchas de las grandes empresas españolas son privatizaciones de compañías públicas creadas con el propósito de servir el interés general, y no solo unos intereses particulares.
Bajo esta concepción original de las leyes de competencia, la persistencia en no cumplir con los intereses generales para los que se había concedido el privilegio de explotación podía resultar en la disolución de la empresa. Sin embargo, en la actualidad, la aplicación de las leyes de competencia se basa en conceptos esotéricos como el “bienestar del consumidor” y en métricas tan reduccionistas como el precio del producto. Tanto es así que muchas fusiones y adquisiciones en las últimas décadas se han aprobado sin que hayan resultado en ningún aumento de la eficiencia, ni aprovechamiento de economías de escala, ni mejora en la calidad ni en el precio de los productos, y muchas veces comportando drásticas reducciones de plantilla: eso sí, con un aumento notable de la capitalización de la empresa. Y es que, como argumenta Meagher, la competencia entre las empresas persigue en el fondo la concentración, con el objetivo de maximizar el valor para los accionistas. Los resultados de estas dinámicas y el fracaso de los reguladores de la competencia para ser un contrapeso son evidentes: aumento de la concentración en los mercados, aumento de la desigualdad, aumento de las externalidades negativas (sobre todo las climáticas), y desastres como los de Rana Plaza, en Bangladesh, donde murieron 1134 personas, de los que parece que todos somos culpables pero nadie es responsable.
Más allá de las soluciones de regulación y redistribución a través del Estado, Meagher aboga por un rol renovado de las políticas de competencia y una serie de normas que en vez de poner parches ex-post vayan al corazón del problema, allí dónde se toman las decisiones: dentro de las corporaciones. La autora propone volver a poner el foco en el poder corporativo y no en el precio, y a repartirlo en el momento en el que se crea, diseñando nuevas estructuras de gobernanza corporativa para que las empresas tengan en cuenta intereses más transversales y se alineen sus acciones con el interés general. Con las dimensiones globales que están ganando algunas de las corporaciones digitales, conviene prestar atención a sus propuestas, que seguro formarán parte activa del debate en las próximas décadas.
El infinito en el junco. La invención de los libros en el mundo antiguo. Irene Vallejo (Siruela)
Entre las muchas preguntas que se hacen los científicos sociales, una de ellas es: ¿cómo se genera el conocimiento? Una cuestión que es más pertinente si cabe en un momento en el cual vamos camino de la sociedad del conocimiento. No obstante, el conocimiento no es propio sólo de nuestro momento histórico, sino que en diferentes momentos de la humanidad, el conocimiento también fue protagonista y motor de la sociedad.
Sobre esta cuestión va el libro de Irene Vallejo: sobre el origen del conocimiento en Alejandría, Atenas y Roma; y cómo ese conocimiento viajó durante la Edad Media. Con una prosa excelente, que le permite viajar en cientos de años en un mismo párrafo sin perder el hilo conductor, Irene Vallejo traza un relato sobre los libros y el conocimiento en la sociedad. El azar, las guerras o decisiones políticas están detrás de los distintos acontecimientos. Estos son los factores explicativos que están detrás de la destrucción de bibliotecas o del papel que jugaban los transmisores de conocimiento en la sociedad.
Irene Vallejo no pretende elaborar una tesis o contrastar unas hipótesis. Más bien, cuenta una historia. Pero el conocimiento también se adquiere a través de esos relatos. En muchas ocasiones, una buena biografía puede aportar más claridad que un paper. Y es que las ciencias sociales son algo más que datos y análisis estadísticos, también son relatos