Hace seis años miles de jóvenes, y no tan jóvenes, salieron a la calle en numerosas ciudades españolas al grito de “no nos representan” para demandar una nueva forma de hacer política y otra política económica (más social) para hacer frente a la crisis.
Al margen de partidos y sindicatos, y de forma espontánea, nacía el Movimiento de los Indignados. Y lo hacía como un innegable síntoma de la existencia de un profundo malestar en amplias capas de la sociedad española con la clase política y los partidos. Un malestar que había ido gestándose desde 2008, con el inicio de la crisis económica, y cuyo punto de inflexión vendría marcado por el comienzo de la aplicación de las políticas de austeridad en mayo de 2010 para eclosionar un año después, en mayo de 2011, en la antesala de unas elecciones autonómicas y locales.
Desde entonces el panorama político se ha transformado sustancialmente a lo largo de un proceso en el que el malestar social acabó por encontrar un cauce de representación política en nuevos partidos y opciones electorales que, desde hace dos años, han tratado de aglutinar el voto de los electores descontentos con los partidos tradicionales. Sin ser el objetivo del 15M, era inevitable que, ante una crisis de representación política, la movilización social diera paso a nuevas opciones políticas que respondieran a las nuevas demandas sociales.
Pero, cuando se ha cumplido el sexto aniversario del 15M, cabe plantearse en qué medida ha cambiado la percepción que tienen los ciudadanos de la situación política, de los problemas del país y si están más satisfechos con el funcionamiento de la democracia.
A partir de la comparación de los barómetros del CIS correspondientes a abril de este año y de 2011, se pueden extraer las siguientes conclusiones:
1) Al contrario que hace seis años, hoy los ciudadanos valoran de forma más negativa la situación política, que la económica. Y, además, la situación política es peor valorada que entonces. Un mes antes de que naciera el 15M, en abril de 2011, casi el 80% de los españoles consideraban que la situación económica era mala o muy mala, mientras que descendía al 66,5%, la cifra de los que opinaban lo mismo sobre la situación política. Ahora, seis años después, el porcentaje de los que valoran de forma negativa la situación económica no supera el 56% y el de los que perciben negativamente la situación política se eleva al 69%.
2) Ahora es mucho más elevada que hace seis años la preocupación que sienten los ciudadanos por la corrupción y por los problemas de índole social, y menor la que sienten por la economía. En abril de 2011, los principales problemas que, a juicio de los ciudadanos, tenía España, eran el paro y la situación económica, seguidos de la clase política y la inmigración. La corrupción y el fraude eran percibidos como un problema por el 5,1% de los ciudadanos y ocupaban el sexto puesto en el ranking.
Seis años después, el paro vuelve a situarse como primera preocupación de los españoles, aunque en un nivel más bajo. En el segundo puesto, y mencionado por el 42% de los españoles, se sitúan la corrupción y el fraude, seguidos de la situación económica y la clase política. En comparación con abril de 2011, y aparte de aumentar considerablemente la preocupación por la corrupción, se observa una mayor preocupación por la situación de la sanidad, la educación y los problemas de índole social, mientras ha disminuido la preocupación por la inmigración.
3) A diferencia de hace seis años, ahora el Gobierno (PP) recibe una valoración menos negativa que la oposición (PSOE). En abril de 2011, casi el 60% de los ciudadanos calificaban como mala o muy mala la gestión realizada por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y casi un 55% utilizaba los mismos calificativos para valorar la labor realizada por el PP como principal partido de la oposición. En la actualidad, Gobierno y oposición tampoco consiguen el aprobado de los ciudadanos, pero ahora el Gobierno conservador de Mariano Rajoy está, en valoración, ligeramente por delante del principal partido de la oposición (PSOE).
4) Aunque ningún político logra el aprobado de los ciudadanos, ahora es más elevada la puntuación que recibe el líder de ámbito nacional mejor valorado. Hace seis años, la exdirigente de UPyD Rosa Díez encabezaba con una media de 3,86 puntos (sobre 10) el ranking de líderes de ámbito nacional. En abril de 2017 es Alberto Garzón quien lo lidera con una puntuación que supera el 4.
5) A pesar de que la oferta política es ahora mayor, tanto el porcentaje de ciudadanos (casi un tercio) que no sienten simpatía por ningún partido, como el de abstencionistas potenciales y el de indecisos de cara a unas elecciones generales son ligeramente superiores a los que se registraron hace seis años.
Por otra parte, no parece que, a partir de la serie de datos del CIS que incluye los resultados recogidos entre enero de 2006 y julio de 2016, haya aumentado el grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia, sino al contrario (gráfico 1).
Si bien, ello no se ha traducido en una deslegitamación del sistema democrático. Actualmente, y siguiendo el barómetro de abril de este año, el 85% de los ciudadanos considera que “la democracia siempre es preferible a cualquier otra forma de gobierno”. Este porcentaje ha crecido en los últimos años, pues en 2013, de acuerdo con los datos del CIS, los que estaban de acuerdo con esta afirmación eran el 75% de los encuestados.
De esta forma, a pesar de que los ciudadanos valoren de forma más negativa la situación política que hace seis años y se muestren más insatisfechos con el funcionamiento de la democracia, pueden apreciar aún más el valor de ésta. En este sentido, quizás uno de los legados del 15M puede ser el haber contribuido a crear una sociedad políticamente más crítica e inconformista. Y, a nivel institucional, el haber propiciado, a partir del caldo de cultivo del malestar social en el que han crecido los nuevos partidos, una mayor fragmentación política que puede generar una nueva cultura política en la que estén mejor representados los diferentes intereses y demandas de la sociedad española.