Este artículo es el segundo de una serie conjunta con nuestros amigos de Politikon sobre el 20D. La idea es aportar diferentes enfoques y mantener un debate en las redes (#20DPolitikonPdP) sobre cuestiones que nos parecen claves para entender estas elecciones. Hoy nos ocupamos del tema de los indecisos. Yo intentaré aclarar algunas confusiones alrededor de la cifra de los indecisos, mientras que Kiko Llaneras será quien haga una radiografía sobre las características políticas de los mismos.PolitikonKiko Llaneras será quien haga una radiografía sobre las características políticas de los mismos
El jueves 3 de diciembre el CIS publicaba el “avance de resultados” de su encuesta preelectoral de cara a las elecciones generales. Una encuesta muy esperada no sólo por el nivel de volatilidad e incertidumbre que gobiernan el ambiente político, sino también por tratarse de un macroestudio con 17400 entrevistas presenciales que nos permite especular sobre qué pasará el día 20 con algún grado mayor de fiabilidad.
Junto a los datos brutos de intención directa de voto y la propia estimación de votos y de escaños hecha por el CIS, la gran noticia fue la cifra de indecisos recogida por los medios: entre aquellos que declararon que seguramente o muy probablemente irán a votar, el CIS preguntó si tenían o no decidido su voto, y nada más y nada menos que el 41.6% ha dicho que no.
La propia magnitud del dato seguramente haya propiciado que muchas portadas de periódicos y boletines informativos abriesen con titulares muy rotundos: “El CIS deja el futuro Gobierno en manos de los indecisos”; “Decidirán los indecisos”; “Está todo abierto”, etc. Tal contundencia puede que haya contribuido a aparcar una serie de matices necesarios a la hora de analizar y valorar los datos sobre el nivel de indecisión. Y que la ausencia de esos matices hayan provocado incluso algunas confusiones importantes.
Empecemos por señalar una muy obvia. El 41.6% de entrevistados que declara no haber decidido el voto aún, no es una fracción del total de los encuestados, sino una parte entre aquellos que declaran su intención de ir a votar, esto es un 86.9% de la muestra. En este sentido, el dato correcto es que el 36.2% de los encuestados son indecisos. Se trata de un matiíz de 5 puntos porcentuales que al menos se gana la categoría de “aclaración”.
En segundo lugar, vale la pena señalar que este dato sobre el nivel de indecisión contrasta enormemente con otro publicado en la misma encuesta: cuando a los ciudadanos se les pregunta a quién votarían si las elecciones se celebrasen mañana sólo el 19.1% dice no saberlo todavía. De hecho, cuando entre elección y elección hablamos de “indecisos” normalmente nos referimos al porcentaje de encuestados que declaran “No sé” en las preguntas sobre intención de voto. Y esto es así tanto en el mundo de los medios de comunicación como en el de las investigaciones académicas.
Entonces ¿los indecisos son el 36% o el 19%? Antes de intentar sugerir algunas respuestas, busquemos consuelo en el pasado: no es la primera vez que una encuesta preelectoral del CIS nos plantea este tipo de confusión, es decir, que nos da un dato directo –bruto– sobre el nivel de indecisos que, a su vez, no coincide con los “no sabe” de la pregunta sobre intención de voto. Aunque esta vez la diferencia en lo que respecta a la magnitud sí marca un nuevo récord.
El gráfico 1 muestra el nivel de indecisos registrados en las encuestas preelectorales para unas elecciones generales desde 1996 hasta hoy, y lo hace a través de los dos tipos de preguntas que producen las divergencias señaladas más arriba. Las barras en gris oscuro recogen los porcentajes de encuestados que responden que seguramente o probablemente irán a votar y que aun no han decidido su voto; mientras que las barras en gris claro representan el porcentaje de ciudadanos que cuando se les preguntan, en la misma encuesta, por cuál partido votarían en caso de que las elecciones se celebrasen mañana responden que “no lo saben todavía”.
Esta comparativa nos permite descubrir varias cosas. En primer lugar observamos que el porcentaje de “indecisos” en términos tradicionales (aquellos que responden “no sé” cuando se les pregunta por el voto) no es significativamente mayor a la que ha habido en las últimas cinco elecciones. Los indecisos, según esta medida indirecta, son solo 4 puntos más que en 2011, y 2 que en 2008, pero menos de los registrados en las ajustadas elecciones del 2004 (NOTA: la encuesta preelectoral del CIS del 2004 fue realizada antes que se produzcan los atentados del 11M en Madrid).
En segundo lugar, observamos que cuando se les pregunta a los ciudadanos de manera directa si tiene o no decidido el voto (en el caso de que ya hayan decidido ir a votar) el porcentaje de indecisión es particularmente alto en la preelectoral de 2015. Alrededor de 10 puntos de diferencia en comparación con 2011, 2008 y 2000 y 13 puntos en relación a las elecciones que dieron por terminada la etapa de Felipe González al frente del Gobierno (No hay dato para el 2004, puesto que no se ha hecho esta pregunta). Pero el dato más significativo para lo que aquí nos interesa, es que la diferencia entre ambas formas de medir el nivel de indecisión es este año más acusada que en todas las preelectorales anteriores.
Lo lógico, o lo más intuitivo, sería esperar cierta coherencia en las respuestas a ambas preguntas. Es decir, que la persona que responde de manera negativa a la pregunta de “¿ha decidido su voto?”, luego responda “no sé” cuando se le pregunta a qué partido votaría de celebrarse las elecciones mañana. Pero a la vista está que se trata de dos formas diferentes de abordar la cuestión de la indecisión.
La primera de ellas, como decíamos antes, es directa, sin rodeos: ¿Ha decidido ya a quién va a votar? ¿Sí o no? Quizás sea el método más fiable de medir el nivel de indecisos. Pero seguramente haya diferentes grados y esta pregunta no nos ayude a detectarlos. Aunque hay una excepción: la encuesta preelectoral de 1996 sí daba la oportunidad de expresar diferentes matices. En aquella encuesta los entrevistados tenían la posibilidad de elegir entre las opciones 1) “Lo tengo bastante decidido pero puede ser que cambie de aquí a las elecciones”; 2) “Dudo entre dos o más partidos”; o 3) “Todavía no lo he pensado”.
La segunda forma –utilizar los “no sabe”– es indirecta y aunque puede funcionar como un cajón de sastre (allí van a parar potenciales abstencionistas o el voto oculto) sí nos permite –conjuntamente con la primera– construir una escala de grises. Por ejemplo: nos podemos fiar de que un encuestado es indeciso si, además de manifestar que irá a votar pero que no ha decidido su voto, nos responde con un rotundo “no lo sé” cuando se le pregunta a qué partido votaría de celebrarse las elecciones mañana mismo. En cambio, ante un encuestado que confiesa que no ha decidido aun el color de su papeleta pero que ante la pregunta sobre intención de voto elige a un partido, podemos decir que, sí, navega en la indecisión, pero no tan a la deriva como el anterior. No obstante, si esta persona finalmente acabara votando a un partido diferente al señalado o yéndose a la abstención, al menos estaría gradualmente en niveles superiores de indecisión de los que estaría si terminase votando a aquel partido por el que sí confesaba tener intenciones de votar.
¿Es posible conocer esa escala de grises para estas elecciones? Con los datos agregados avanzados por el CIS, no. Habrá que esperar a la publicación de los microdatos para realizar este tipo de cruces. Pero la preelectoral de 2011 nos puede dar algunas pistas.
En primer lugar, vemos que en el 2011 del 26.4% de encuestados que declaraban no tener decidido el voto solo el 45% mantuvieron una respuesta coherente con la pregunta de intención de voto. Es decir, que menos de la mitad eran indecisos declarados y confirmados. En cambio un 41% a pesar de manifestar que no habían decidido su voto, sí declaraban intención de votar a un partido.
Y en segundo lugar, dado que la encuesta preelectoral de 2011 forma parte de un estudio panel (se pregunta a la mismas personas antes y después de las elecciones) podemos ver que de entre aquellos que aun manifestando su indecisión se decantaban por un partido, la mitad (el 53%) finalmente votó al partido que había señalado. Es decir, que a pesar de declararse indecisos directamente, la pregunta indirecta ya nos indicaba que en realidad lo era bastante menos de lo que los datos brutos podrían indicarnos.
En definitiva, todos estos datos y todos estos matices puede que nos ayuden a calibrar un poco mejor nuestras interpretaciones respecto al número de indecisos de cara a las próximas elecciones generales.