Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
Ser miembro de una mesa electoral aumenta la probabilidad de votar en elecciones muy próximas, pero el efecto no es duradero ni conlleva un cambio de actitudes frente a la política
En un contexto global en que la desafección con la política aumenta y hay un creciente desencanto con los sistemas democráticos, es importante comprender qué factores determinan la activación política de los ciudadanos y, sobre todo, cómo se puede fomentar la activación cívica y la participación democrática.
Los estudios existentes de sociología y ciencia política muestran que los ciudadanos abordan su politización, su relación con la política y su participación de modo muy desigual. Mientras que algunos ciudadanos viven en un círculo virtuoso de participación, otros viven en uno de desactivación y desconexión. Aquellos que están más interesados en la política, no solo votan más, sino que también suelen participar políticamente en otros ámbitos. Esto los convierte en ciudadanos a los que los partidos políticos tendrán más en cuenta a la hora de satisfacer sus demandas y, con ello, les darán más incentivos a seguir participando en el futuro. En cambio, otros ciudadanos desafectos participan menos, reciben menos atención de los partidos políticos y, con ello, tendrán menos incentivos a hacer oír su voz en el futuro, quedando atrapados en un círculo vicioso de desactivación política. Si, además, tenemos en cuenta que para conseguir una democracia de alta calidad es mejor tener una ciudadanía activa e implicada, esto nos plantea la pregunta de en qué medida podemos realizar intervenciones de políticas públicas que permitan conectar a la ciudadanía con las instituciones democráticas y “animarles” a activarse y participar más.
En un trabajo con Joaquín Artés (UCM) analizo los efectos de ser miembro de una mesa electoral en las elecciones. Una vez desaparecido el servicio militar y la prestación social sustitutoria, servir en una mesa electoral es prácticamente la única prestación cívica obligatorio que nuestro ordenamiento jurídico mantiene. No debemos infravalorar este servicio cívico. Gracias a ser miembro de una mesa electoral, los ciudadanos pasan todo un día en un colegio electoral, supervisan el proceso, conocen a fondo como se realizan las elecciones en España e, incluso, tienen la experiencia de formar parte de un recuento. Es una experiencia intensa, aunque de un solo día, que puede servir para conectar a los ciudadanos con las instituciones democráticas y hacerles sentir que las elecciones no es algo ajeno a ellos. Incluso tienen la oportunidad de ver a sus vecinos votando y eso puede dar razones para apuntalar la norma social del voto.
El análisis de los miembros de mesa electoral es un caso, además, interesante. En perspectiva comparada no es habitual que las elecciones se realicen bajo la supervisión de ciudadanos corrientes que, además, son elegidos por sorteo. El sorteo permite que la experiencia de ser miembro de mesa electoral sea posible tanto para ciudadanos que ya están activos como para otros que no participan habitualmente.
Para estudiar esta cuestión, en 2019 pudimos realizar una encuesta a casi 300 personas que declararon haber sido miembros de mesas electorales antes de las elecciones generales de abril y les volvimos a entrevistar justo después de las locales, autonómicas y europeas de mayo y las generales de noviembre. Pudimos, por tanto, seguir a estos miembros de mesa electoral en las tres elecciones realizadas ese año. Esto nos da dos ventajas fundamentales. Una, podemos comprobar si haber sido parte de una mesa electoral en abril tiene algún impacto en la probabilidad de ir a votar en las elecciones posteriores de aquel año. Segundo, podemos analizar también si las actitudes frente a la política de los encuestados varían una vez han estado todo un día realizando este servicio cívico. Esto nos permite saber si cualquier aumento en la participación política va acompañada de algo más profundo como un cambio en su manera de entender las instituciones, las elecciones y la democracia.
En el siguiente gráfico analizamos la primera cuestión y mostramos los efectos de haber sido miembro de mesa electoral en el voto en las elecciones posteriores. Como se puede comprobar, ser miembro de mesa electoral en abril aumenta la probabilidad de votar en esa misma elección. Esto era un resultado esperado. Cabe pensar que, después de haber pasado todo el día en control del proceso electoral, y una vez que ya están frente a la urna, darles la posibilidad de votar hará que un buen número de miembros de la mesa electoral voten sin que, tal vez, lo hubieran hecho si no hubiesen formado parte de la misma.
Lo interesante es lo que ocurre en mayo de 2019. En esas elecciones, los que dicen haber sido parte de una mesa electoral en las elecciones anteriores, todavía reportan votar con mayor probabilidad -en concreto unos 7 puntos más- que un ciudadano que no sirvió en una mesa electoral. Los resultados son significativos desde el punto de vista estadístico. El efecto, en cambio, no es lo poderoso ni lo duradero que esperaríamos. En noviembre ya no detectamos ningún impacto en la participación de haber sido miembro de mesa electoral en abril. El efecto se desvanece y es prácticamente cero y totalmente insignificante estadísticamente.
Gráfico 1: Efecto de ser miembro de mesa electoral en la probabilidad de votar
Fuente: Análisis de los autores a partir de datos de encuesta propios
Respecto a la segunda cuestión, no tenemos evidencia clara de que se haya producido un cambio en las actitudes frente a la política y las elecciones. A los encuestados les preguntamos su grado de acuerdo en una escala de 0 a 10 con una serie de afirmaciones tanto en abril de 2019, antes de haber sido parte de la mesa electoral, como en mayo, después de haber sido miembro de mesa electoral. En el gráfico siguiente comparamos cómo varía la respuesta que los encuestados dieron entre ambas ocasiones (un valor por encima de cero indica que aumenta el acuerdo con la afirmación).
Únicamente detectamos un impacto positivo en estar de acuerdo con la afirmación de que las elecciones no son fraudulentas. Esto significa que la experiencia de ser miembro de mesa electoral al menos tiene el efecto de aumentar la confianza en que las elecciones son limpias. No obstante, más de ello no hay evidencia de que los ciudadanos cambien su percepción de lo que es el voto y de su importancia ni refuerzan su vínculo con el sistema democrático.
Gráfico 2: Efecto de ser miembro de mesa electoral en las actitudes y percepciones políticas
Fuente: Análisis de los autores a partir de datos de encuesta propios
En resumen, ser miembro de una mesa electoral no solo te hace más propenso a votar en las elecciones en las que cumples con esta obligación (que podía ser algo relativamente esperado) sino que también hay un efecto positivo en el corto plazo. El efecto, en cambio, no es duradero ni conlleva un cambio fundamental en las actitudes y percepciones sobre el sistema político. Esto nos deja conclusiones mixtas sobre la capacidad que tenemos de generar, mediante políticas públicas como pueden ser las prestaciones cívicas obligatorias, una ciudadanía más activa. No obstante, en nuestro caso solo estudiamos una intervención que si bien es intensa, es muy corta, de un solo día. Tal vez con intervenciones más sostenidas en el tiempo se puedan generar círculos virtuosos de activación y participación que ayuden a revitalizar nuestras democracias.
En un contexto global en que la desafección con la política aumenta y hay un creciente desencanto con los sistemas democráticos, es importante comprender qué factores determinan la activación política de los ciudadanos y, sobre todo, cómo se puede fomentar la activación cívica y la participación democrática.
Los estudios existentes de sociología y ciencia política muestran que los ciudadanos abordan su politización, su relación con la política y su participación de modo muy desigual. Mientras que algunos ciudadanos viven en un círculo virtuoso de participación, otros viven en uno de desactivación y desconexión. Aquellos que están más interesados en la política, no solo votan más, sino que también suelen participar políticamente en otros ámbitos. Esto los convierte en ciudadanos a los que los partidos políticos tendrán más en cuenta a la hora de satisfacer sus demandas y, con ello, les darán más incentivos a seguir participando en el futuro. En cambio, otros ciudadanos desafectos participan menos, reciben menos atención de los partidos políticos y, con ello, tendrán menos incentivos a hacer oír su voz en el futuro, quedando atrapados en un círculo vicioso de desactivación política. Si, además, tenemos en cuenta que para conseguir una democracia de alta calidad es mejor tener una ciudadanía activa e implicada, esto nos plantea la pregunta de en qué medida podemos realizar intervenciones de políticas públicas que permitan conectar a la ciudadanía con las instituciones democráticas y “animarles” a activarse y participar más.