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Crisis y desigualdades educativas

En un artículo reciente (aquí) hemos analizado cómo la magnitud de la Gran Recesión ha afectado a las expectativas de los estudiantes sobre su futuro y posibilidades en el sistema educativo en 24 países (1). Se atribuye a Kennedy la frase de que una marea que sube hace que se levanten todos los barcos, y es cierto que durante la bonanza económica los estudiantes aspiran a más, mientras que la crisis acorta sus expectativas y hace que se vuelvan menos ambicioso. El problema es que esto sucede, sobre todo, en los hogares con menos recursos. 

El trabajo permite extraer tres conclusiones principales sobre los efectos de la Gran Recesión.

Primera, la crisis deprimió las expectativas medias de los estudiantes de secundaria: controlando por un buen número de factores relevantes, incluyendo los recursos del hogar o el rendimiento educativo, un clima económico adverso hace que los estudiantes crean que progresarán menos en el sistema educativo, es decir, que sus trayectorias educativas serán más reducidas (que en tiempos de crecimiento económico). Aunque la correlación entre expectativas y nivel educativo final conseguido no es perfecta, se considera que en general es una buena aproximación, por lo que podemos pensar que una contracción de la economía se asocia a un logro educativo menor que en situación de bonanza.

El segundo resultado de nuestro trabajo es que la crisis aumentó las desigualdades según el origen socioeconómico, es decir, la desigualdad de oportunidades: todas las expectativas se redujeron, pero las de los estudiantes más desfavorecidos se vieron afectadas de forma especialmente marcada y los recursos –tanto materiales como culturales– de las familias se convirtieron en predictores aún más potentes de las expectativas que en tiempos de crecimiento. En el Gráfico 1 mostramos cómo se reducen las expectativas educativas de los estudiantes de secundaria en distintos escenarios: (a) ante decrecimientos de la economía de distinta magnitud, y (b) cuando el estudiante pertenece a familias con diversos niveles de recursos educativos y materiales.

Las conclusiones que pueden extraerse de este ejercicio son claras. Por una parte, la influencia adversa de la recesión parece ser proporcional a su crudeza: crisis de más magnitud –en las que, por ejemplo, se reduce el crecimiento del PIB en 5 puntos porcentuales– ejercen un efecto depresor de las expectativas mayor que una reducción más moderada. Por otra parte, las expectativas se ven sustancialmente más afectadas para los estudiantes de familias con menor recursos –todos los efectos son suficientemente grandes desde el punto de vista estadístico. Cuando sus padres tienen un nivel educativo relativamente bajo o hay insuficientes recursos materiales en el hogar, las expectativas resultan claramente menores. La diferencia entre hogares con distintos niveles socioeconómicos y su efecto en las expectativas es especialmente llamativa en el caso de los recursos educativos.

El tercer resultado que destacamos en el trabajo tiene que ver con los efectos de la Gran Recesión en estudiantes con distintos rendimientos educativos previos (en concreto, en matemáticas). Mientras los estudiantes con un rendimiento especialmente bajo y alto no parecen verse afectados, controlando por el resto de factores relevantes, por una contracción de la economía en su país, aquellos con rendimientos previos intermedios –cuyas probabilidades de éxito en las sucesivas etapas de la educación son más inciertas para ellos mismos y para sus padres y profesores– se ven muy negativamente afectados. De nuevo la crisis aumenta la desigualdad de oportunidades, esta vez según las capacidades y/o rendimientos educativos previos de los alumnos.

Recapitulando, cuando la economía de un país se contrae, las expectativas educativas de los estudiantes que están cercanos, por edad, a la toma de decisiones cruciales sobre su continuidad en el sistema educativo se tornan menos ambiciosas, se acortan de manera generalizada. La optimista frase de Kennedy se confirma parcialmente en nuestro estudio: el crecimiento económico se asocia con carreras que se conciben como más largas, mientras las crisis hacen que los estudiantes prevean que éstas se acortarán. Los barcos se hunden con la crisis, sí, pero no lo hacen todos de idéntica manera. Son los que pertenecen a hogares con menos recursos –aquellos cuyos padres tienen menor nivel educativo o bien se encuentran en situación de privación material– y los que tienen trayectorias académicas previas con más incertidumbre los que se ven afectados más negativamente. Estos hallazgos alertan sobre la necesidad de poner el foco sobre los estudiantes más vulnerables y en la conveniencia de diseñar políticas específicas para ellos.

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(1) En concreto, nos interesaba aislar la influencia de la magnitud de la Gran Recesión -el (de)crecimiento de la economía controlando por el nivel de desarrollo- que tuvo lugar con timings y magnitudes diversas en distintos países, sobre las expectativas de los estudiantes de secundaria de 13 o 14 años respecto a su continuidad en el sistema educativo: qué nivel educativo creen que podrán alcanzar. Para ello construimos una base de datos con información sobre el clima económico en 24 países desarrollados y en diversos momentos del tiempo y la combinamos con datos en el nivel individual, relativos al rendimiento en matemáticas de los alumnos y a las características de sus familias, para esos mismos países, del estudio internacional TIMSS en sus ediciones de los años 2003, 2007 y 2011. Estos datos nos permitieron determinar cómo influye una contracción de la economía en las expectativas de los estudiantes de secundaria. Los estudios tradicionales sobre el tema se habían fijado fundamentalmente en el peso de factores institucionales, no tanto en los relativos al ciclo económico, y se habían limitado al estudio de un solo país.

En un artículo reciente (aquí) hemos analizado cómo la magnitud de la Gran Recesión ha afectado a las expectativas de los estudiantes sobre su futuro y posibilidades en el sistema educativo en 24 países (1). Se atribuye a Kennedy la frase de que una marea que sube hace que se levanten todos los barcos, y es cierto que durante la bonanza económica los estudiantes aspiran a más, mientras que la crisis acorta sus expectativas y hace que se vuelvan menos ambicioso. El problema es que esto sucede, sobre todo, en los hogares con menos recursos. 

El trabajo permite extraer tres conclusiones principales sobre los efectos de la Gran Recesión.