Nadie duda de que hay una fuerte relación entre la crisis económica y la crisis política. Todos los datos muestran que los ciudadanos comenzaron a desconfiar de la política y de nuestras instituciones cuando la recesión mostró algunos de los problemas que tenía nuestra democracia. No es que antes no existieran, pero sólo cuando el paro se disparó y los recortes llegaron, fue mucho más evidente que nuestro sistema político tiene problemas importantes.
Los gráficos 1 y 2 confirman estas afirmaciones. En ellos podemos ver la diferencia entre evaluaciones positivas y negativas de las situaciones económica y política actuales y futuras. Así, cuando el dato es positivo, significa que más ciudadanos creen que la situación es buena o muy buena que mala o muy mala. ¿Qué observamos? Algunas son las conclusiones relevantes.
En primer lugar, hasta el año 2008 los encuestados tenían una mejor opinión de la situación económica actual que de la política –ver gráfico 1-. Pero a partir de esa fecha siempre la situación política actual ha recibido mejores valoraciones que la económica. En cambio, si se les preguntaba sobre el futuro –ver gráfico 2-, siempre los ciudadanos han sido más optimistas sobre la política que sobre la economía, hasta que llegaron a enero de 2013, cuando la situación se invirtió.
En segundo lugar, si nos fijamos al final del gráfico, vemos que éstos comienzan a tener una tendencia ascendente. Desde mediados del año pasado, los españoles comienzan a ser más optimistas con la situación económica futura y su evaluación de la economía actual comienza a mejorar. En cambio, su opinión sobre la política no despierta el mismo entusiasmo. De hecho, su evaluación sobre las situaciones actual y futura de la política parecen haberse estancado.
Gráfico 1. Evaluación de las situaciones económica y política actuale
Gráfico 2. Evaluaciones sobre las situaciones económica y política futura
Fuente: CIS
Si unimos las dos conclusiones, comienza a emerger una sospecha: ¿y si la crisis política se queda con nosotros? Como acabamos de ver, los ciudadanos son ahora más pesimistas sobre la política que sobre la economía y las evaluaciones sobre la situación política parecen haberse estabilizado frente a la mejora de su opinión sobre la economía.
Si esto es así, es porque hay varios factores que “conspiran” para que la situación política no mejore. ¿Cuáles? En primer lugar, a pesar de los sucesivos anuncios de regeneración democrática, el Gobierno se ha mostrado tremendamente inmovilista. Anuncia sucesivamente medidas que no aprueba nunca. Y a esto se añade el carácter tremendamente partidista de algunas de sus propuestas. Por ejemplo, la elección directa del alcalde no deja de ser una medida que pretende resolver un problema particular del Partido Popular, pero nada tiene que ver con los problemas de nuestra democracia. ¿Eligiendo de forma directa al alcalde se acabará con la corrupción? Los ciudadanos han gritado en sucesivas ocasiones que “no les representan”. Un alcalde elegido por el 30 por ciento de los votantes (esto podría suceder en un escenario de gran fragmentación partidista) no parece que sea más representativo que las opciones políticas que representan al 70 por ciento restante.
En segundo lugar, el debate político actual deja mucho que desear. Hemos visto como se han publicado sucesivas “cartas a los Reyes Magos” donde se proponían infinidad de medidas sin saber muy bien por qué y para qué. Por ejemplo, un conocido economista diagnosticaba que el problema de nuestro sistema electoral era “la consagración del bipartidismo” y para solucionar tan “grave” problema proponía establecer un sistema mayoritario como el anglosajón….
Pero no sólo los analistas han dejado mucho que desear en su diagnóstico y en sus propuestas, generando una gran confusión en el debate público. Los partidos políticos han contribuido con sus promesas imposibles a que la ciudadanía desconfíe de la política. Es difícil prometer que uno puede acabar él solo con la austeridad a nivel europeo. Ni si quiera Angela Merkel tiene esa capacidad por sí misma. Y desde este punto de vista, Podemos no es aire fresco a nuestro sistema político. Su principal virtud es haber conectado con el estado de ánimo de los españoles en muchos de sus diagnósticos. En cambio, muchas de sus promesas electorales son imposibles de llevar a cabo.
En definitiva, la crisis política puede permanecer una larga temporada con nosotros. Los datos de opinión pública así comienzan a mostrarlo. A ello está contribuyendo el inmovilismo del gobierno y un debate público de calidad media-baja. A pesar de lo mucho que se ha escrito sobre cómo regenerar nuestro país y las innumerables tertulias que hay en las distintas televisiones, muchos de los argumentos son poco reflexionados y de carácter populista. Incluso la irrupción de nuevas formaciones como Podemos han contribuido a esta confusión. Prometer lo que no puedes cumplir no es muy novedoso en nuestra democracia y agrava la mala situación política por la que pasa España.
Nadie duda de que hay una fuerte relación entre la crisis económica y la crisis política. Todos los datos muestran que los ciudadanos comenzaron a desconfiar de la política y de nuestras instituciones cuando la recesión mostró algunos de los problemas que tenía nuestra democracia. No es que antes no existieran, pero sólo cuando el paro se disparó y los recortes llegaron, fue mucho más evidente que nuestro sistema político tiene problemas importantes.
Los gráficos 1 y 2 confirman estas afirmaciones. En ellos podemos ver la diferencia entre evaluaciones positivas y negativas de las situaciones económica y política actuales y futuras. Así, cuando el dato es positivo, significa que más ciudadanos creen que la situación es buena o muy buena que mala o muy mala. ¿Qué observamos? Algunas son las conclusiones relevantes.