En las sociedades post-industriales el origen social tiene un peso determinante sobre indicadores básicos de bienestar, como son el nivel educativo, la ocupación, el salario o la salud. España no es precisamente una excepción al respecto. El caso español presenta una marcada reproducción intergeneracional de la desigualdad social, muy lejos de la “meritocracia” a la que se alude frecuentemente en los debates políticos. Esta realidad revela problemas serios en materia de igualdad de oportunidades.
La reproducción de la desigualdad social tiene costes importantes. Un coste evidente es de tipo social. Un país donde los grupos desfavorecidos no tienen las mismas oportunidades que los grupos privilegiados presenta claros déficits democráticos y de justicia social. Pero la desigualdad de oportunidades también tiene costes económicos evidentes. Esta desigualdad social impide que el talento, motivación y esfuerzo de muchas personas de orígenes humildes pueda florecer, lo que revierte negativamente sobre la productividad y dinamismo de la economía. Por tanto, entender cómo opera la transmisión de la desigualdad social es importante para contribuir al debate público.
En este artículo me centro en un eje esencial de la transmisión de la desigualdad: cómo las madres y padres españoles de diferentes posiciones sociales dedican tiempo al cuidado parental. La familia es la principal institución de reproducción social de la desigualdad. En el seno familiar, los menores reciben el cuidado parental necesario para adquirir habilidades cognitivas y socio-emocionales cruciales para su desarrollo y bienestar futuros. Estudios previos muestran que los progenitores de posiciones sociales privilegiadas, al identificarse especialmente con los valores contemporáneos de cuidado parental intensivo y tener recursos materiales y sociales elevados, dedican más tiempo al cuidado parental que los progenitores de posiciones desfavorecidas. Los datos españoles más recientes, sin embargo, no se han analizado para explorar esta pregunta clave.
La “Encuesta de empleo del tiempo” (2009-2010) permite investigar el cuidado parental en España usando los mejores datos recientes disponibles. El Gráfico 1 presenta no sólo claras disparidades de género en el cuidado parental, sino también por niveles educativos. Las madres con educación primaria dedican al cuidado parental 8.6 horas semanales, y aquellas con niveles educativos secundarios básicos 10.4, muy lejos de las 12.8 horas observadas para las madres con título de Bachillerato superior, y todavía más en relación a las 14.8 horas semanales dedicadas al cuidado parental entre las madres con estudios universitarios. Los padres con niveles educativos primarios dedican 5.7 horas semanales al cuidado parental, y quienes tienen educación secundaria básica 6.4, mientras que los padres con educación secundaria alta dedican 8.3 horas semanales a estas actividades, siendo superados por las 9.6 horas invertidas por los padres con estudios universitarios.
El Gráfico 2 muestra también variaciones notables en el cuidado parental entre clases sociales. Las madres de clases trabajadoras dedican al cuidado parental menos de 8 horas semanales, claramente por debajo de las 10.5 horas semanales empleadas por las madres de clases intermedias y muy por debajo de las 11.9 horas observadas para las madres de clases directivas y profesionales. De modo similar, los padres de clases trabajadoras no cualificadas dedican 4.2 horas semanales al cuidado parental, por debajo de los padres de clases trabajadoras cualificadas (6.1 horas) e intermedias (6.6 horas) y todavía más en relación a los padres de clases directivas y profesionales (7.7 horas).
Los estudios académicos sugieren que la disparidad social en el cuidado parental se explica por dos factores principales. Uno se refiere a los valores parentales. Estudios previos argumentan que los individuos de posición social elevada han incorporado especialmente en su vida cotidiana las normas contemporáneas de cuidado parental intensivo. Estas normas están muy ligadas a estrategias parentales que buscan el estímulo constante de habilidades de los hijos, con el objetivo de que éstos alcancen niveles educativos y laborales privilegiados, permitiendo así reproducir su status social. En este sentido, una mayor simetría en los valores y actitudes parentales entre grupos sociales podría suponer una reducción de las diferencias educativas y de clase en el cuidado parental.
Ahora bien, un segundo nivel de factores clave tiene que ver con desigualdades de tipo estructural: los recursos de tiempo. Las personas de posiciones sociales desaventajadas, a diferencia de aquellas con mayor status social, suelen tener poca autonomía sobre el empleo, trabajando a menudo en horarios y jornadas inflexibles que se solapan con el tiempo disponible para el cuidado parental. Además, a diferencia de las familias de posiciones sociales humildes, las familias más privilegiadas poseen recursos que les permiten reducir tiempo en las tareas domésticas, típicamente desempeñadas por las mujeres. Tener acceso a servicio doméstico privado o poder cenar fuera de casa regularmente son privilegios de los que se benefician esencialmente las familias con mayores recursos, lo cual les permite maximizar tiempo para el cuidado parental.
El Gráfico 3 muestra claras diferencias educativas en el acceso a recursos de tiempo. Observamos una relación negativa evidente entre el nivel educativo y la proporción de personas empleadas que trabajan con jornada irregular, ya sea fuera del horario estándar o en fin de semana. Por contra, la educación se relaciona de forma positiva con el acceso a servicios domésticos privados, con diferencias particularmente acusadas entre las personas con estudios universitarios y aquellas que tienen educación básica.
El Gráfico 4 muestra cómo las diferencias educativas en el cuidado parental son más acusadas durante el fin de semana (sábado y domingo) que durante la semana (de lunes a viernes). Observamos que para los padres con estudios universitarios existe un incremento en el cuidado parental cercano al 20% durante el fin de semana, mientras que para el resto de grupos educativos no hay diferencias en función del día analizado. Estas variaciones educativas pueden explicarse en parte por las desigualdades sociales en los recursos de tiempo, siendo éstas particularmente relevantes durante el fin de semana, cuando, al no asistir al colegio, más dependen los menores en edad escolar del cuidado parental.
En resumen, estas líneas pretenden visibilizar la fuerte desigualdad social y educativa en el cuidado parental que existe en España. Ésta es una cuestión de primer orden para entender cómo funciona la transmisión intergeneracional de la desigualdad social, si bien ha recibido poca atención en los debates públicos. Este artículo, más que intentar explicar los mecanismos exactos que operan detrás de esta disparidad social o proponer políticas públicas específicas, quiere subrayar la importancia del cuidado parental dentro de los debates sobre condiciones familiares, infancia y desigualdad social.
En las sociedades post-industriales el origen social tiene un peso determinante sobre indicadores básicos de bienestar, como son el nivel educativo, la ocupación, el salario o la salud. España no es precisamente una excepción al respecto. El caso español presenta una marcada reproducción intergeneracional de la desigualdad social, muy lejos de la “meritocracia” a la que se alude frecuentemente en los debates políticos. Esta realidad revela problemas serios en materia de igualdad de oportunidades.
La reproducción de la desigualdad social tiene costes importantes. Un coste evidente es de tipo social. Un país donde los grupos desfavorecidos no tienen las mismas oportunidades que los grupos privilegiados presenta claros déficits democráticos y de justicia social. Pero la desigualdad de oportunidades también tiene costes económicos evidentes. Esta desigualdad social impide que el talento, motivación y esfuerzo de muchas personas de orígenes humildes pueda florecer, lo que revierte negativamente sobre la productividad y dinamismo de la economía. Por tanto, entender cómo opera la transmisión de la desigualdad social es importante para contribuir al debate público.