Nos despedimos de un año que, políticamente, ha supuesto un punto de inflexión. A nivel internacional, 2016 será recordado como el año en el que se hizo visible la crisis política en forma de voto de castigo contra los representantes del orden establecido. Frente a las previsiones demoscópicas, en Reino Unido triunfó el Brexit y en Estados Unidos ganó Donald Trump. También en forma de voto popular, Matteo Renzi se vio obligado a dimitir tras perder un referéndum sobre una reforma constitucional que había planteado en términos plebiscitarios. Los resultados de una consulta popular también fueron inesperados en Colombia, cuando la ciudadanía rechazó el acuerdo de paz alcanzado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC.
2016 será también recordado por el drama de los refugiados con la guerra de Siria como telón de fondo y la indiferencia de una Europa ensimismada y alarmada por el terrorismo yihadista.
En el ámbito nacional, 2016 ha sido un año excepcional. El año en que estuvimos más de 300 días sin gobierno y en el que hicieron falta dos convocatorias electorales, una legislatura fallida y tres intentos de investidura para formar gobierno.
Algunos de los hitos que han marcado este año son los que recogemos en los siguientes gráficos comentados:
1. ¿El cambio político era la “ingobernabilidad”?
Se esperaba que las elecciones generales celebradas a finales de 2015 marcaran el inicio de una nueva era política, con la entrada en el Congreso de las nuevas fuerzas políticas y la necesidad de llegar a acuerdos para gobernar. Pero las expectativas de cambio se verían rápidamente frustradas. Frente al consenso, fueron la falta de acuerdo y el bloqueo político los elementos centrales de la actualidad española hasta casi el final de este año. No es de extrañar, así, que, ante las dificultades para formar gobierno y los desencuentros entre los partidos, a lo largo de 2016 empeorara de forma notable la valoración de la situación política. En términos demoscópicos, el descontento político ha sido uno de los aspectos más destacados de 2016. Entre febrero y octubre, de acuerdo con los datos del CIS, la falta de gobierno fue percibida como un problema del país. Si bien es cierto que el último barómetro del CIS correspondiente a noviembre, refleja cómo, al menos de forma inmediata, el desbloqueo producido a finales de octubre, con la formación del gobierno en minoría de Mariano Rajoy, ha contribuido a que mejore la valoración del clima político. Y, más en concreto, se ha producido una significativa disminución del porcentaje de españoles que consideran que la situación política es mala o muy mala. Aunque, y como ocurría desde el comienzo de este año, a finales de 2016 los ciudadanos valoran peor la situación política, que la económica.
2. El sorpasso que no fuesorpasso
Podemos quiso convertirse en el partido más votado por el electorado de izquierda. Pero no lo logró. Los resultados de las elecciones del 20 de diciembre de 2015 colocaron a la formación morada en tercera posición, quedándose por detrás de los socialistas a algo más de 300.000 votos y con 21 escaños menos. Rotos los puentes para intentar formar un gobierno con el PSOE y Ciudadanos, la segunda oportunidad para adelantar al PSOE llegaría en las elecciones del 26 de junio. El contexto parecía propicio para Podemos, ya que los socialistas se presentaban debilitados por no haber conseguido formar gobierno. Además, junto a sus alianzas territoriales en Cataluña, Comunidad Valenciana y Galicia, Podemos también se presentaba con Izquierda Unida. Los sondeos apuntaban a que el sorpasso (esta vez) sí se produciría. Pero tras las (esperanzadoras y fallidas) previsiones electorales y encuestas a pie de urna, llegó la hora del recuento y, con ella, la decepción para Podemos. No sólo esta formación no había conseguido adelantar al PSOE, sino que, en la suma con Izquierda Unida, habían perdido un millón de votos. Únicamente el mantenimiento del mismo número de escaños (71) entre ambas formaciones respecto a los comicios de diciembre y la pérdida de 5 escaños del PSOE, permitía a Podemos minimizar el golpe. En todo caso, 2016 no ha sido el año del sorpasso.
3. Un año agridulce para Ciudadanos
Ciudadanos aspiraba a convertirse en el partido que tuviera la llave de la gobernabilidad. Y aunque esta formación ha jugado un importante papel en la formación del actual gobierno de Rajoy, no ha sido la fuerza decisiva que pretendía ser. Tampoco su entrada en la escena nacional ha sido tan arrolladora como se esperaba. Y ello a pesar de que muchos factores jugaban a su favor. En la antesala de las elecciones generales de diciembre de 2015, los populares parecían encontrarse en horas bajas. Los cuatro años al frente del gobierno, los recortes llevados a cabo y los escándalos de corrupción habían supuesto un importante desgaste para el Partido Popular. Un desgaste que no conseguía capitalizar el PSOE. Frente a los dos grandes partidos, Ciudadanos se presentaba como la nueva opción electoral de los votantes de centro, con un programa económico de corte liberal, con propuestas sociales y medidas para combatir la corrupción. El líder de esta formación, Albert Rivera, era el mejor valorado por la ciudadanía. Las expectativas electorales eran alentadoras. De acuerdo con la encuesta preelectoral del CIS, se estimaba que Ciudadanos podía llegar a ser la tercera fuerza política en el Congreso y conseguir hasta 66 escaños. Sin embargo, las urnas arrojaron una realidad menos halagüeña. Esta formación acabó situándose como la cuarta fuerza política y, con 40 escaños, no tenía por sí sola la llave de la gobernabilidad. Ya fuera eligiendo al PP o al PSOE, la suma con Ciudadanos no era suficiente para formar gobierno. Pero su posición empeoraría aún más tras los comicios del 26 de junio en los que, lejos de sacar rédito a su perfil pactista y centrista, y tras haber intentado infructuosamente junto al PSOE formar gobierno, vio cómo su fuerza parlamentaria disminuyó hasta los 32 asientos, mientras el PP crecía. Algo que no le impidió, y nuevamente desde la condición de partido que no tenía en exclusiva la llave de la gobernabilidad, jugar el papel de fuerza política clave en la formación de gobiernos; en este caso del PP. Está por ver si es éste el perfil que, en los próximos años, le permitirá a Ciudadanos consolidarse y crecer en el ámbito nacional o, si por el contrario, se expone al peligro de quedar como una fuerza política desdibujada.
4. El año horribilis del PSOEhorribilis
Golpeados por los malos resultados electorales y las dificultades para recuperar a su electorado tradicional, los socialistas han estado sumidos en los últimos cinco años en una profunda y contenida crisis (de liderazgo, proyecto político y estrategia). Una crisis que en 2016 acabó por estallar cuando llegó la hora de decidir si el PSOE intentaba gobernar con Podemos y las fuerzas nacionalistas o si, por el contrario, dejaba gobernar al Partido Popular. Los malos resultados alcanzados por los socialistas en las elecciones autonómicas celebradas en Galicia y el País Vasco a finales de septiembre fueron utilizados para hacerse con el control del partido por los críticos, encabezados por Susana Díaz, con la línea seguida por el sector liderado por Pedro Sánchez. La batalla de los socialistas fue retransmitida en tiempo real y se saldó el 1 de octubre con la dimisión de Sánchez como Secretario General del partido. Bajo la dirección una Comisión Gestora, 68 de los 85 diputados socialistas permitieron a finales de octubre, con su abstención a la investidura de Rajoy, la formación de un gobierno en minoría del PP. La operación de los críticos concluía con éxito, aunque el futuro inmediato del partido queda pendiente de ser resuelto el próximo año con la elección del nuevo o nueva Secretaria General.
5. División en el “núcleo irradiador”
Si Podemos echase la mirada atrás, en los años 2014 y 2015 sólo encontraría alegrías: una exitosa irrupción en las europeas, una atracción mediática descomunal, el subidón en las encuestas y nada más y nada menos que 5 millones de papeletas moradas. El 2016 también les ha dejado alegrías, entre otras la feliz confluencia con IU y la consolidación electoral en torno al 20%. Pero también algunas amarguras. Fundamentalmente dos: primero, no haber conseguido el sorpasso al PSOE y, segundo, la formalización de corrientes internas: pablistas vs. errejonistas. La batalla latente cristalizó en marzo tras una sonora dimisión de diputados autonómicos próximos a Errejón en la Comunidad de Madrid, seguida de la destitución del Secretario de Organización del partido morado y de un estruendoso silencio del número dos durante 14 días. Ya no había que escarbar para identificar los alineamientos de los dirigentes de segundo rango. Las familias se hicieron facciones. Mientras la lucha se trasladó a diferentes niveles sub-estatales, la segunda asamblea general del partido (Vistalegre 2) puso en el horizonte el escenario de la gran batalla. El 2016 cierra la vida interna del partido en máxima tensión. Si las búsquedas en Google representan el interés de la gente sobre algún tema -como muestra el gráfico de popularidad de la búsqueda de términos como “errejonistas” o “errejonismo” (Google Trends)- este, sin dudas, fue el año de la división en el “núcleo irradiador”.
6. Año Mariano
En el 2016, Mariano Rajoy volvió resistir. Ni los casos de corrupción, ni la comunicación vía plasma, ni la transformación del sistema de partidos (con su particular fractura en el centro-derecha) han conseguido que el gallego santiagués se caiga de la silla. A pesar del cambio generacional en la clase política, su liderazgo dentro del PP no ha sido puesto en cuestión y cerca de 8 millones de votantes han vuelto a apostar por él como Presidente de Gobierno. Durante el 2016, la valoración de Rajoy entre su electorado se ha mantenido estable e incluso ha logrado cierta mejoría, hecho que contrasta con el resto de líderes y muy en particular con la de Pablo Iglesias, cuyas valoraciones entre sus propios votantes son hoy sustancialmente peores de lo que eran a inicios de año. Con ello, Rajoy ha conseguido erigirse como el líder mejor valorado, arrebatándole la primera posición a Pablo Iglesias. El 2016 ha sido un año malo para muchos dirigentes políticos, pero no para Mariano Rajoy.
7. Los legados de la crisis: más servicios, aunque haya que pagarlos
La recuperación económica en España permite empezar a hablar del escenario post-crisis y de cómo se ha transformado España durante esta. En nuestro país existe un apoyo generalizado al Estado del Bienestar, y éste parece haberse intensificado durante los últimos años. Cuando se pregunta a los ciudadanos si en una escala del 0 al 10 prefieren más servicios aunque eso signifique subir los impuestos (valor de 0) o reducir los impuestos aunque ello conlleve reducir las prestaciones sociales (valor 10), el promedio es algo más favorable a los servicios en el 2016 (3,7) que en el 2011 (4,1).
Las diferencias entre izquierda y derecha en el 2016 no son muy pronunciadas y el promedio se sitúa por debajo del 5 en toda la escala ideológica. No obstante, la distancia entre la izquierda y el centro-izquierda ha aumentado ligeramente en 2016 respecto al 2011, mientras que las posiciones entre el centro-izquierda y el centro-derecha son más parecidas que hace 5 años (posiciones 4, 5 y 6). Ello tiene un reflejo en la posición de los votantes, pues quienes apoyan a Unidos Podemos y confluencias (promedio de 2,8) son mucho más favorables a los servicios que los votantes del PSOE (4) y de Ciudadanos (3,9).
Gráfico 7. Relación entre ideología y preferencia por más servicios aunque signifique subir impuestos (valor de 0) o reducir impuestos aunque conlleve reducir prestaciones sociales (valor 10)
8. Los millennials y la política
Uno de los vocablos del año han sido los millennials, esa generación que llega a la mayoría de edad con el nuevo milenio. Aparte de cuestiones como la crisis económica, de la que hemos hablado repetidamente en este blog, la transformación del sistema de partidos tienen también que ver con la llegada a la política de una nueva generación con valores y perspectivas sobre la democracia distintas de sus mayores. Una mayor aceptación del multipartidismo, una mayor exigencia de representación y, como muestra el gráfico, una visión de la democracia como algo más que un sistema de votación de gobiernos.
9. Lo que nos espera. La generación Z, conectada a internet ....
Hemos hablado mucho de los millennials. Pero la siguiente generación -la generación Z- ya está aquí. Esta es precisamente la generación que ha realizado las pruebas PISA este año. Aunque los días posteriores a la publicación de los microdatos PISA 2015 trajeron un torrente de opiniones más o menos fundamentadas sobre sus resultados, en los primeros meses de 2017 empezaremos a ver los análisis más fiables y de mayor profundidad. Cuestionarios y muestras como los que utiliza la OCDE en este estudio sirven para mucho más que para especular sobre las causas que sitúan a ciertos países y territorios por encima de otros en función de las competencias de sus estudiantes. Por ejemplo, ¿os sorprendería saber que casi el 70% de los estudiantes de secundaria en España dicen que se sentiría “muy mal” si no pudiera conectarse a Internet? (ver el panel izquierdo del gráfico). Este parece ser un rasgo transversal a toda la “Generación Z”, ya hablemos de niños o niñas, de hijos de padres más o menos educados y, dentro de la variación de meses que da la muestra, a los de mayor y menor edad (véase el panel de la derecha). Dado que estos niños nacieron en los primeros años del siglo XXI y que son ya prácticamente nativos digitales, conocer sus opiniones con muestras de tanta calidad permite vislumbrar algunos rasgos de la sociedad a medio y largo plazo.
Gráfico 9. Reacciones de los estudiantes de 15/16 años ante la idea de no tener acceso a Internet (panel izquierdo) y diferencias por educación de los padres, sexo y edad (panel derecho)
10. ...y a los móviles
La generación Z también es la primera que está conectada al móvil desde edad temprana. En 2016, más de la mitad de los niños de 11 en España tenían su teléfono móvil. En los últimos ocho años, los de la crisis, la edad de acceso al móvil entre la población de entre 10 y 15 años se ha rejuvenecido, como se aprecia en el gráfico. En primer lugar, un cuarto de los niños de 10 años ya tienen su propio móvil a esa edad. Y a la edad de 15 años sólo un 6 por ciento de los niños carecen de él. Es evidente que España no escapa a la tendencia dominante en los países ricos. En Estados Unidos, la edad media de acceso a teléfono móvil propio se redujo de los 12 años en 2012 a los 10 en 2016.
En otras palabras, no hay familia que se salve. Antes o después acaba surgiendo el asunto; a menudo en modalidad de conflicto. Como en casi todo lo que tiene que ver con la educación de los hijos, no parece haber reglas infalibles, no hay una edad óptima a la que podemos permitir a nuestros hijos tener su propio móvil sin preocuparnos por ello. Todo depende tanto de la madurez del niño, como de la frecuencia y tipo de uso que den al dispositivo. Pero si de los estudios que tenemos, de los que podemos leer buenos resúmenes resumen aquí y aquí, podemos sacar algún consejo útil, yo diría que es este: cuanto más tarde, mejor. Mis mejores deseos para quienes afrontarán esta tarea en 2017.