España es uno de los países con la tasa de fecundidad más baja del mundo, en torno a 1,3 hijos por mujer desde 2011, y llevamos ya por debajo de la tasa de reemplazo (2,1 hijos por mujer) casi tres décadas. Durante el boom económico, muchos pensaron que la inmigración arreglaría un poco este desastre; ahora, con la calma que da la distancia, podemos examinar si realmente fue así y en qué medida. Y más importante, podemos reflexionar sobre cómo se anuncia la contribución futura de la inmigración al rejuvenecimiento de la población española.
Hemos juntado los datos de la Encuesta de Fecundidad y Valores realizada por el CIS en 2006 y la de la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2007, para reconstruir las trayectorias reproductivas completas de las mujeres autóctonas e inmigrantes que residían en España antes de la crisis, y así poder compararlas para determinar hasta qué punto se ha producido o no cierta convergencia en su comportamiento, o no.
El objetivo es examinar para quién se produce la transición al primer hijo, al segundo y, en su caso, al tercero, y a qué edad tienen lugar dichas transiciones. Analizando cada transición por separado pretendemos comparar no sólo los niveles de fecundidad entre diferentes grupos de mujeres inmigrantes en España con los de las mujeres nacidas en España, sino también determinar si hay variaciones en el calendario vital de la maternidad de unas y otras. En definitiva, averiguar si unas tienen más hijos que otras, y si los tienen antes o después y, a ser posible, los motivos.
En el análisis inicial hemos incluido a todas las mujeres inmigrantes que habían pasado algún año de su vida reproductiva (entre los 15 y los 49 años de edad) en España, sin distinguir si el hijo lo tuvieron ya en España o en el país de origen antes de venir. Esto nos permite comparar el comportamiento reproductivo de ambas poblaciones, la autóctona y la inmigrante, al completo, y capturar mejor la potencial contribución que la inmigración acaba haciendo al rejuvenecimiento de la población española pues, en muchos casos, esos hijos que nacieron allá vinieron a España con sus madres (y padres), o fueron reagrupados después para quedarse durante años o incluso de forma permanente.
Cuando solo tenemos en cuenta la edad y el origen de la mujer, e ignoramos otras características que pueden influir también en las decisiones reproductivas de las mujeres, los resultados obtenidos indican lo siguiente:
- Entre las mujeres inmigrantes que llegaron a España ya en edad de tener hijos (16 años o más), a las que llamamos de primera generación, la transición al primer hijo se produce siempre y para todos los grupos de origen analizados (europeas, latinoamericanas, magrebíes y otras) a edades más tempranas que entre las de origen español. Así se puede ver en el gráfico 1 que indica cómo se aumenta la proporción de mujeres de cada grupo que pasa de no tener hijos a tener el primero, a medida que se van haciendo mayores.
- Por el contrario, la transición al segundo hijo para las que ya habían tenido un primero es menos frecuente entre las inmigrantes que entre las de origen español, con la única excepción de las magrebíes que tiene mayor probabilidad de tener un segundo hijo que el resto.
- Sin embargo, cuando examinamos la probabilidad de tener un tercer hijo para las inmigrantes y las autóctonas que ya han tenido el segundo, las inmigrantes de nuevo muestran niveles más altos que las españolas.
Gráfico 1. Curva de supervivencia de la transición al primer hijo, comparando mujeres autóctonas e inmigrantes de primera generación, con independencia de dónde tuvieran su primer hijo (en el país de origen o en España)
Fuente: Encuesta de Fecundidad y Valores (CIS) y Encuesta Nacional de Inmigrantes (INE). Nota: el gráfico indica la proporción de mujeres de cada grupo que pasa a ser madre por primera vez a medida que avanza la edad.
En un segundo paso, hemos repetido los análisis pero comparando ahora las mujeres nacidas en España no con todas las inmigrantes sino solo con aquellas que llegaron a España sin ningún hijo; es decir, con mujeres que comenzaron o pueden comenzar su vida reproductiva en España. El gráfico 2 muestra justamente la imagen inversa al gráfico 1: en este caso, las mujeres inmigrantes retrasan la maternidad incluso más que las españolas. O dicho de otro modo, lo que veíamos en el gráfico 1 se debe solo y exclusivamente a que muchas de las mujeres inmigrantes residentes en España en 2007 eran madres ya al momento de emigrar a España, habían tenido su primer hijo (y quizá también el segundo o incluso el tercero en sus países de origen), y por ello lo tuvieron a una edad más temprana que las españolas, si ese era el patrón dominantes de entrada a la maternidad en aquellos lugares. Muchas de estas madres inmigrantes han traído a España a todos o a algunos de sus hijos, pues el proceso de reagrupación ha sido intenso y rápido en nuestro país. Pero las inmigrantes que vinieron en edad de ser madres pero sin haberlo sido aún, han experimentado transiciones a la maternidad sustancialmente más tardías que las españolas.
Gráfico 2. Curva de supervivencia de la transición al primer hijo, comparando mujeres autóctonas e inmigrantes de primera generación que vinieron sin haber sido madres
Fuente: Encuesta de Fecundidad y Valores (CIS) y Encuesta Nacional de Inmigrantes (INE). Nota: el gráfico indica la proporción de mujeres de cada grupo que pasa a ser madre por primera vez a medida que avanza la edad.
Cuando además de la edad y el origen de las mujeres incorporamos al análisis la información sobre el nivel educativo, experiencia laboral previa, estado civil, tamaño de la familia de origen, etc. de las mujeres autóctonas e inmigrantes, los resultados en lo fundamental se mantienen, con alguna variación importante para las marroquíes que parecían más proclives a tener el primer hijo o al menos a tenerlo más temprano pero que, una vez que se descuenta el efecto que el bajo nivel de instrucción entre este grupo, se revelan no más proclives ni más adelantadas en su transición al primer hijo que las españolas con el mismo nivel de estudios.
Por último, y para complementar un poco la visión de futuro hemos examinado también los patrones reproductivos de las mujeres inmigrantes que llegaron a España siendo niñas pero que ya estaban en edad reproductiva al momento de la encuesta, a las que llamamos la generación intermedia o generación 1,5 (porque está entre la primera y la segunda generación de inmigrantes). Los resultados sugieren aún una entrada a la maternidad más tardía que la de sus homólogas españolas, para todos los grupos de origen, y a partir de eso momento clara convergencia en el segundo y tercer hijo entre latinoamericanas y las autóctonas, y clara divergencia de las magrebíes que siguen mostrando mayor probabilidad de tener un segundo y un tercero que las españolas.
Estudios anteriores sugieren que la migración interrumpe la trayectoria reproductiva de las mujeres pero sólo de modo temporal; sin embargo, nuestros resultados indican que, en España, la mayoría de las mujeres inmigrantes que vinieron antes de ser madres no han logrado compensar el efecto distorsionador que la migración tuvo sobre su maternidad. Si además, el grupo más numeroso, el de las latinoamericanas, tiene el primer hijo más tarde, tiene menor probabilidad de tener un segundo y sus hijas, las de la generación 1.5 apuntan a la covergencia con los patrones reproductivos de las españolas similares a ellas, parece poco probable que los hijos de las inmigrantes vayan a poder sacar a España de la cabeza del ranking de países de fecundidad muy baja y tardía.
Podemos leer esto como una buena noticia, como un indicador más de integración. Sin embargo, sabemos que España lidera también el grupo de países de la UE en los que la diferencia entre el número de hijos deseado y alcanzado es mayor. Es decir que, en términos generales, la baja fecundidad de las españolas es más fruto de la imposición (del mercado de trabajo, del coste de la vivienda, de la escasez de servicios de guardería, etc.) que reflejo de sus preferencias. Y que esto se reproduzca también entre las inmigrantes no parece precisamente motivo de júbilo. Los resultados, por tanto, subrayan una vez más la imperiosa necesidad de buscar fórmulas eficaces para repartir de modo más equitativo el coste asociado a la crianza de los hijos. Mientras no lo hagamos, las inmigrantes no tendrán los hijos que nosotras tampoco tenemos.
*Los resultados presentados aquí son fruto de la colaboración de varias investigadoras (Teresa Castro, Lisa Kraus y Tatiana Eremenko) de @poblacion_csic en el marco del proyecto FamiliesAndSocieties