Nadie duda de la importancia del papel central de las elecciones en nuestras democracias. Para que sean percibidas como legítimas, es imprescindible que se realicen de forma válida y creíble. Las formas de quebrantar la integridad de una elección son variadas. En 2013, por ejemplo, la Comisión Electoral Australiana perdió una urna con los votos de una escuela de Australia Occidental. Las consecuencias fueron la dimisión del máximo responsable de la entidad y la pérdida de crédito del Australian Electoral Commission –el organismo encargado de realizar las elecciones. En otros contextos, los problemas son mucho más serios y pueden llevar a problemas de legitimidad mucho más graves.
¿Qué criterios utilizamos para saber si una elección se ha llevado a cabo con “integridad”? Desde el Electoral Integrity Project -una iniciativa conjunta de las universidades de Harvard y de Sydney- acabamos de publicar el segundo informe, con sus consiguientes datos, titulado The Year in Elections 2014. En dicho informe, expertos electorales evalúan las elecciones celebradas durante el año pasado. El tercer lanzamiento de la base de datos del Índice de Percepción Electoral (PEI) cubre 127 elecciones parlamentarias y presidenciales celebradas entre Julio de 2012 y Diciembre de 2014, incluyendo 107 países alrededor del mundo.
Los datos se obtienen a partir de una encuesta global realizada a 1429 expertos nacionales con una tasa de respuesta de 29%. Un mes después de cada elección, se envía un cuestionario cubriendo 49 indicadores del ciclo electoral, que permiten realizar una detallada valoración de la votación. Las respuestas se agrupan en una de las once dimensiones del ciclo electoral[1]. A modo de resumen, creamos el índice PIE, que resume los 49 indicadores en una escala estandarizada de 0 a 100 puntos[2].
Somos conscientes de algunas críticas que se hacen a las encuestas de expertos. Por ello, hemos realizado varios análisis (aparecidos aquí o aquí) tanto de validez interna –consistencia dentro del grupo de expertos- como externa –con otras fuentes de datos distintas. Los análisis se pueden hacer a tres niveles: experto, elección y país. Los datos son públicos y están disponibles en: http://thedata.harvard.edu/dvn/dv/PEI y en nuestra página web: www.electoralintegrityproject.com
Las elecciones menos íntegras del 2014 fueron las que se celebraron en Egipto, Mozambique, Afghanistán, Bahrain y Syria. Las más íntegras fueron las de Lituania, Costa Rica, Uruguay, Suecia y Nueva Zelanda. El mapa representa la integridad electoral de los 107 países que han celebrado las 127 elecciones en todo el periodo comprendido[3].
De las once dimensiones analizadas para las elecciones, hay dos en las que, por regla general, los países suelen obtener buenos resultados: la reacción a la presentación de los resultados y la configuración de los distritos electorales. Los peores resultados se obtienen por el contrario en los detalles del proceso de votación y en cómo se financian las campañas.
Me voy a centrar en este último problema, la financiación de la campaña. Aunque en España estemos lamentablemente acostumbrados, con casos que afectan al mismo partido en el gobierno, los problemas asociados a cómo los partidos y candidatos financian sus campañas no son un problema exclusivamente nuestro. En los últimos años, han estallado escándalos en Reino Unido –donde Peter Cruddas, uno de los tesoreros del partido conservador ofrecía acceso al Primer Ministro por 250.000 libras-, Estados Unidos –este editorial del New York Times es suficientemente claro-; Kenya –con el caso conocido como Anglo Leasing-, Alemania –durante los últimos años de Helmut Kohl-, Brasil –con el Mensalao y los pagos del PT a cambio de apoyo legislativo; o en el estado de Nueva Gales del Sur en Australia –donde miembros del equipo del primer ministro aceptaban donaciones ilegales. A diferencia de otros, estos dimitieron.
El segundo mapa, que representa los indicadores relativos a la financiación de la campañas, muestra que hay muy pocos casos en los que este aspecto de las elecciones funcione con integridad. Y tenemos pocos indicios de que vaya a mejorar en el corto plazo. Sólo como ejemplo, piénsese en las próximas elecciones presidenciales argentinas, en las que según algunas proyecciones, el candidato ganador gastará más de 100 millones de euros. Nosotros estaremos atentos.
[1] Las dimensiones del ciclo electoral que capturamos son las leyes electorales, los procedimientos electorales, las fronteras de los distritos, el registro de los votantes, el registro de partidos y candidatos, los medios de campaña, la financiación de la campaña, el proceso de votación, el conteo de votos, los resultados y las EMBs (organismos encargados de organizar las elecciones).
[2] Aunque hay muchas formas posibles de agregación, optamos por sumar todas las variables en un índice de integridad electoral. Para ello, primero revertimos los resultados de las preguntas que están formuladas de forma negativa; después agregamos los valores y normalizamos esta variable en una escala de 0 a 100 facilitando la interpretación de los datos. Esta escala incluye los 49 indicadores de la encuesta. Si los investigadores prefieren centrarse en algunas partes del cuestionario o crear índices alternativos, lo pueden hacer al disponer de los datos de forma gratuita en http://thedata.harvard.edu/dvn/dv/PEI
[3] Como se ve en el mapa, Cuba y Corea del Norte aparecen como elecciones de integridad moderada. El reporte completo detalla cómo interpretar esto. No quiere decir, en absoluto, que estos países puedan ser consideradas democracias liberales o electorales.