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¿Estamos más politizados que antes de la crisis?

Si entendemos el concepto de ‘politización’ de un modo no muy definido pero sí en relación al interés, el conocimiento, la implicación y la percepción que los ciudadanos tenemos sobre la política, existen motivos para pensar que tras una crisis política e institucional como la vivida en España a partir del 2008 debería haber aumentado el nivel de ‘politización’ de la ciudadanía.

Cabe contemplar la posibilidad de que los españoles hoy se interesen y se informen más sobre las cuestiones públicas, que se involucren incluso en algún tipo de participación política o que, al menos, en su día a día compartan conversaciones relacionadas con asuntos públicos con algo mayor de frecuencia. Pero lo contrario también podría ser posible. La desafección política e institucional desencadenada por la crisis económica podría haber contribuido a que la ciudadanía se sienta aún más alejada de las cuestiones políticas, concentrando su interés y sus recursos en otras cuestiones.

Estas dos posibles reacciones ante un momento de adversidad política y económica han sido recogidas por la literatura académica en ciencia política. En concreto, en relación a la participación electoral. Por un lado la ‘hipótesis de la movilización’ sostiene que momentos de crisis deberían producir ciudadanos críticos con ansias de castigar a los responsables políticos, produciendo así un efecto de movilización. Por el contrario, la ‘hipótesis del abandono’ defiende exactamente lo opuesto: una persona que se enfrente a situaciones de adversidad (desempleo, empobrecimiento, estrés laboral, etc.) siempre resultará menos propensa a preocuparse sobre cuestiones que vayan más allá de sus problemas inmediatos o a implicarse en cuestiones políticas.

Después del surgimiento del fenómeno del 15-M, de la progresiva movilización social (las mareas del cambio) y de que el sistema de partidos saltase por los aires, lo lógico sería sospechar que tras el revolcón de la crisis los españoles estamos más politizados que antes.

No obstante, también es cierto que la primera oportunidad que tuvimos para corroborar con cierta nitidez si se producía ese cambio nos devolvió una foto que no se ajustaba muy bien a lo esperado: el porcentaje de participación electoral de las elecciones de diciembre de 2015 estuvo por debajo de lo que todos imaginábamos. Si bien aumentó en relación al 2011, la participación electoral estuvo por debajo de la registrada en el 2008 y en el 2004. Un dato nada irelevante si tenemos en cuenta que el 20D se presentaba como unas de las elecciones más competidas de nuestra historia.

En este post me limitaré a presentar un breve análisis descriptivo de algunos datos de encuesta comparando un período precrisis (2006-2008) con uno más reciente (2013-105) con el objetivo de vislumbrar si se han producido o no algunos cambios. Todos los datos provienen de estudios del CIS. [1]

Empecemos por la visión que los ciudadanos tienen sobre la política. El gráfico 1 recoge la media de los porcentajes de respuestas a favor (De acuerdo) o en contra (En desacuerdo) sobre la idea de que la política es tan complicada que la gente común no puede entender lo que pasa. Esta pregunta se suele utilizar en los estudios de comportamiento político para mediar la ‘eficacia política interna’, es decir, una manera de capturar la percepción subjetiva de los ciudadanos respecto a su capacidad de involucrarse, informarse y participar de una forma significativa en las cuestiones políticas. Para el período anterior a la crisis (2006-2008) cerca de la mitad de los encuestados (51,7%) estaban de acuerdo con esta afirmación, pero en los últimos años este porcentaje disminuyó notablemente, cayendo más de diez puntos porcentuales (39,5%). Del mismo modo, ahora son más los que niegan la idea de que la política no va con ellos. Éstos han pasado de una media de 32% a 45,6%.

 

El segundo gráfico explora si los ciudadanos creen que la política ejerce una importante influencia en sus vidas. Una suerte de reconocimiento sobre el poder de las cuestiones públicas sobre la vida cotidiana de la gente. Si bien antes del 2008 ya cerca del 65% de los encuestados se mostraban de acuerdo con esta afirmación, tras la crisis económica, y los cambios políticos que le siguieron, el apoyo medio a la misma pregunta alcanzaba el 78,5%. Visto desde la otra cara de la moneda, los que negaban la influencia de la política pasaron de ser, en media, siete puntos porcentuales menos, del 16% al 9%.

 

El tercer gráfico recoge los porcentajes de apoyo o rechazo hacia una afirmación que me permitiré llamar ‘el consejo de Franco’. Es decir, los de acuerdo y desacuerdo antes y después de la crisis en relación con la frase ‘Es mejor no meterse en política’. Para el período 2006-2008, el porcentaje de encuestados que declaraban estar de acuerdo con esta frase era más de la mitad, el 53%. Una vez atravesado el grueso de la crisis económica y habiendo experimentado cambios significativos en nuestra vida política, ahora son casi diez puntos porcentuales menos, un 44%, los que asienten ante ‘el consejo de Franco’. Dicho en tono positivo, la diferencia entre los que dicen que es mejor no meterse en política que los que reniegan de esta idea es menor ahora que antes.

 

 

En los tres siguientes gráficos exploramos algunas preguntas que suelen utilizarse para medir los niveles de información política entre la ciudadanía. En concreto contrastamos, entre período y período, los cambios en el consumo de información política en la TV, radio y prensa escrita. Como se puede apreciar, tanto en lo que se refiere al consumo de noticias en la radio o en la TV (Gráfico 4) o de programas televisivos y/o radiofónicos que no son de noticias pero que son sobre política (tertulias, análisis, entrevistas) (Gráfico 5) las cosas apenas han cambiado. Lo mismo sucede en relación a la lectura de la sección de política en los periódicos (Gráfico 6).

 

 

 

Que estos indicadores de información política no hayan registrado movimientos importantes después de los cambios políticos acontecidos en lo que va del 2008 a la actualidad no implica necesariamente que el interés por la política no haya cambiado. De hecho, eso es lo que muestra el siguiente gráfico. En este caso, sólo podemos comparar los años 2008 y 2015 por falta de datos para construir la media de los períodos utilizados en los demás gráficos. Como se aprecia en el Gráfico 7, el porcentaje de encuestados que declara mucho o bastante interés en las cuestiones políticas ha aumentado nueve puntos porcentuales, del 29.5% al 38.5%. Aunque siguen siendo más –aunque ahora son unos menos– los que manifiestan poco o ningún interés en la política (el 70% en 2008, el 61% en 2015).

 

 

Finalmente presentamos dos gráficos que nos sirven para saber si las cuestiones de índole política se han colado en nuestro día a día a través de las conversaciones que tenemos con nuestros familiares y amigos. Antes de la crisis (2006-2008) sólo el 41% de los encuestados declaraba mantener conversaciones de política con sus familiares con cierta regularidad, mientras que en los últimos tres años el porcentaje medio ya es del 58% (Gráfico 8), esto es dicisiete puntos más. Asimismo, y en contra de lo que sucedía antes del 2008, ahora menos de la mitad indica que ‘raramente’ o ‘nunca’ habla de política con la familia.

 

Algo similar pasa si nos centramos en las conversaciones políticas con amigos. Como muestra el Gráfico 9, la media del período 2013-2015 ha aumentado más de dieciocho puntos porcentuales, del 40% al 58%. Un porcentaje que también cae a menos de la mitad, del 54% al 46%, si miramos a aquellos que dicen que ‘raramente’ o ‘nunca’ hablan de política con sus amigos.

 

 

Estos datos aportan una serie de indicios a favor de la idea de que la sociedad española está hoy un poco más 'politizada' que ayer. No obstante, dejan más preguntas que respuestas. ¿Podría ser que algunos sectores sociales se hayan 'politizado' más que otros? En cualquier caso, ¿se trata de un movimiento al alza que pronto volvería a su punto de equilibrio si se relaja la intensidad de la competición electoral y se estabiliza el sistema de partidos? Y si la respuesta a esta última pregunta fuese negativa y sea cierto que en realidad caminamos a una sociedad más 'politizada', ¿podríamos decir que existe una relación entre sociedades complejas y el nivel de 'politización' de sus ciudadanos? Es decir, ¿el nivel de interés, conocimiento e implicación en la política está asociado al número de ejes de competición política (de conflicto) –en nuestro caso de clase, generacional, territorial– reflejados de alguna manera en la fragmentación del sistema de partidos?

Todo esto, sin duda, excede al alcance de este post. Pero resulta sugerente para un análisis comparado. Intentaremos volver sobre ello.

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[1] Estudios CIS 2633 (2006), 2672 (2007), 2749 (2008), 3001 (2013), 3041 (2014), 3114 (2015).

Si entendemos el concepto de ‘politización’ de un modo no muy definido pero sí en relación al interés, el conocimiento, la implicación y la percepción que los ciudadanos tenemos sobre la política, existen motivos para pensar que tras una crisis política e institucional como la vivida en España a partir del 2008 debería haber aumentado el nivel de ‘politización’ de la ciudadanía.

Cabe contemplar la posibilidad de que los españoles hoy se interesen y se informen más sobre las cuestiones públicas, que se involucren incluso en algún tipo de participación política o que, al menos, en su día a día compartan conversaciones relacionadas con asuntos públicos con algo mayor de frecuencia. Pero lo contrario también podría ser posible. La desafección política e institucional desencadenada por la crisis económica podría haber contribuido a que la ciudadanía se sienta aún más alejada de las cuestiones políticas, concentrando su interés y sus recursos en otras cuestiones.