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PP y Ciudadanos, ¿Mejor Unidos? En Galicia, no

En las últimas semanas Ciudadanos ha decidido impulsar una nueva fórmula política para afrontar el nuevo ciclo electoral: la coalición preelectoral con el PP bajo el nombre de Mejor Unidos. Y para justificar esta operación política, la líder interina de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ha recurrido a uno de los argumentos clásicos cuando se conforman coaliciones preelectorales: la necesidad de hacer frente común ante un contexto de alta polarización.

En efecto, en contextos de gran confrontación política, cuando se percibe que los rivales políticos tienen intereses peligrosos e incluso ilegítimos, los partidos políticos pueden considerar que los “frentes” (o coaliciones) electorales son el mejor instrumento para impedir que el enemigo se haga con el poder.

Pero ¿realmente un frente constitucionalista como “Mejor Unidos” es la fórmula más eficiente para ganar? O, dicho de otro modo, ¿los escaños que se pueden lograr presentándose juntos es mayor que presentándose cada uno con sus propias siglas? Para responder a esta pregunta debemos tener en cuenta que una coalición preelectoral de la naturaleza de “Mejor Unidos” puede generar dos tipos de efectos: uno mecánico y otro psicológico.

El efecto mecánico de las coaliciones preeelectorales tiene que ver con el sistema electoral. Los sistemas electorales (responsables de traducir los votos en escaños) provocan en mayor o menor medida un sesgo favorable a los partidos mayoritarios. Los sistemas electorales son una especie anti-Robin Hood o de Sheriff de Nottingham (como diría el politólogo Pedro Riera), pues se dedican a robar escaños a los partidos pobres para dárselos a los partidos ricos. El objetivo de las coaliciones preelectorales es precisamente luchar contra ese anti-Robin Hood, pues se pretende concentrar el voto y, con ello, lograr que el sistema electoral te beneficie.

Este argumento es válido sobre todo en sistemas electorales poco proporcionales, que imponen más dificultados a que los partidos pequeños logren escaños. En las elecciones gallegas la mayor distorsión que provoca su sistema electoral es la barrera del 5%. Quienes se quedan por debajo no pueden optar al reparto de escaños. El principal beneficio que permitiría una coalición preelectoral entre PP y Ciudadanos sería probablemente rescatar esos votos perdidos de Ciudadanos si se quedara por debajo del umbral del 5% como ya le ocurrió en 2016. Probablemente tendría un efecto más bien modesto sobre el reparto final de escaños, pero ante unas elecciones especialmente competidas, estos pocos escaños añadidos al PP gracias a su alianza con Cs podrían incluso decidir quien gobierna.

Desde esta perspectiva parecería lógico que Feijóo estuviera interesado en aceptar la oferta de Ciudadanos de concurrir juntos. Sin embargo, esta conclusión sólo tiene en cuenta el efecto mecánico de las coaliciones preelectorales e ignora el segundo efecto, el psicológico. Éste hace referencia a que no se puede asumir que una coalición entre dos partidos sea la suma de los votos que lograrían cada uno de ellos yendo por separado.En muchas ocasiones no es así. Las coaliciones pueden generar rechazo a una parte de los votantes tradicionales de cada partido. Ese rechazo se puede traducir fácilmente en deserciones, ya sea hacia otras formaciones políticas o hacia la abstención.

Tenemos al menos dos ejemplos recientes en España de que 1+1 no siempre es igual a 2. La alianza entre Podemos e IU en 2016 alejó a una parte del electorado tradicional de Izquierda Unida, que se paso a la abstención y a las filas del PSOE. Y la coalición entre ERC y Convergència bajo el paraguas de Junts Pel Sí en las elecciones “plebiscitarias” de 2015 espantó a muchos votantes independentistas de izquierdas que prefirieron votar a los anticapitalistas de la CUP antes que asociarse al partido de Artur Más, artífice de severos recortes sociales pocos años atrás.

La pregunta clave para saber si el PP gallego le interesa aceptar la plataforma Mejor Unidos es intuir el efecto psicológico que generaría esta coalición. A mi entender existen poderosos indicios de que dicho efecto psicológico podría ser muy dañino para los intereses de Feijóo. El motivo: polarizar la campaña electoral autonómica en torno la cuestión nacionalista puede lastrar las perspectivas electorales del PP gallego.

Me explico. Ciudadanos apuesta por un frente constitucionalista, de defensa de la nación española ante los ataques de los nacionalismos periféricos, y que sitúe el conflicto nacionalista en el primer plano de la agenda política. Esta receta puede ser altamente nociva para el actual electorado del PP en Galicia. Como muestro en el gráfico 1 (datos de la postelectoral del CIS de 2016), el PP gallego es muy transversal en la dimensión identitaria. Ciertamente tiene más fuerza entre quienes se sienten más españoles que gallegos, pero cosecha unos muy buenos resultados, superiores al 20% en recuerdo de voto, incluso entre quienes se sienten sólo gallegos. De hecho, entre este último colectivo, el PP seguiría siendo la primera fuerza en recuerdo de voto, prácticamente empatado con el BNG.

De hecho, no puede entenderse la tradicional hegemonía del PP en Galicia sin tomar en consideración el perfil “galleguista” de esta formación política. Se trata de un hecho diferencial muy notable, que no se encuentra en otras comunidades históricas como Cataluña y País Vasco. En esta dos comunidades, el atractivo electoral del PP está altamente condicionado por la identidad nacional. Su presencia es muy marginal (o inexistente) entre quienes se sienten más catalanes o vascos que españoles.

El gráfico 2 muestra la correlación de fuerzas en Galicia en las elecciones de 2016 en función de si el votante se autodefine como nacionalista gallego. Los datos muestran de nuevo que el PP consigue penetrar con fuerza entre el electorado que se declara nacionalista gallego, empatando con En Marea. Los datos indican que uno de los principales activos electorales de Feijóo, y del PP gallego en general, es su gran transversalidad en lo identitario. Este hecho es suficiente argumento para desaconsejar una aventura con Ciudadanos que pretenda polarizar la competición política en torno a la dimensión nacionalista. De ser así, es de prever que la plataforma Mejor Unidos acabe por generar desafecto en muchos votantes galleguistas del PP y dinamite su transversalidad. Mi lectura de los datos es que el efecto psicológico de una coalición con Ciudadanos tendría un saldo negativo. En efecto, hay indicios muy poderosos que apuntan a que Mejor Unidos no lograría ser la suma de las partes (PP y Ciudadanos), sino que provocaría la salida de muchos votantes del PP que se sienten gallegos y que no verían con buenos ojos a un PP sumándose a una estrategia de polarización.

En definitiva, el presidente Feijóo tiene sobrados motivos para rechazar la oferta de Mejor Unidos. Al fin y al cabo, el PP gallego no debería esperar nada bueno de formar parte de una coalición preelectoral de corte nacionalista español, pues esta entraría en colisión con uno de sus principales activos electorales: su transversalidad en lo identitario.

En las últimas semanas Ciudadanos ha decidido impulsar una nueva fórmula política para afrontar el nuevo ciclo electoral: la coalición preelectoral con el PP bajo el nombre de Mejor Unidos. Y para justificar esta operación política, la líder interina de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ha recurrido a uno de los argumentos clásicos cuando se conforman coaliciones preelectorales: la necesidad de hacer frente común ante un contexto de alta polarización.

En efecto, en contextos de gran confrontación política, cuando se percibe que los rivales políticos tienen intereses peligrosos e incluso ilegítimos, los partidos políticos pueden considerar que los “frentes” (o coaliciones) electorales son el mejor instrumento para impedir que el enemigo se haga con el poder.