En las últimas semanas numerosos artículos están intentando explicar por qué España se ha situado, de nuevo, a la cabeza del número de contagios en Europa. Se hace referencia a importantes causas estructurales, como una desescalada precipitada, la falta de datos y de rastreadores o un sistema sanitario debilitado. Posiblemente estas causas estructurales sean las más importantes, pero también suelen aparecer explicaciones relacionadas con las actitudes de los españoles en la salida del confinamiento y el verano. Por ejemplo, se ha hablado de exceso de confianza en la “nueva normalidad”. ¿Existen datos que nos permitan validar este segundo tipo de explicaciones? Si existieran, idealmente nos gustaría tener datos sobre estas actitudes antes de la desescalada y ya en la nueva normalidad y, además, tener las mismas medidas en un conjunto amplio de países que han tenido una incidencia distinta del virus. Pues eso es precisamente lo que ofrece la encuesta de Eurofound Living, working and COVID-19 que vio la luz la semana pasada (observación: se trata de una encuesta online en los 27 países de la Unión Europea. La muestra no es probabilística, pero los resultados han sido ponderados por características de cada uno de los países para hacerlos lo más representativos posibles).
El estudio consta de dos rondas de encuestas online, una primera que coincide con las semanas en las que la mayor parte de países europeos alcanzaron el pico de contagios de la primera ola (9 abril – 1 mayo) y una segunda ronda que empieza al día siguiente del comienzo oficial de la nueva normalidad en España y que se extiende hasta finales de julio (22 junio – 27 julio). Por tanto, podemos comparar las actitudes y expectativas de una Europa confinada (en abril) con otra que veía los pocos “rayos de luz” que nos ha dado este año (en julio). Para intentar ver si los españoles se “confiaron” más que otros europeos, voy a comparar los niveles de optimismo entre las dos rondas, en concreto la pregunta “Soy optimista acerca de mi futuro”, y los datos que mostraré se refieren al porcentaje de personas que están de acuerdo o muy de acuerdo con tal afirmación.
El gráfico 1 muestra la diferencia entre el porcentaje de ciudadanos optimistas durante la “nueva normalidad” y el confinamiento en Europa. Mientras que muchos ciudadanos escandinavos (Finlandia y Suecia) se volvieron más pesimistas con respecto al futuro, muchos franceses y españoles recuperaron el optimismo. En media, los europeos (EU) incrementaron moderadamente su optimismo como cabría esperar con el paso del confinamiento a una situación de cierta normalidad. Además, es importante tener en cuenta que los cambios en el porcentaje de optimistas no coinciden con el nivel de optimismo o pesimismo durante el confinamiento. Así, por ejemplo, Portugal y Croacia eran de los países con menos optimistas en abril y aún aumentaron su nivel de pesimistas en julio. Por el contrario, Austria estaba entre los más optimistas en abril y aumentó aún más su optimismo en la segunda ronda. España se encontraba a mitad de la tabla en el confinamiento, con un porcentaje de optimistas idéntico a la media europea (49%) y, sin embargo, es el segundo país donde más aumentó el optimismo.
Pero lo más interesante del gráfico anterior es precisamente que los dos países donde más se incrementó el porcentaje de optimistas son también los dos que lideran la tabla de contagios en la segunda ola del virus. Con objeto de comprobar si esta relación es más general, en el gráfico 2 muestro la relación entre el cambio en el optimismo (recordemos, medido en julio) y el nivel de contagios por 100.00 habitantes en cada país en la segunda ola del virus (desde el 1 de agosto al 1 de octubre). En el gráfico vemos una relación moderada entre el aumento del porcentaje de optimistas y los contagios desde agosto. España y Francia suponen un ejemplo muy claro del aumento en estas dos medidas y Finlandia el caso contrario. También hay bastantes países cercanos a la línea de tendencia y, por supuesto, algunos (como Alemania e Italia) que muestran que esta relación está lejos de ser perfecta. Por tanto, tenemos evidencia basada en una encuesta europea que indica que allí donde creció más el número de optimistas acerca del futuro han aumentado también más los contagios. Por supuesto, para dar esta explicación por válida necesitaríamos saber más del comportamiento de esas personas que se volvieron optimistas y si esto está relacionado con la propagación de contagios. Por ahora solo tenemos una correlación sugerente en este sentido.
¿Cómo interpreto el aumento de número de optimistas en España (y Francia) y su posible relación con los contagios? Probablemente esta medida de optimismo nos dice algo de varios fenómenos que estaban pasando al mismo tiempo. El optimismo, por sí mismo, no contagia el virus y, si es cierto que los dos fenómenos están relacionados, seguramente lo están a través de otros factores estructurales como los mencionados al comienzo de esta entrada. Por ejemplo, el exceso de optimismo podría haber hecho que ciudadanos y administraciones se relajaran en los preparativos para la siguiente ola.
También sería interesante estudiar qué causó el aumento de optimistas en España. Aquí van un par de hipótesis por las que empezar. Por una parte, para mantener un confinamiento estricto como el que se dio en España, tanto administraciones públicas como empresas privadas lanzaron campañas publicitarias cargadas de optimismo. Por otra parte, el intento de tener una temporada turística lo más normal posible hizo que la vuelta a la normalidad (justo en el momento donde se pasa la segunda ronda de encuestas) fuese muy rápida. Todo ello es lo que ha llevado a bastantes expertos a hablar del exceso de confianza o de relajación y, ahora podríamos decir, de optimismo por parte de los españoles. Por tanto, con los datos que vamos teniendo, mi interpretación de lo que ocurrió en la desescalada y efímera “nueva normalidad” en España es que aquel incremento del optimismo pudo ser también el caldo de cultivo de una segunda ola que está golpeando con especial dureza a España.
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