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¿Y si a Podemos no le interesaran unas nuevas elecciones?

Finalmente ocurrió lo que sabíamos que iba a ocurrir: Pedro Sánchez no consiguió su investidura. Tras sumar solo el apoyo de su partido y Ciudadanos se quedó lejos de la mayoría requerida. El acalorado debate entre Iglesias y Sánchez fue la antesala del voto negativo del grupo Podemos-En Común-En Marea. Esta investidura, no obstante, es un punto de partida, más que un punto de llegada, pues da inicio a una cuenta atrás de dos meses en los que las negociaciones se volverán a abrir. Y para este período, me sorprende lo fácil que se ha asumido que a Podemos lo que le interesa es que desemboque en nuevas elecciones. No niego que existen buenas razones para pensar así. La perspectiva del sorpasso al PSOE y el buen hacer que hasta ahora ha demostrado Podemos en las campañas electorales son argumentos a favor de esa tesis. No voy a ahondar en ellos porque ya han sido bastante desarrollados. Pero hay cuatro cuestiones que se ignoran con frecuencia en el análisis y que cuestionan la idea de que lo mejor para Podemos son nuevas elecciones.

Volatilidad y estabilidad

Empecemos por lo importante. Nadie sabe qué ocurriría en una repetición electoral. Por un lado, las últimas encuestas muestran en general un panorama bastante estable. Según estas, los resultados de unas nuevas elecciones no arrojarían un panorama muy distinto del que ya tenemos y las subidas y bajadas de los distintos partidos no serían muy significativas. Por otro lado, es cierto que venimos de una etapa de enorme volatilidad. El mismo Podemos irrumpió con mucha fuerza en las encuestas para debilitarse después y finalmente recuperar gran parte del terreno perdido. Esta volatilidad todavía está latente y se acrecienta porque los partidos nuevos todavía no han tenido tiempo de consolidar las lealtades partidistas. Una nueva elección en la situación actual es una incógnita para todos los partidos -sobre todo los nuevos- que tal vez les salga bien, pero que también puede salir muy mal.

¿Cómo digerirán los ciudadanos una legislatura fallida?

Independientemente de si la volatilidad latente es grande o no, cabe pensar que si hubiera unas nuevas elecciones una cuestión fundamental será cómo procesen los ciudadanos este período de negociaciones e investidura(s) fallida(s). No tengo claro que Podemos se beneficie de este proceso. Es cierto que cuenta con un argumento poderoso: puede erigirse como el defensor de un pacto de izquierdas, que además, es preferido por sus votantes y por los votantes del PSOE. Pero, del mismo modo, existen grandes riesgos. Primero, Podemos es, en parte, resultado de un estado de ánimo. Recordemos su lema en las elecciones europeas interpelando a los ciudadanos sobre cuándo fue la última vez que votaron con ilusión. Este discurso queda muy desactivado en unas nuevas elecciones. Sabemos que cuando a los ciudadanos se les pide el voto en elecciones consecutivas, la ilusión suele decrecer y como resultado los niveles de participación y movilización disminuyen notablemente. Además, los ciudadanos con expectativas depositadas sobre Podemos como motor de cambio pueden quedar algo frustradas después de seis meses de punto muerto. La legislatura fallida puede ser la constatación para algunos de que una mayoría liderada por Podemos está muy lejana y devolver a estos ciudadanos a la abstención.

En segundo lugar, sabemos que los votantes tienden a rechazar las situaciones de inestabilidad y, aunque existe poca evidencia comparada, suelen premiar las opciones que ven como capaces de desbloquear la situación. En este sentido, para Podemos es arriesgado presentarse al electorado con un bagaje de “noes” en los meses anteriores. El inevitable juego de atribución de la responsabilidad sobre la reedición de las elecciones es muy probable que no beneficie a Podemos. A la vez, el que Pedro Sánchez se haya presentado a la Cámara como candidato a la investidura y la visibilidad ganada en ese proceso puede haberle situado en el punto focal para un nuevo Gobierno.

¿Y si hay sorpasso, qué?sorpasso

El argumento que más oímos a favor de que Podemos quiere nuevas elecciones es que puede conseguir el ansiado sorpasso al PSOE. Como decía, no me parece tan evidente que Podemos aumentase su voto en unas nuevas elecciones. Pero, ¿y si lo logrará? No voy a ser el que niegue un alto poder simbólico a esto, aunque creo que no debemos sobrevalorarlo. No olvidemos que estamos en un sistema parlamentario en el que, como hemos dicho repetidamente, gobierna quien consiga los apoyos en la investidura. Esto sirve para explicar por qué no se sostiene el argumento de Rajoy de que debe gobernar la lista más votada. Siguiendo este mismo argumento, que Podemos supere al PSOE no tiene por qué tener grandes consecuencias en las posibles combinaciones para formar gobierno. En un nuevo ciclo de negociaciones y conversaciones para proponer un nuevo candidato a la investidura, el Rey puede no conceder a Iglesias el poder de formar gobierno si no hay perspectivas de que vaya a formar una mayoría, aunque haya superado al PSOE. En este sentido, el movimiento de Sánchez de conseguir primero el acuerdo con Ciudadanos creo que tiene, entre otras cosas, la intención de bloquear las consecuencias de un eventual sorpasso y presentarse ante el Rey en un nuevo ciclo negociador como el más capaz de forjar la deseada mayoría. Tal vez el sorpasso no sea tan relevante.

Las confluencias

Por último, las confluencias. Las dificultades para reeditarlas con éxito es probablemente el argumento más extendido para explicar los riesgos para Podemos de una nueva convocatoria electoral. Y no es un argumento menor. Las tres provincias donde más escaños se reparten son Madrid, Barcelona y Valencia y en dos de ellas se presentaron inmersos en las confluencias. En Barcelona y Valencia, dos de sus mejores resultados a nivel nacional, mantener las alianzas no será fácil. Compromís ya ha formado grupo propio en el Congreso y parece decidido a defender la agenda valenciana por separado. Los movimientos de Ada Colau y En Comú para formar un nuevo partido y la imposibilidad de haber cumplido la promesa de que tendrían grupo parlamentario propio tampoco aventuran que la reedición de la confluencia sea automática. Sin confluencias aseguradas, Podemos se vería debilitado electoralmente.

Estas reflexiones no pretenden analizar el “No” de Podemos a la investidura de Sánchez, pero sí intentar explicar por qué no creo que Podemos se vaya a jugar todo a nuevas elecciones en estos dos meses. Como decía al principio, ayer no terminó nada, sino más bien es el inicio de un nuevo proceso. Y estas cuatro cuestiones pueden ser algunas claves para la estrategia de Podemos en las próximas semanas.

Finalmente ocurrió lo que sabíamos que iba a ocurrir: Pedro Sánchez no consiguió su investidura. Tras sumar solo el apoyo de su partido y Ciudadanos se quedó lejos de la mayoría requerida. El acalorado debate entre Iglesias y Sánchez fue la antesala del voto negativo del grupo Podemos-En Común-En Marea. Esta investidura, no obstante, es un punto de partida, más que un punto de llegada, pues da inicio a una cuenta atrás de dos meses en los que las negociaciones se volverán a abrir. Y para este período, me sorprende lo fácil que se ha asumido que a Podemos lo que le interesa es que desemboque en nuevas elecciones. No niego que existen buenas razones para pensar así. La perspectiva del sorpasso al PSOE y el buen hacer que hasta ahora ha demostrado Podemos en las campañas electorales son argumentos a favor de esa tesis. No voy a ahondar en ellos porque ya han sido bastante desarrollados. Pero hay cuatro cuestiones que se ignoran con frecuencia en el análisis y que cuestionan la idea de que lo mejor para Podemos son nuevas elecciones.

Volatilidad y estabilidad