El propósito de este post es hacer una evaluación tentativa de la política lingüística en Catalunya desde una perspectiva comparada. Este análisis es particularmente pertinente en el contexto actual en el que existe un conflicto enquistado sobre el estatus político de Catalunya. Con esta evaluación pretendo extraer algunas conclusiones sobre lo que ha supuesto el Estado de las Autonomías para Catalunya, su lengua y su identidad propias.
El modelo de política lingüística en Catalunya nace de la Ley de Normalización Lingüística de 1983 y se consolida con la Ley de Política Lingüística de 1998. Esta legislación establece un modelo educativo de inmersión en el que el catalán se constituye como lengua vehicular de la enseñanza no universitaria. Esto implica que, al margen de las horas dedicadas a la lengua castellana, durante la mayor parte del tiempo lectivo se emplea el catalán. Ciertamente Catalunya no es el único territorio con una lengua distinta de la mayoritaria del país en el que se encuentra. Además del resto de territorios de España donde se hablan lenguas distintas del castellano, podemos identificar Québec en Canadá, Valonia en Bélgica, Tirol del Sur en Italia, y Gales en el Reino Unido, entre otros.
En comparación con estos casos, el modelo lingüístico adoptado en Catalunya es único. Es el más ambicioso a la hora de promover la lengua propia en el sistema educativo. Salvo Valonia, ninguno de los demás territorios tienen la lengua “autóctona” como lengua vehicular universal. En Québec, por ejemplo, aunque la mayor parte de las escuelas imparten las clases en francés, los niños tienen derecho a educación pública en inglés si alguno de sus padres recibió su educación primaria inglés (aquí). En Tirol del Sur existe a todos los efectos un sistema separado, con escuelas públicas monolingües en alemán y otras escuelas monolingües en italiano (aquí). Un modelo parecido está en vigor en Gales, donde existen dos sistemas, las “Welsh-medium schools” (con el Galés como lengua en que se imparte la educación), que suman aproximadamente el 16% de todas las escuelas, y las “English-medium schools”, el resto (aquí). Quedan por tanto Catalunya y Valonia como territorios cuya lengua propia es la lengua vehicular de la educación pública.
Pero hay un aspecto crucial que, a mi entender, hace que el modelo lingüístico catalán sea el más ambicioso. La lengua vehicular de la escuela en Valonia, el francés, es la lengua materna ampliamente mayoritaria de la región (aquí). En cambio, en Catalunya la lengua vehicular de la enseñanza no coincide con la lengua nativa mayoritaria, que es el castellano. Así lo indica la encuesta de usos lingüísticos del IDESCAT, el instituto de estadística de la Generalitat de Catalunya. De acuerdo con la encuesta más reciente de la que se disponen datos, la de 2013[1], la distribución de lenguas maternas (“llengua inicial”) es la que aparece en el gráfico siguiente:
Así pues, un 31% de los residentes en Catalunya tienen el catalán como lengua inicial mientras un 55% son de lengua materna castellana. La naturaleza mayoritaria del castellano como lengua inicial es bastante estable: También aparece en las dos encuestas anteriores, cuyos trabajos de campo se realizaron en 2003 y 2008 (aquí y aquí).
Desde el punto de vista de la promoción del catalán y de su dinamismo social, el modelo de inmersión ha sido un éxito. Seguramente nunca en la historia había existido un número tan alto de personas capaces de entender, hablar, y escribir el catalán. De acuerdo con la encuesta más reciente, 5.900.000 personas de más de 15 años entienden el catalán, 5.027.000 lo hablan, y 3.776.300 lo saben escribir (aquí, página 5). Asimismo, la desproporción entre catalán y castellano respecto a la lengua inicial de los catalanes se reduce si observamos cuál es la lengua de uso habitual o la lengua de identificación. Así, mientras que el catalán es la lengua inicial para solo un 31% de catalanes, un 43% tienen el catalán como lengua de identificación y un porcentaje similar lo utiliza habitualmente. Las ilustraciones 2 y 3 muestran estas distribuciones. Esta tendencia positiva aparece también respecto a la transmisión intergeneracional de la lengua. Mientras que sólo un 30% declara utilizar el catalán con sus padres o con sus abuelos, esta proporción asciende al 37% en las conversaciones con sus hijos. A mi entender, estas tendencias en favor del uso del catalán puede atribuirse, al menos parcialmente, al efecto de la escolarización en catalán. Así pues, creo que puede afirmarse que la lengua catalana, al menos en Catalunya, goza de buena salud (un debate distinto es el de la salud del idioma en el resto de territorios con lenguas propias del mismo sistema lingüístico (Islas Baleares o la Comunidad Valenciana).
Estos datos, a mi juicio, ponen en valor lo que han supuesto estos últimos 40 años de Estado de las Autonomías y de autogobierno para Catalunya. El modelo de inmersión ha cumplido (al menos en parte) el objetivo que se planteó: Extender el uso del catalán en los distintos ámbitos de la sociedad catalana. Lo ha hecho, como señalaba antes, desde un punto de partida no demasiado halagüeño dado que el catalán no es la lengua materna mayoritaria. Asimismo, se trata de un modelo que tiene respaldo constitucional, como atestigua la sentencia del Tribunal Constitucional de 1994 (Sentencia 337/1994, de 23 de diciembre, sobre la Ley de Normalización Lingüística). Esta es la situación actual. Y aunque el statu quo siempre tiene un aire poco “sexy”, creo que tiene un valor que no debemos perder de vista.
El propósito de este post es hacer una evaluación tentativa de la política lingüística en Catalunya desde una perspectiva comparada. Este análisis es particularmente pertinente en el contexto actual en el que existe un conflicto enquistado sobre el estatus político de Catalunya. Con esta evaluación pretendo extraer algunas conclusiones sobre lo que ha supuesto el Estado de las Autonomías para Catalunya, su lengua y su identidad propias.
El modelo de política lingüística en Catalunya nace de la Ley de Normalización Lingüística de 1983 y se consolida con la Ley de Política Lingüística de 1998. Esta legislación establece un modelo educativo de inmersión en el que el catalán se constituye como lengua vehicular de la enseñanza no universitaria. Esto implica que, al margen de las horas dedicadas a la lengua castellana, durante la mayor parte del tiempo lectivo se emplea el catalán. Ciertamente Catalunya no es el único territorio con una lengua distinta de la mayoritaria del país en el que se encuentra. Además del resto de territorios de España donde se hablan lenguas distintas del castellano, podemos identificar Québec en Canadá, Valonia en Bélgica, Tirol del Sur en Italia, y Gales en el Reino Unido, entre otros.