Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
La preocupación por la nueva emigración de los españoles está oscureciendo, intencionadamente o no, una reflexión necesaria sobre la situación de la población de origen inmigrante y sus reacciones frente a la crisis. Sabemos que los inmigrantes, en especial si continúan siendo extranjeros, están sufriendo el desempleo y todo lo que éste conlleva con mayor crudeza aún que la población autóctona. Los motivos son bien conocidos: concentración en sectores más precarizados, mayor debilidad de sus redes sociales, vulnerabilidad legal y, en una medida siempre difícil de precisar, discriminación. Por si todo ello fuera poco, algunas de las medidas de nuestro gobierno como la privación de asistencia sanitaria a los extranjeros en situación irregular solo contribuyen a hacer aún más precaria la vida cotidiana de los extranjeros en nuestro país. Ante ello, parece lógico asumir que muchos optarán por marcharse, si no lo han hecho ya. Quizá esa era la meta no confesada de una medida socialmente dañina que, desde luego, no se justifica por el ahorro que supuestamente produce.
El gráfico 1 claramente indica que la crisis ha acentuado la marcha de extranjeros, aunque no para todos ni con la misma intensidad. Entre 2008 y 2012 las salidas de los originarios de la UE-15 y de la Europa del Este se han triplicado y duplicado respectivamente, mientras que las de los latinoamericanos se han multiplicado sólo por 1,3. Pero entre los africanos y asiáticos las salidas se han reducido ligeramente.
Gráfico 1. Bajas anuales de extranjeros en el Padrón por salida de España por cada 100 empadronados del mismo origen a comienzos de cada año (2007-2012).
Fuente: Estadística de Variaciones Residenciales y Padrón Municipal de Habitantes, INE.
Por tanto, no parece ni mucho menos evidente que el aumento del desempleo conduzca al retorno como salida frente a la crisis, al menos no de forma inmediata. Los africanos son el ejemplo más paradigmático. Su tasa de empleo cayó, entre los hombres, casi 30 puntos entre fines de 2007 y fines de 2010, y 15 entre las mujeres. Y sin embargo su tasa de emigración no ha aumentado en absoluto durante la crisis, sino casi lo contrario.
Es más, ningún colectivo ha superado desde que empezó la crisis las 10 salidas anuales por cada 100 empadronados. Se trata de una tasa de retorno relativamente baja si tenemos en cuenta que en 2008, por ejemplo, la OCDE estimaba que entre un 20 y un 50 por ciento de sus inmigrantes la abandonaban en los cinco años siguientes a su llegada. Es cierto que los datos disponibles distan de ser perfectos, pues proceden en su mayor parte de operaciones de ajuste registral por las que la administración da de baja en los padrones municipales a personas que se comprueba que ya no viven aquí, sin saber exactamente para la mayoría de ellos a dónde se han dirigido ni cuándo. Pero incluso si se estuviera marchando el doble de los que logramos contabilizar, la intensidad de la emigración de extranjeros seguiría sin alcanzar ni siquiera el mínimo estimado por la OCDE en época de bonanza.
¿Qué podría explicar esta resistencia al retorno? Seguramente lo mismo que en su día explicó la emigración: el invencible deseo de buscar lo mejor para los tuyos, para tus hijos, para tu pareja, para tus padres… De hecho, parece que no son pocos los inmigrantes que siguen considerando España como un buen lugar para sus familias, pese a la gravedad de la crisis. En una encuesta a adolescentes de entre 14 y 16 años y sus padres realizada en Madrid a mediados de 2011 en el marco del Proyecto Chances, el 69% de los padres inmigrantes con hijos de esa edad afirmaron que les gustaría que sus hijos vivieran en España de mayores. Entre los motivos que citaban para explicar su deseo mencionaron en primer lugar el convencimiento de que España es un país que ofrece más oportunidades de futuro que otros países y, a continuación, la idea de que España es en general un buen país por la calidad de vida que ofrece.
Estos deseos dan sentido a las diferencias por sexo y edad que se observan en los datos registrales de emigración de los extranjeros desde que empezó la crisis. En primer lugar, las mujeres inmigrantes, menos golpeadas por el desempleo que los hombres, y más proclives siempre a haber reagrupado a sus hijos en España, son también la que menos se marchan, como puede apreciarse para colectivos muy diferentes en el Gráfico 2.
Gráfico 2. Salidas anuales por cada 100 empadronados por sexo y país de nacionalidad, 2012
Fuente: EVR 2012. INE. Elaboración propia.
En segundo lugar, los menores de 20 años abandonan España mucho menos que el resto, como sugiere el Gráfico 3 para los principales colectivos latinoamericanos, lo que parece confirmar la idea de que las familias ya reagrupadas con sus hijos en España se resisten más a retornar pese a la crisis.
Gráfico 3. Salidas anuales por cada 100 empadronados por edad y país de nacionalidad, 2011.
Fuente: EVR 2011. INE.
Y es que, la reagrupación familiar, que se completó en España a un ritmo vertiginoso (antes de que empezara la crisis, el 80% de las parejas y el 60% de los hijos menores de 18 años ya habían sido reagrupados), modifica la lógica y los tiempos del retorno. Ya no es solo si tienes trabajo o no, si eres capaz de enviar remesas o no, lo que pesa en la decisión de hacer las maletas y volver por donde un día viniste. Ahora son también los chicos escolarizados, sus amigos del cole, el trabajo de tu pareja… ya son los planes de todos, los billetes de avión de todos, los amigos de todos. En definitiva, los extranjeros, como los españoles, se resisten a abandonar un país donde han echado raíces, donde han trabajado, donde han adquirido viviendas, donde han tenido y criado a sus hijos. Se resisten a abandonar un país que también es el suyo.
Pero a lo largo de 2012 hemos detectado cómo las diferencias entre hombres y mujeres, y entre menores y adultos, en la propensión al retorno empiezan a atenuarse. Esto sugiere que, también como con los españoles, la crisis y su persistencia empiezan a hacer mella y vence incluso a los más resistentes, que eran sin duda los más y mejor integrados. Un motivo más para la preocupación.
Estas y otras muchas reflexiones sobre la reciente evolución de la inmigración en España y el impacto de la crisis sobre ella pueden encontrarse en el libro multi-autor recién editado por Alianza Editorial y titulado España y la Inmigración. ¿Integración sin modelo? (2013).
*El Proyecto Chances está financiado por el CEACS de la Fundación Juan March, el CSIC y el Ministerio de Economía y Competitividad. Sus datos serán de acceso público en 2016.
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