Existen muchas formas de evaluar las perspectivas de secularización en un contexto determinado. En esta entrada propongo reflexionar sobre una con enorme relevancia para cualquier sociedad tradicional y, especialmente, para las de mayoría musulmana: la opinión con respecto a la influencia que los textos religiosos deben tener en el desarrollo del ordenamiento jurídico.
Históricamente, las sociedades de tradición suní se han diferenciado en el peso que otorgaban al Corán (y a las tradiciones sobre el Profeta) en el desarrollo de las leyes frente a otras alternativas. Brevemente, países como Indonesia y Malasia pertenecen a la escuela Shafi’i, que fomenta el consenso inspirado en precedentes. En Senegal, y en África Occidental, predomina la escuela Malikí que incorpora los llamados usos de la ciudad de Medina y reflexiones generales sobre el bien común. La escuela Hanafí, para muchos la más liberal por su flexibilidad en el uso de la analogía y la razón, abarca países como Jordania, Pakistán y Turquía. La escuela Hanbalí, la más restrictiva, con epicentro en Arabia Saudí, limita el razonamiento por analogía a situaciones excepcionales.
El párrafo anterior puede parecer un exotismo caduco. Sin embargo, un gran número de ciudadanos en ciertos países de mayoría musulmana siguen pensando que las leyes deben reflejar, más o menos estrictamente, las enseñanzas del Corán. De hecho, las encuestas indican que los contrarios a que las leyes se adapten al contenido del Corán parecen estar en minoría (2015 Global Attitudes Survey del Pew Research Center). Este es el caso del 36% de los turcos, el 16-17% de los indonesios, malasios y senegaleses, el 7% de los jordanos y el 2% de los paquistaníes. No contamos con el mismo dato para Arabia Saudí pero seguramente, de conocerlo, no defraudaría.
Estas cifras permiten hacerse una idea de dónde estamos, incluso teniendo en cuenta la limitación que supone concentrarse en un único indicador para reflexionar sobre un tema tan complejo. Aunque no se ofrezcan datos históricos para vislumbrar una tendencia, podemos preguntarnos si semejantes niveles de apego a la tradición son una constante entre generaciones. En concreto, ¿existe en estos países una fractura generacional entre, por ejemplo, los millennials y sus abuelos?
La respuesta a esta pregunta está en la Figura 1. El eje vertical registra el porcentaje de encuestados en cada país que mostró su acuerdo con la opción ‘[l]as leyes NO deben estar influidas por las enseñanzas del Corán’. El eje horizontal refleja tres grupos de edad: los menores de 35 años, los de 36 a 60 y los de más de 60. Como se puede ver, con una única excepción, no existen indicios de una brecha generacional.
Figura 1. Porcentaje de encuestados por grupos de edad para quienes las leyes no deben estar influidas por las enseñanzas del Corán
Fuente: Global Attitudes Survey de 2015 (Pew Research Center). Otros países con muestra en este estudio (Burkina Faso, Líbano, Nigeria) han sido excluidos por la composición religiosa de su población.
Nota: Estimaciones obtenidas de un modelo de probabilidad lineal (0: las leyes deben seguir [estrictamente o no] las enseñanzas del Corán; 1: las leyes no deben estar influidas por las enseñanzas del Corán). La muestra excluye los “NS/NC”. No existen diferencias por sexo de los encuestados.
En cinco de los seis casos seleccionados, pertenecientes a tradiciones jurídicas diferentes, los millennials son similares a sus abuelos en esta dimensión clave para la secularización y la modernización. Unos y otros son igualmente partidarios de aceptar el Corán como inspirador de las leyes, lo que no implica necesariamente que jóvenes y mayores hayan adoptado esta posición tan conservadora como resultado de las mismas vivencias (o de las mismas presiones sociales).
La excepción a todo ello son los jóvenes turcos, quienes en uno de cada dos casos se inclinan por rechazar la influencia de la religión en la producción de leyes. No resulta extraño que sea así ya que Turquía experimentó durante décadas un intenso proceso de secularización (hoy en entredicho). Esto explica también la posición que adoptan los mayores de 36 años en Turquía.
Aunque cada uno pueda juzgar si el escaso apoyo a la secularización del ordenamiento jurídico en estos seis países va con el ritmo de los tiempos, resulta sorprendente que los jóvenes, punta de lanza del cambio social, sean tan poco partidarios como sus mayores de limitar la influencia de la religión en las leyes tal y como se ve en estos datos.
Hoy por hoy, con algunas excepciones, no parece que el relevo generacional vaya a implicar el establecimiento de una masa crítica de ciudadanos partidarios de apoyar una agenda secularizadora en muchos países de mayoría musulmana. Habrá que ver cuál será la posición de la generación Z.
Existen muchas formas de evaluar las perspectivas de secularización en un contexto determinado. En esta entrada propongo reflexionar sobre una con enorme relevancia para cualquier sociedad tradicional y, especialmente, para las de mayoría musulmana: la opinión con respecto a la influencia que los textos religiosos deben tener en el desarrollo del ordenamiento jurídico.
Históricamente, las sociedades de tradición suní se han diferenciado en el peso que otorgaban al Corán (y a las tradiciones sobre el Profeta) en el desarrollo de las leyes frente a otras alternativas. Brevemente, países como Indonesia y Malasia pertenecen a la escuela Shafi’i, que fomenta el consenso inspirado en precedentes. En Senegal, y en África Occidental, predomina la escuela Malikí que incorpora los llamados usos de la ciudad de Medina y reflexiones generales sobre el bien común. La escuela Hanafí, para muchos la más liberal por su flexibilidad en el uso de la analogía y la razón, abarca países como Jordania, Pakistán y Turquía. La escuela Hanbalí, la más restrictiva, con epicentro en Arabia Saudí, limita el razonamiento por analogía a situaciones excepcionales.