Sin duda, la gran sorpresa electoral del pasado domingo fue la irrupción en el escenario político de Podemos. Los resultados son espectaculares: más allá del millón doscientos cincuenta mil votos que convirtieron a Podemos en el cuarto partido del país (tercero en cinco comunidades autónomas, entre ellas Madrid), a mí me ha sorprendido la capacidad de penetrar de forma exitosa en todo el territorio a sólo unos meses de su fundación. Es cierto que obtiene resultados espectaculares en lugares como Asturias o Madrid (¡o un 19% en la ciudad de Soria!), y algo peores en otros: en Andalucía y Extremadura (donde PSOE e IU obtienen mejores resultados que en resto del país), en Cataluña y el País Vasco (donde hay un sistema de partidos completamente diferente), y en general en lugares donde hay más oferta partidista. Pero incluso en estos lugares Podemos no deja de ser competitivo: logra superar el 5% de voto en Barcelona, el 6% en el País Vasco, y supera a Compromís en Valencia y al BNG en Galicia.
Lo que sigue es un ejercicio informado aunque especulativo (la premura y la naturaleza de los datos obligan a ello) sobre la naturaleza del voto a Podemos. Usaré fundamentalmente datos de la distribución del voto por distritos en la ciudad de Madrid, aunque datos procedentes de otros lugares parecen confirman muchas de las intuiciones que aquí se presentan, y las interpretaciones que se hacen aspiran a ser generalizables a todo el país.
1. Podemos activó a abstencionistas.
La participación en las elecciones del 25M no fue tan baja como algunos anticipaban. Sin duda, buena parte de este resultado se debe a la subida de la participación en Catalunya (más de doce puntos, como comentaba aquí ayer Lluis Orriols), pero incluso descontando al electorado catalán, en el resto de España la participación no sólo bajó respecto a 2009, sino que subió un poco respecto a las últimas elecciones europeas. ¿Tuvo que ver la aparición de este nuevo partido con que la abstención no se disparara como muchos preveían? Parece que sí. En el gráfico 1 se muestra la magnitud de la correlación, a nivel de distrito en Madrid, entre el cambio en la participación entre 2009 y 2014 y el porcentaje de apoyos a cada partido. Una correlación positiva de 1 se lee como una relación perfecta entre aumento de la participación y el porcentaje de votos de ese partido. Una correlación negativa de uno, una relación perfecta en el sentido contrario.
Gráfico 1. Correlación entre la evolución de la participación y el voto a cada partido a nivel de distrito en Madrid.
El voto a Podemos es el que esta más relacionado con un aumento de la participación (o el que más sufre cuando la participación cae). La correlación es muy fuerte: 0.8. Cada punto de incremento de participación respecto a 2009 está asociado a un aumento de más de un punto en el porcentaje de voto obtenido por Podemos. En contraste, Ciudadanos, Vox, y sobre todo, PP, tienen resultados mejores en aquellos lugares en donde la participación cae más. Por supuesto esto no quiere decir que todos los votantes de Podemos eran todos potenciales abstencionistas, pero el que la relación a nivel agregado entre la evolución de la participación y el voto a Podemos sea tan fuerte sí sugiere que Podemos ha logrado representar a sectores políticamente apáticos que no encontraban acomodo en las fuerzas políticas existentes.
2. Podemos es voto de clase y/o respuesta a la crisis.
Es bien sabido que la distribución espacial del voto suele estar relacionada con las características sociodemográficas del territorio. Éste es sin duda el caso de Madrid: los barrios ricos votan más al PP, y los más pobres al PSOE e IU. ¿La aparición de Podemos, junto a otros muchos nuevos partidos, ha diluido este componente “económico” del voto? Como indicador económico del distrito tomo el número de parados registrados (un indicador disponible a nivel de distrito y fuertemente correlacionado con el nivel de ingresos medio del distrito), en porcentaje sobre la población del distrito en edad de trabajar.
Gráfico 2. Relación entre el paro registrado en el distrito en proporción sobre población en edad de trabajar y % de voto a partidos.
El gráfico 2 muestra que el voto a los partidos tradicionales sigue estando fuertemente correlacionado con la situación económica del distrito, pero que el de los nuevos partidos también lo está (con la única excepción de UPyD). Mientras que Ciudadanos y Vox tienen claramente más éxito cuanto más rico es el barrio, Podemos (junto a PSOE e IU) obtiene más votos en los distritos más desfavorecidos. El distrito “Centro” es una excepción a este patrón (y es fácilmente identificable en el gráfico, lejos de la tendencia ascendente marcada por las demás observaciones): el porcentaje de voto a Podemos en Centro es mucho mayor al que correspondería por sus condiciones económicas. Basta darse un paseo por Lavapiés para que a uno se le ocurran explicaciones a esta anomalía. Mirando más allá de Podemos, si comparamos las elecciones del 2014 con las últimas europeas de 2009, podemos decir que el “voto de clase” por distritos en Madrid aumentó en estas elecciones, en el siguiente sentido: la izquierda mejoró respecto a 2009 en todos los distritos, pero lo hizo sobre todo en aquellos barrios de niveles de renta más bajo. (Se puede mostrar cómo ha sido en los distritos más desfavorecidos económicamente donde el PP ha perdido un porcentaje mayor de votos respecto a las elecciones pasadas).
Una explicación alternativa o complementaria a la naturaleza “de clase” del voto a Podemos es que no se trata tanto de un voto “de los pobres” como “de los castigados por la crisis”. (De hecho, el indicador usado en el gráfico mide más esta segunda dimensión que la primera). Dada la altísima correlación entre impacto de la crisis y nivel socioeconómico del distrito, es imposible distinguir entre las dos posibles explicaciones. Lo que es indiscutible es que son los distritos más pobres y castigados por la crisis donde el nivel de apoyo a Podemos es más alto (un vistazo a la distribución del voto a Podemos en Barcelona confirma esta idea).
3. Podemos es voto joven.
La semana pasada hablábamos del cada vez mayor peso del componente generacional en el comportamiento electoral en España. ¿Cómo encaja Podemos en este conflicto? La encuesta preelectoral del CIS ofrece algo de información, aunque muy limitada (sólo hay 53 individuos en esa encuesta que declaran intención de votar a Podemos, o dudan entre votar a Podemos y otra candidatura). En este pequeño conjunto de votantes, la edad media es, en comparación a la de los demás partidos, muy baja: uno de cada cuatro votantes de Podemos serían menores de 30 años. Si asumimos que la distribución de edades de los votantes de cada partido es la que refleja la encuesta del CIS, podemos hacer un sencillo ejercicio para estimar el número de votantes a cada partido por tramo de edad. Les ahorro ensuciar una servilleta de papel: dados los votos que obtuvo cada candidatura y con el perfil demográfico que muestra el CIS, entre los menores de 30 años tendríamos a Podemos casi empatado en número de votos con PP y PSOE.
Gráfico 3. Porcentaje de población mayor de 65 años en el distrito y % de voto a Podemos.
También en la distribución del voto por distritos podemos encontrar indicios del sesgo generacional del voto a Podemos. El gráfico 3 muestra que la formación liderada por Pablo Iglesias es más exitosa en aquellos barrios con población menos envejecida. Conviene señalar que este efecto persiste incluso después de descontar el efecto del perfil económico del distrito (los barrios ricos suelen ser también barrios más viejos). Es decir, a similar nivel de renta, Podemos obtiene resultados más votos cuanto más “joven” sea un distrito.
4. Podemos reconfigura la izquierda.
La cuestión del origen de los votantes de Podemos nos dará mucho que hablar en los próximos meses. Según la mini-muestra de votantes de Podemos que hay en la encuesta preelectoral del CIS, estos se dividirían casi a partes iguales entre exvotantes socialistas, de Izquierda Unida, y personas que no votaron en las elecciones de 2011. (Tómese con precaución: el tamaño de la muestra es extraordinariamente pequeño).
El gráfico 4 presenta otra forma de abordar esta cuestión, y muestra la relación (de nuevo con datos a nivel de distrito) entre el voto a Podemos y la evolución del voto entre 2009 y 2014 a Izquierda Unida y al PSOE. [Mientras escribo estas líneas, amigos de dentro y fuera de twitter han ido mostrando relaciones idénticas cuando se usan datos de distritos en Valencia, o mirando la distribución del voto por provincias].
Gráfico 4. Relación entre el cambio en puntos porcentuales del voto a IU y PSOE entre 2014 y 2009 y voto a Podemos en 2014.
Los lugares en los que Izquierda Unida crece son lugares en los que Podemos tiende a crecer también, aunque la relación es débil. Algo más fuerte es la relación entre la caída de voto al PSOE y el auge de Podemos. Es en los distritos donde el PSOE cae más donde Podemos obtiene más votos. ¿Significa esto que son antiguos votantes del PSOE los que votan a Podemos? Es una posibilidad, pero con estos datos de naturaleza agregada no podemos concluirlo (busquen “falacia ecológica” en la wikipedia). Lo que sí parece cierto es que aquellos lugares en los que el apoyo al PSOE se deteriora con más velocidad es donde más gente ha votado a Podemos. Si bien no podemos estar seguros de que PSOE y Podemos sean sustitutos a nivel individual, al menos sí parece que lo sean a nivel agregado.
¿Qué concluimos de todo esto? ¿Es Podemos un suflé televisivo, o está aquí para quedarse? Poco rotundas deberían ser las conclusiones cuando los análisis se hacen con tanta premura y cuando la naturaleza de los datos nos permite construir hipótesis pero no testarlas con rigor. En cualquier caso, mi sensación general después de todo este análisis es que las fuerzas que sostienen el voto de Podemos parecen ser lo suficientemente estructurales para pensar que esta formación no se disolverá como un azucarillo en las próximas contiendas electorales.