Cuando Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta de Castilla y León, decidió convocar elecciones anticipadas en aquella comunidad el pasado mes de diciembre, es probable que no se imaginara que sus opciones de repetir en el cargo tras los comicios iban a depender casi exclusivamente de llegar a algún tipo de acuerdo con el partido de derecha radical Vox. Sin embargo, el auge electoral de la formación de Santiago Abascal, sumado al peor resultado en la historia del Partido Popular en unas elecciones regionales en aquella autonomía y a la falta de disposición del Partido Socialista a pactar con Mañueco, abocan ahora al político popular a tener que decidir entre pactar con la derecha radical o convocar de nuevo elecciones. En este escenario, se oyen con fuerza voces que abogan por establecer un llamado “cordón sanitario” entorno a Vox que imposibilite que los partidos lleguen a acuerdos con esta fuerza radical. Pero ¿qué es un cordón sanitario y para qué sirve?
Con un origen claramente epidemiológico, en ciencia política se ha venido a llamar cordón sanitario a aquella estrategia que adoptan ciertos partidos políticos que se niegan a colaborar con otras fuerzas cuya ideología consideran inaceptable. Tanto en la historia (por ejemplo, en Bélgica o Finlandia en los años 30 del siglo pasado) como en la actualidad (los casos del Frente Nacional en Francia, de los Demócratas Suecos o de Alternativa por Alemania son paradigmáticos en este sentido), existen numerosos episodios de estas prácticas en el ámbito comparado. Algunos de ellos son repasados someramente en el influyente libro de Levitsky y Ziblatt Cómo mueren las democracias (Ariel, 2018). A pesar de lo frecuentes que han resultado estas estrategias en términos comparados y de sus indudables ventajas teóricas, tanto en términos de señalar a estos partidos como “apestados” no sólo a los ojos de votantes tácticos y/o moderados sino también a los de potenciales candidatos atractivos, como a propósito de bloquear su impacto en políticas públicas, lo cierto es que en nuestro país los cordones sanitarios han brillado por su ausencia. ¿Por qué no se producen los cordones sanitarios más a menudo, sobre todo en el caso español?
En primer lugar, desde el punto de vista teórico, un cordón sanitario puede contribuir a fomentar cierta imagen victimista de los partidos radicales que redunde en ganancias electorales para estas formaciones políticas. Pero es que además hay buenas razones desde el punto de vista empírico para dudar de la bondad absoluta de la conformación de los cordones sanitarios. En una investigación junto a Marco Pastor de la Universidad de Oxford que aparecerá en la revista Party Politics el año próximo, examinamos las consecuencias electorales de no establecer un cordón de estas características alrededor de partidos populistas e invitar a participar en gobiernos de coalición de ámbito nacional en Europa con partidos que no lo son. De acuerdo con la evidencia empírica proporcionada por este trabajo, los partidos populistas que entran a gobernar con otro tipo de fuerzas políticas como socios minoritarios de una coalición pierden en las siguientes elecciones de media casi 4 puntos porcentuales más que aquellos partidos que carecen de este carácter populista. En el trabajo, argumentamos que el coste adicional por el hecho de gobernar que sufren este tipo de partidos se debe principalmente a dos razones: su incapacidad para mantener su discurso antisistema de una manera creíble desde el gobierno y la exposición pública de su falta de competencia para lidiar con los problemas que afronta el país. Además, en el artículo también demostramos que estos costes electorales son más importantes cuando la situación económica es mala, en caso de gobiernos mayoritarios que presentan bajos niveles de conflicto ideológico en su seno o cuando el partido populista en cuestión es más extremista.
Con todo, y sin entrar en excesivas disquisiciones académicas, nuestro artículo no deja de ser un primer intento de investigación empírica sobre las consecuencias políticas de los cordones sanitarios en Europa que merecen como mínimo tres reflexiones complementarias. En primer lugar, cabría preguntarse si examinar los futuros rendimientos electorales de este tipo de partidos es lo realmente importante. ¿De qué nos sirve que estos partidos pierdan parte de sus votos en las siguientes elecciones si mientras tanto han conseguido socavar desde el gobierno algunos de los principios fundamentales de nuestras democracias? En segundo lugar, y ya en el terreno estrictamente electoral, habría que plantearse una serie de cuestiones que van desde identificar qué votantes pierden estos partidos cuando entran a gobernar hasta averiguar a dónde van estos votantes o por qué los abandonan. ¿Pierden algunos de sus apoyos tras estas experiencias gubernamentales porque se penaliza que se moderen ideológicamente cuando “tocan poder” o se trata simplemente de una reacción lógica del electorado al quedar patente su incapacidad para gobernar de manera solvente sus países? ¿Responden estos efectos electorales a dinámicas a corto plazo o son por el contrario preludio de otras pérdidas electorales en sucesivas citas electorales? ¿Cuándo los cordones sanitarios (o su ausencia) producen efectos electorales: cuando se concluyen meros acuerdos de investidura y/o de gobernabilidad o cuando se conforman gobiernos de coalición? Todas estas preguntas constituyen una agenda de investigación futura cuyo interés teórico sólo es comparable a su relevancia práctica.
Finalmente, y volviendo al caso del Partido Popular en Castilla y León o en otros puntos de la geografía española en un futuro no muy lejano (por ejemplo, en Andalucía a finales de este año), deberíamos aspirar a entender hasta qué punto lo que sucede en Europa, donde las experiencias gubernamentales de este tipo de partidos se suelen saldar con sonadas derrotas electorales a continuación, se va a producir cuando Vox entre en ejecutivos, ya sea a nivel autonómico o estatal. En este sentido, me gustaría concluir esta breve nota con dos ideas finales. En primer lugar, establecer un cordón sanitario alrededor de Vox tanto en Castilla y León como en Andalucía, ya sea a través de gobiernos de coalición entre PP y PSOE como mediante acuerdos de investidura y/o de gobernabilidad entre estas mismas dos formaciones, supondría que esta fuerza radical se convirtiera en ambos casos de facto en primer partido de la oposición. ¿Se está dispuesto a otorgar a Vox tal posición preminente en el sistema político de estas comunidades con los consiguientes réditos electorales que esto puede suponer? En segundo lugar, y en contraposición al argumento anterior, aislar políticamente a la derecha radical mediante la conformación de un cordón sanitario contra Vox podría suponer que el electorado de derechas se convenciera de la esterilidad de votar a esta formación para evitar gobiernos de izquierdas y de la necesidad de confiar electoralmente en el Partido Popular. De ser este segundo el caso, podría considerarse que el cordón sanitario ha dado sus frutos al negar la legitimidad de la derecha radical y generar dudas acerca de su viabilidad electoral.
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