Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.
La otra conciliación
Llevamos varios días discutiendo si lo de Carolina Bescansa fue una solución logística o un acto simbólico. Pero su decisión de llevar a su bebé al Parlamento ha servido para que en los medios de comunicación se explique qué es la crianza con apego y se debata sobre si hay que separar la vida laboral de los cuidados o sobre si un espacio de trabajo es adecuado para un bebé. Ha servido para recordar que España está a la cola de Europa en materia de conciliación entre la vida familiar/personal y profesional. También para criticar que la mayoría de hombres no son corresponsables y que ser padres rara vez tiene costes profesionales para ellos; la conciliación se sigue presentando como un problema que las mujeres tienen que resolver como puedan.
La foto de Bescansa con su retoño ha provocado rechazo, ternura, ilusión, críticas, aplausos, dudas, acusaciones de postureo y algún meme a costa del tierno rostro de Iñigo Errejón. Hemos asistido a comentarios lamentables, paternalistas y heterosexistas (ay, esas feministas dando por hecho que hay un marido...)
¿Mi opinión? Se reduce básicamente a la escueta publicación que he leído en el muro de Facebook de una amiga: “La que se lía con la crianza cada vez que sale al ámbito público...” Más allá de entrar en cada debate concreto, estoy encantada con este terremoto. ¿Si está eclipsando otras cuestiones más importantes, como la gobernabilidad del país? Bueno, es que tal vez deberíamos interiorizar que no hay nada más importante que los cuidados, que la sostenibilidad de la vida, que eso también es política aunque nunca figure entre las principales promesas electorales ni en los sondeos del CIS.
La foto de Bescansa ha puesto el foco en la atención a la infancia pero apenas se ha nombrado otra asignatura pendiente: la atención a las personas en situación de dependencia. El día después de la sesión constitutiva del Congreso, me desperté escuchando a Pepa Bueno en la Cadena Ser. Decía que el revuelo provocado por Bescansa había animado a su equipo de periodistas a indagar sobre cómo funciona la guardería del Parlamento. Preguntaron a su personal laboral si el servicio se ofrece solo a las y los diputados. Y se sorprendieron con la respuesta: dada la avanzada edad media del personal, ya no tenían menores a su cargo, pero sí a personas mayores. Es decir, que su preocupación no era qué hacer con sus criaturas sino con sus madres o padres.
Sí, he de confesar que me encantó ver a Pablo Iglesias cogiendo al bebé de Bescansa en brazos. ¿Pero qué gesto podría haber hecho o va a hacer para mostrarse corresponsable con el cuidado de personas dependientes? Los grupos de hombres por la igualdad llevan años haciendo un importante trabajo apostando públicamente por la ruptura de los roles tradicionales de género. En su iconografía es habitual que aparezcan portando bebés, planchando o con la fregona en la mano. Que me disculpen si me equivoco, pero no recuerdo haber visto carteles de estos colectivos visibilizando la atención a las personas mayores y/o dependientes. En Pikara publicamos un artículo de Jokin Aspiazu haciendo una crítica al discurso de las nuevas masculinidades, en la que se refería a este asunto:
La maternidad no está muy presente en el movimiento feminista. En los colectivos sociales en general, las madres son minoría. Y son más las que ejercen la maternidad sin que se les note que las que deciden aparecer con sus bebés en una asamblea o las que reclaman (u organizan) un servicio de guardería dentro de unas jornadas. Lo atribuyo a dos motivos: por un lado, que el feminismo nos ha servido para decidir con mayor consciencia y libertad si queremos o no tener hijos. Muchas han decidido que no. Pero hay otro motivo que me preocupa más: muchas de las que han decidido ser madres tampoco logran conciliar la crianza con la militancia. Esto provoca agravios comparativos, como que la lucha contra el intento de reforma de aborto haya movilizado mucho más que la discriminación en el acceso a la reproducción asistida a las mujeres que quieran tener hijos sin varón.
Pero me atrevo a afirmar sin equivocarme que, en el caso de la Ley de Dependencia, el movimiento feminista no ha asumido su defensa como un asunto propio y prioritario. Un indicador es que la Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPIINA) se encuentra mucho más vinculada al feminismo que las plataformas en defensa de la Ley de Dependencia.
Los artículos que más discusiones airadas han provocado en Pikara son, curiosamente, los relacionados con los modelos de maternidad y crianza. El año pasado, Mar Gallego escribió un exhaustivo reportaje titulado 'Las que ayudan a vivir', en el que empezaba por señalar que, pese a que la mayoría de las cuidadoras de personas dependientes, tanto profesionales como informales, son mujeres, el movimiento feminista no ha salido a la calle para defender la ley de dependencia. Aportaba datos contundentes, como que más del 83% de personas cuidadoras en el entorno familiar son mujeres, y repasaba los recortes presupuestarios que inició el Gobierno de Zapatero (que impulsó la Ley en 2006) y el PP endureció. “En la actualidad, 167.000 personas con derecho a esta prestación siguen sin recibirla en un momento en el que el presupuesto estatal para la dependencia se ha reducido en un 31%”, recogía el reportaje. Pasó bastante desapercibido en términos de tráfico web y de reacciones en las redes sociales.
Y no es que el tema no vaya con nosotras. Entre las menores de 40 años, algunas queremos ser madres, otras no, pero muchas ya hemos ejercido de cuidadoras de familiares y la mayoría tenemos muy presente la posibilidad de hacernos cargo de nuestros progenitores cuando envejezcan. Hablamos de ello, nos preocupa que nuestras vidas precarias e inciertas en lo laboral no nos permitan poder asumir esas responsabilidades como nos gustaría. Desconozco si los hombres de mi edad también hablan de estas cosas, si les preocupa en la misma medida.
Leo en varios artículos que el gesto de Carolina Bescansa es importante porque muestra que la crianza no es un asunto privado sino un trabajo civil tiene que ser reconocido y abordado en clave comunitaria. Digamos lo mismo de la atención a las personas en situación de dependencia. Ahora que hablamos de las mujeres que no pueden pagar una guardería, hablemos también de las que no pueden pagar una residencia o una trabajadora que cuide de sus familiares. Hablemos también de quiénes son (mujeres en su mayoría, inmigrantes en su mayoría) esas trabajadoras que las familias contratan para cuidar a sus ancianos y en qué condiciones trabajan. Hablemos de las ancianas empobrecidas que no han podido cotizar ni cobrar una vida entera dedicada a cuidar a sus seres queridos. Hablemos de si los hombres cambian pañales, pero no solo los de Dodot. Hablemos de crianza con apego, pero hablemos también de qué lugar ocupan las personas mayores en nuestra sociedad y en nuestras vidas.
Llevamos varios días discutiendo si lo de Carolina Bescansa fue una solución logística o un acto simbólico. Pero su decisión de llevar a su bebé al Parlamento ha servido para que en los medios de comunicación se explique qué es la crianza con apego y se debata sobre si hay que separar la vida laboral de los cuidados o sobre si un espacio de trabajo es adecuado para un bebé. Ha servido para recordar que España está a la cola de Europa en materia de conciliación entre la vida familiar/personal y profesional. También para criticar que la mayoría de hombres no son corresponsables y que ser padres rara vez tiene costes profesionales para ellos; la conciliación se sigue presentando como un problema que las mujeres tienen que resolver como puedan.
La foto de Bescansa con su retoño ha provocado rechazo, ternura, ilusión, críticas, aplausos, dudas, acusaciones de postureo y algún meme a costa del tierno rostro de Iñigo Errejón. Hemos asistido a comentarios lamentables, paternalistas y heterosexistas (ay, esas feministas dando por hecho que hay un marido...)