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Nadie ha pedido perdón a Dolores Vázquez

25 de junio de 2021 06:01 h

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Las plataformas digitales de contenidos audiovisuales tendrán muchas pegas. No conozco en profundidad la industria, pero en ningún sector es una buena noticia que cuatro o cinco gigantes lo copen todo. En cualquier caso, también es cierto que están promoviendo que se puedan hacer trabajos que quizá hace unos años no hubieran conseguido hacerse un hueco en las grandes cadenas. Primero fue Nevenka y, ahora, El caso Wanninkhof - Carabantes, un documental de Tània Balló Colell (Barcelona, 1977). Balló es una obsesa de la memoria y su trabajo está atravesado por la denuncia social y cultural desde una perspectiva de género. Quizá uno de sus trabajos con más éxito haya sido el documental Las Sinsombrero (2015), un proyecto transmedia coproducido por Televisión Española. En los últimos meses, además, ha participado en la creación del Museo Virtual de la Mujer Combatiente con Gonzalo Berger. Entre una cosa y otra, ahora se ha lanzado a tratar de analizar cómo y por qué pudo darse un tratamiento mediático tan brutal tras el asesinato de Rocío Wanninkhof.

El caso había sido analizado ya en profundidad por Beatriz Gimeno en su libro La construcción de la lesbiana perversa. A todas las lesbianas que nos hemos interesado por el tratamiento mediático del lesbianismo —y probablemente a muchas lesbianas en general—, el daño que se le hizo a Dolores Vázquez nos atravesó completamente porque casi ninguna nos dimos cuenta. Necesitamos que Gimeno publicase su libro para entender que habíamos observado, sin mover un dedo para evitarlo, cómo públicamente se machacaba a una mujer inocente a partir de la construcción de un relato sobre ella que no respondía a la realidad. De ella dijeron que era fría, que era calculadora, mala, que, en definitiva, podía haber asesinado a la hija de su expareja. En la prensa la bautizaron con decenas de eufemismos: examiga íntima, por ejemplo. En el juicio preguntaron por su rol en las relaciones sexuales y, ella, impertérrita aguantó el chaparrón sin que ninguna saliéramos en su defensa.

Nadie ha pedido perdón a Dolores Vázquez todavía. Cuatro años después del asesinato de Rocío, el cadáver de Sonia Carabantes aparecía con restos genéticos. Era el mismo ADN que el que había aparecido junto al cuerpo de Rocío, pero tanto la prensa, como la policía y la justicia, habían construido ya un personaje mediático que era culpable. ¿Qué otra cosa podía ser esa mujer fría, que no se derrumbaba, que parecía impasible al dolor? A partir de un cúmulo de malentendidos y a base de repetir que Rocío no aceptaba la relación que Dolores tenía con su madre, desde la opinión pública compramos un relato que, hoy, nos resulta inverosímil.

Nadie ha pedido perdón a Dolores Vázquez. Ella ha decidido callar y, ¿qué otra cosa podía hacer? En una entrevista que me ha dado Tània Balló Colell para Pikara Magazine, asegura que respeta y apoya la decisión: “Esa ausencia, como documentalista, me ayudaba a confirmar las consecuencias de la barbarie. Intenté entrevistarla, claro, pero nunca construí la película con ese personaje. Hablé también con Alicia Hornos, la madre de Rocío Wanninkhof, pero por cuestiones personales y de salud, decidimos mutuamente que era mejor no filmarla. Además, tengo que decirte que, una vez llegué a la conclusión de que Alicia no estaría, también sentí algo de justicia en esa decisión. Los dos personajes que siempre, por desgracia, acaban confluyendo en cierta rivalidad, son tratados desde un mismo lugar: la imagen de archivo. Creo que hay cierta justicia narrativa en eso. No es algo que predispuse, pero esa decisión acabó ayudándome narrativamente”.

En el último número de Pikara Magazine en papel hicimos una especie de álbum de cromos. El tema central de la revista eran las villanas, esas mujeres que, por una razón o por otras, acaban convertidas en malas malísimas, que son cuestionadas, vilipendiadas, machacadas. Pol Serra ilustró a algunas de esas mujeres. Entre ellas, Dolores Vázquez. Trató de ser nuestro pequeño homenaje por no habernos dado cuenta de todo el daño que le hicieron. Beatriz Gimeno, una de las personas que mejor conoce el caso y en cuyo trabajo se ha basado teóricamente el documental, entona el mea culpa: ni el movimiento LGTB ni el movimiento feminista fuimos capaz de detectar a tiempo lo que estaba sucediendo. Optamos por el silencio.

Ahora, Tània Balló Colell apuesta por la luz. En el documental habla con la exmujer de Tony King, el asesino de Sonia y Rocío, la misma mujer que advirtió de sus sospechas. Entrevista también a una mujer que había sido agredida sexualmente por él años antes. Pone ante las cámaras a amigos y amigas de Rocío, a la madre de Sonia; analiza las sentencias judiciales y los partes policiales, pero, sobre todo, nos pone delante de la hemeroteca. Buscaba, me dice, saber quiénes éramos entonces y quiénes somos ahora. Quizá, me temo, no somos mucho mejores, pero también es cierto que hoy, probablemente, nos daríamos cuenta antes de lo que estaba sucediendo. Hemos aprendido mucho y, aunque no sea suficiente, deseo profundamente que este camino que hemos atravesado en las últimas décadas sirva para calmar tímidamente el dolor de Vázquez, aunque todavía no sepamos cómo pedirle perdón. 

*Nota de la autora: Nos ha costado decidirnos a utilizar esta imagen de Pol Serra para ilustrar este tema. Es un retrato que hizo para el último número de Pikara en papel en el que quisimos resignificar a mujeres que han sido consideradas malas. Lo que hicieron con Dolores Vázquez fue mucho peor, pero en la imagen está medio sonriente, parece serena y es esa la imagen que nosotras queremos visibilizar de ella.

Las plataformas digitales de contenidos audiovisuales tendrán muchas pegas. No conozco en profundidad la industria, pero en ningún sector es una buena noticia que cuatro o cinco gigantes lo copen todo. En cualquier caso, también es cierto que están promoviendo que se puedan hacer trabajos que quizá hace unos años no hubieran conseguido hacerse un hueco en las grandes cadenas. Primero fue Nevenka y, ahora, El caso Wanninkhof - Carabantes, un documental de Tània Balló Colell (Barcelona, 1977). Balló es una obsesa de la memoria y su trabajo está atravesado por la denuncia social y cultural desde una perspectiva de género. Quizá uno de sus trabajos con más éxito haya sido el documental Las Sinsombrero (2015), un proyecto transmedia coproducido por Televisión Española. En los últimos meses, además, ha participado en la creación del Museo Virtual de la Mujer Combatiente con Gonzalo Berger. Entre una cosa y otra, ahora se ha lanzado a tratar de analizar cómo y por qué pudo darse un tratamiento mediático tan brutal tras el asesinato de Rocío Wanninkhof.

El caso había sido analizado ya en profundidad por Beatriz Gimeno en su libro La construcción de la lesbiana perversa. A todas las lesbianas que nos hemos interesado por el tratamiento mediático del lesbianismo —y probablemente a muchas lesbianas en general—, el daño que se le hizo a Dolores Vázquez nos atravesó completamente porque casi ninguna nos dimos cuenta. Necesitamos que Gimeno publicase su libro para entender que habíamos observado, sin mover un dedo para evitarlo, cómo públicamente se machacaba a una mujer inocente a partir de la construcción de un relato sobre ella que no respondía a la realidad. De ella dijeron que era fría, que era calculadora, mala, que, en definitiva, podía haber asesinado a la hija de su expareja. En la prensa la bautizaron con decenas de eufemismos: examiga íntima, por ejemplo. En el juicio preguntaron por su rol en las relaciones sexuales y, ella, impertérrita aguantó el chaparrón sin que ninguna saliéramos en su defensa.