Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.
Las palabras que empujan la piedra
Lucrecia Pérez llegó a Madrid buscando, como dice la canción, visa para un sueño. El día que la mataron tenía 33 años. Lo hicieron a tiros y a sangre fría. Los medios, en aquel momento, llamaron a las cosas por su nombre. A la extrema derecha, extrema derecha y al racismo se le llamó racismo. El 13 de noviembre se cumplieron 27 años de su muerte; el asesinato fue considerado el primer crimen por odio racista registrado en España. Es curioso que este reportaje de Informe Semanal resulte mucho más contundente en la defensa de los derechos que la mayor parte de los discursos que se extraen de los contenidos mediáticos hoy en día, con honrosas excepciones.
Los discursos racistas, homófobos, lesbofobos, xenófobos, machistas y sexistas se han disfrazado de “políticamente incorrectos”, de atrevidos y valientes, de reacción frente a una imaginaria “dictadura progre” que produce hilaridad con solo nombrarla. PP y Ciudadanos han legitimado esos mantras vergonzosos pactando con Vox, partido de extrema derecha. Algunos lo han hecho queriendo y otros, por pura repetición automática de contenidos, han incluido parte de los improperios como aceptables, como parte del club de la libertad de expresión, como opiniones. Como si debiéramos ser tolerantes con la intolerancia más burda.
Siembran mentiras, vetan a medios, manipulan datos, señalan a activistas, migrantes, periodistas y hasta leen listados de receptores de ayudas (si es que lo eran, claro). Son las palabras las que lanzan la piedra, las que empujan la navaja.
¿Cuáles son las consecuencias? ¿O alguien pensaba que esta irresponsabilidad de considerar interlocutora válida a la extrema derecha no iba a tener consecuencias? Linchamientos en redes, mails amenazantes, empujones, insultos, el teléfono de compañeras activistas en manos de forococheros que se dedican a tratar de asustarnos enviando fotos de sus penes…
Consecuencias que van muy lejos: Centros de menores donde viven niños y niñas solos atacados por energúmenos a los que solo les faltan las antorchas y habitar el siglo XIII. Energúmenos que no se atreven con el poder y pagan sus frustraciones sociales con el eslabón más débil de toda la cadena, errando el tiro y, de paso, meando sobre la Carta de los Derechos Humanos.
La redacción de Pikara ha sido atacada dos veces en menos de dos semanas. En la última ocasión escribieron con pintura: “La violencia no tiene género”. Nos suena la frase, ¿verdad?
El 27 de octubre cinco encapuchados agredieron a un joven demandante de protección internacional. Fue en Madrid, en Aluche. Al chico, de 21 años, le dejaron inconsciente y alguien llamó a una ambulancia. ¿Cuántas personas se lamen solas las heridas por miedo a denunciar y ser deportadas?
Solo cuatro días antes de las elecciones la plataforma Es Racismo difundió un vídeo anónimo en el que se veía cómo un joven pegaba a una mujer al grito de “vete a tu puto país”. Nadie en ese autobús hizo nada.
En Vigo, un individuo entró de madrugada en los juzgados y causó cuantiosos daños en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer.
Podríamos seguir enumerando agresiones. Muchas las desconocemos porque la mayoría directamente no se denuncian. Todas tienen un punto en común: su origen, los instigadores de todo este odio.
La extrema derecha tiene ahora 52 asientos en el Congreso de los diputados. Los odiadores se sienten respaldados y se sienten fuertes. Vienen tiempos duros, compañeras. Y la respuesta no es otra que más feminismo, más antirracismo, más ecologismo...
Somos más las personas que queremos una sociedad libre de odios. Somos muchas las que pintamos sobre vuestras pintadas de odio, como dicen mis compañeras de Pikara.
Nos tenéis en frente y no tenemos miedo.
*Quiero dedicar estas líneas a Lucrecia Pérez, que nunca cumplió sus sueños, que nunca tuvo una visa, que fue cobardemente asesinada.
Lucrecia Pérez llegó a Madrid buscando, como dice la canción, visa para un sueño. El día que la mataron tenía 33 años. Lo hicieron a tiros y a sangre fría. Los medios, en aquel momento, llamaron a las cosas por su nombre. A la extrema derecha, extrema derecha y al racismo se le llamó racismo. El 13 de noviembre se cumplieron 27 años de su muerte; el asesinato fue considerado el primer crimen por odio racista registrado en España. Es curioso que este reportaje de Informe Semanal resulte mucho más contundente en la defensa de los derechos que la mayor parte de los discursos que se extraen de los contenidos mediáticos hoy en día, con honrosas excepciones.
Los discursos racistas, homófobos, lesbofobos, xenófobos, machistas y sexistas se han disfrazado de “políticamente incorrectos”, de atrevidos y valientes, de reacción frente a una imaginaria “dictadura progre” que produce hilaridad con solo nombrarla. PP y Ciudadanos han legitimado esos mantras vergonzosos pactando con Vox, partido de extrema derecha. Algunos lo han hecho queriendo y otros, por pura repetición automática de contenidos, han incluido parte de los improperios como aceptables, como parte del club de la libertad de expresión, como opiniones. Como si debiéramos ser tolerantes con la intolerancia más burda.