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La resistencia manuscrita de las presas

14 de enero de 2021 06:01 h

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Escribe Delphine de Vigan en Basada en hechos reales que “los verdaderos impulsos creativos están precedidos por una especie de oscuridad”. Yo intento creer que la escritura es un oficio cualquiera, que se trata de juntar una palabra detrás de otra con un poco de gracia y sin mucho más misterio. Supongo que es una estrategia para no sentirme tan presionada ante el teclado. Aquí hemos venido a contar historias y punto. En cualquier caso, si la creatividad tiene que ver con la oscuridad, entiendo que hay lugares que son más propensos que otros a la creación. La cárcel es uno de ellos y, en un breve vistazo a la obra de de Vigan, podemos intuir también que la familia es otro de esos lugares oscuros de creación. 

Quizá por eso, Huye, hombre, huye, de Xoxé Tarrio es uno de los libros más reveladores y duros que he leído jamás. Él nos recordaba en el epílogo de su obra que para poder escribir aquel diario había sido necesario sufrimiento, dolor y muchas muertes. Insistía en recordar que “todas las personas encarceladas en prisión han sido ya juzgadas de una u otra manera” y pedía a sus lectoras y lectores que no dictáramos un nuevo juicio contra las personas presas sino contra nosotras mismas: “¿Es deseable este sistema o hay que cambiarlo e intentar uno mejor? Sois responsables directos de todo aquello que pagáis y sostenéis con vuestros impuestos, y a vosotros os toca decidir qué cosas se hacen con ellos”. Tarrio apuntaba al corazón. Escribir, de alguna manera, alivió la oscuridad en la que vivió todos los años que estuvo preso, pero la literatura no le salvó de la muerte. Eso sí, hoy, para todas las personas que creemos en otros mundos posibles, su obra es un faro. La cárcel es el lugar en el que escondemos nuestras miserias como sociedad, pero ya lo dijo Mario Benedetti: “Todo se hunde en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeja el olvido está lleno de memoria”.

A pesar de la crueldad del sistema carcelario, de las dificultades a las que se enfrenta la población reclusa y del abandono social e institucional al que condenamos a todas las personas que fracasan en el proyecto patriarcal y capitalista, la resistencia se deja asomar también en las prisiones. Desde la cárcel de mujeres de Picassent (Valencia) va a empezar a distribuir por primera vez la revista en la que están trabajando las presas. Pilar Almenar, periodista y directora del proyecto, ha asegurado en una nota de prensa que “es necesario fomentar que la sociedad sea permeable a la reinserción. Para ello, es importante que la ciudadanía conozca quiénes y cómo son las mujeres internas en las prisiones: sus talentos, sus anhelos y los esfuerzos que realizan por reinsertarse. De esta forma, construiremos una sociedad que las acoja y las apoye al salir de la cárcel”. No está mal mientras, añadiría Angela Davis, desarrollamos otras formas de justicia que promuevan una sociedad más empática y lejos del neoliberalismo, sistema en el que las cárceles y la policía generan el lucro que necesita para sostenerse. “Esto nos exige desarrollar estrategias para entender en un mismo marco la economía, el control policial y las cárceles, el racismo o el capitalismo”, decía Davis en su última visita a Bilbao hace ya cinco años.

No es el primer número que escriben las presas de Picassent. La revista se llama Expresas y ha sido creada íntegramente por las mujeres internas en el centro penitenciario. “Ellas han decidido los temas a abordar, el enfoque en su redacción, el material gráfico que acompaña a los textos y el propio diseño de la publicación”, aseguran en el texto que acompaña la campaña de crowdfunding que acaban de lanzar para sacar el primer número que quieren distribuir fuera de la prisión. Este último número de la revista terminó de escribirse durante el confinamiento. Las presas hacían llegar sus textos como cartas manuscritas. Recordad que en prisión no hay ordenadores, ni teléfonos móviles, ni acceso a internet. La pandemia ha servido de excusa para, además, limitar aún más las comunicaciones de las personas presas con el exterior. Entonces, Noelia Acedo, presidenta de la asociación Familias frente a la crueldad carcelaria, decía a Pikara Magazine que desde su colectivo esperaban que la sociedad tomase algo de conciencia: “La cárcel no es un hotel donde los presos viven mejor que nadie. El confinamiento que estamos viviendo ahora no es nada comparado con lo que viven en la cárcel. Los que están en primer grado pueden estar 22 o 23 horas en una habitación sin nada y un rato solos en el patio. El primer grado es una tortura, la cárcel dentro de la cárcel”.

Probablemente escribir no sea, al menos en el caso de las presas de Picassent, un ejercicio que se limita a poner una palabra detrás de otra. Puede que las palabras, escribirse y leerse, aporten algo de luz a su falta de libertad. En cualquier caso, fuera esperamos atentas escuchar sus demandas, leer sus anhelos y conocer sus propuestas. Es probable que muchos de sus sueños sirvan para mejorar esa libertad que nos falta a todas. 

Escribe Delphine de Vigan en Basada en hechos reales que “los verdaderos impulsos creativos están precedidos por una especie de oscuridad”. Yo intento creer que la escritura es un oficio cualquiera, que se trata de juntar una palabra detrás de otra con un poco de gracia y sin mucho más misterio. Supongo que es una estrategia para no sentirme tan presionada ante el teclado. Aquí hemos venido a contar historias y punto. En cualquier caso, si la creatividad tiene que ver con la oscuridad, entiendo que hay lugares que son más propensos que otros a la creación. La cárcel es uno de ellos y, en un breve vistazo a la obra de de Vigan, podemos intuir también que la familia es otro de esos lugares oscuros de creación. 

Quizá por eso, Huye, hombre, huye, de Xoxé Tarrio es uno de los libros más reveladores y duros que he leído jamás. Él nos recordaba en el epílogo de su obra que para poder escribir aquel diario había sido necesario sufrimiento, dolor y muchas muertes. Insistía en recordar que “todas las personas encarceladas en prisión han sido ya juzgadas de una u otra manera” y pedía a sus lectoras y lectores que no dictáramos un nuevo juicio contra las personas presas sino contra nosotras mismas: “¿Es deseable este sistema o hay que cambiarlo e intentar uno mejor? Sois responsables directos de todo aquello que pagáis y sostenéis con vuestros impuestos, y a vosotros os toca decidir qué cosas se hacen con ellos”. Tarrio apuntaba al corazón. Escribir, de alguna manera, alivió la oscuridad en la que vivió todos los años que estuvo preso, pero la literatura no le salvó de la muerte. Eso sí, hoy, para todas las personas que creemos en otros mundos posibles, su obra es un faro. La cárcel es el lugar en el que escondemos nuestras miserias como sociedad, pero ya lo dijo Mario Benedetti: “Todo se hunde en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeja el olvido está lleno de memoria”.