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Tacones ... lejanos
Una mujer (puede ser actriz, directora de cine o acompañante de alguna persona que asiste al festival) trata de atravesar la alfombra roja de Cannes pero… en la entrada le niegan el acceso. La razón: sus tacones o no eran demasiado altos o había optado por zapato plano. Finalmente consigue entrar pero la historia corre de boca en boca y las redes sociales se incendian. En poco tiempo, la organización del festival reacciona y Thierry Fremaux, responsable de la selección de películas, asegura que “los rumores que aseguran que el festival exige tacones altos a las mujeres en las escaleras están infundados”.
Casi a la vez, el cineasta Asif Kapadia explica a través de Twitter que a su mujer le habían puesto problemas para entrar por no llevar los dichosos tacones. La revista Screen publica un reportaje sobre el tema y la polémica está servida. La actriz Emily Blunt se posiciona ese mismo día y dice en la rueda de prensa de presentación de su película:“Es decepcionante. Ahora que pensábamos que la igualdad avanzaba…” Estamos hablando de un festival con fama de machista en el gremio por arrinconar la presencia de mujeres cineastas.
Tacones a un lado, el fondo de la cuestión está en las exigencias estéticas que industria del cine y sociedad imponen a las mujeres. Prueba de ello es este video que a principios de 2015 demostró el sexismo que impera en las alfombras rojas: preguntas serias para ellos y preguntas frívolas y hasta tontas para ellas. Que la primera pregunta que se le haga a una mujer nominada al Oscar a mejor actriz en una alfombra roja sea “¿de quién es el vestido que llevas?” y la segunda sea “¿puedes girarte y enseñarnos todo el vestido?” es ridículo y para muchas, denigrante. Todo se somete a examen: la calidad de su pelo, el maquillaje, el tinte y los ya mencionados centímetros de tacón. ¿De verdad es tan importante eso? ¿Pero no venía a presentar una película? ¿O era a recoger un premio?. Es todo realmente confuso.
La versión inglesa de BuzzFeed decidió en enero hacer la prueba del algodón y darle la vuelta a la tortilla en los premios BAFTA: preguntas simples, por no decir estúpidas, para ellos. La respuesta más repetida fue: “¿Por qué me preguntas esa tontería?”.
Ya son muchas las actrices que se están rebelando contra esa forma de machismo imperante en la industria del cine. Cate Blanchet en una ocasión se agachó durante un plano de cámara que pretendía recorrer su cuerpo de arriba a abajo y le preguntó al cámara si también iba a hacer ese plano a los hombres. Zoey Deschanel respondió a una pregunta de un periodista con un lúcido: “¿Alguien le preguntaría a George Clooney si quiere tener hijos?” (en los Globos de Oro). Scarlett Johansson preguntó en una rueda de prensa por qué ella tenía que responder a preguntas sobre dietas y sus compañeros de reparto se quedaban con las preguntas interesantes. Lena Dunham se quejó sobre la doble competición a la que están sometidas: trabajo y vestuario.
Pero esto no es nuevo, claro. En 1975 una joven actriz llamada Helen Mirren plantó cara a un popular presentador de la television británica cuando este le preguntó si su “equipamiento” (refiriéndose a sus pechos) le había ayudado en su carrera como actriz seria. Ella le pidió explicaciones y le soltó un “¿cómo te atreves?”.
Para quienes alzan la voz y ya están a punto de llamarme “feminazi”: No son los tacones, queridos y queridas, es todo lo que hay detrás. Las actrices deben ser valoradas por su trabajo, incluso aunque también sean admiradas por su físico, que es bien lícito que soñemos con el mundo del celuloide... Pero reducir su presencia a lo que llevan y calzan mientras ellos hablan sobre lo comprometido y lo duro que ha sido encarnar a su personaje es sexista.
Ellas, al igual que todas las mujeres, deben sentir la libertad de vestir, peinarse y cuidarse tanto como su vida, su tiempo y sus ovarios decidan. Y esto es así porque además generan estereotipos que trasladan la presión al resto de las mujeres y convierten el mundo en un gran mercado de carne de mujeres.
Lena Dunham, por ejemplo, ha sido sometida a críticas feroces por no tener el físico que la sociedad patriarcal y heteronormativa decide y por, menuda osadía, mostrarlo en fantásticos y desinhibidos desnudos. Los anuncios de cosméticos nos dicen que debemos ser bellas, otras marcas rebajan la presión y nos permiten unos kilitos de más (estrategia de marketing). Pero ni una cosa ni la otra; seremos lo que queramos ser y nos preocuparemos de lo que nos queramos preocupar.
Ni la religión, ni el mundo de la moda, ni los anuncios de cosmética tienen verdades universales sobre la belleza, ni la belleza es un fin en sí mismo para las mujeres (exceptuando el mundo de las pasarelas y teniendo en cuenta la subjetividad del concepto). Pero su presión sobre nuestros cuerpos pesa, sobre todos los cuerpos de las mujeres. Volviendo al cine y para entender esta relación: ¿Por qué ellos pueden ser “fofisanos” y ellas están fuera de la industria si se permiten engordar 3 kilos?.
Pero ellas, las mujeres de la industria del cine, se están rebelando. Llegará un día en el que la altura del talento de las actrices no se medirá usando los centímetros de sus tacones ni la anchura de sus caderas. ¿Lo verán mis ojos?
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