Los 65 minutos del asesino Kanjaa: “Para decapitar al sacristán definió los dos últimos golpes con el machete”

Pedro Águeda

7 de febrero de 2023 22:23 h

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Sesenta y cinco minutos bastaron para que Algeciras recuerde para siempre la quiebra a machetazos de su convivencia por un joven marroquí que al grito de “Alá es el más grande” mató a uno de sus párrocos y creyó haberlo hecho con un sacerdote, miembros activos de la comunidad católica de la ciudad, pero también del tejido social y de afectos del centro de la ciudad portuaria. 

Lo que sigue es la reconstrucción de lo que sucedió entre las 18:30 y las 19:35 del pasado 25 de enero de acuerdo al atestado policial y al auto de prisión incondicional que el juez de la Audiencia Nacional Joaquín Gadea dictó contra Yassine Kanjaa tras tomarle declaración, documento judicial al que ha tenido acceso elDiario.es.

18:30. Iglesia de San Isidro. “¿Por qué crees en una escayola?”

Dentro del templo está Inmaculada, quien se presta a abrir todos los días la iglesia. Para su estupor contempla cómo un joven entra profiriendo expresiones en árabe que no acierta a comprender. Es Yassine Kanjaa que, en un momento dado, quiere que la mujer entienda lo que está diciendo. “¿Por qué crees en una escayola?”, le grita mientras señala una de las imágenes de Vírgenes que alberga la iglesia. 

A continuación, Kanjaa, de 25 años, toma una de las Biblias y comienza a golpear el altar con ella. Inmaculada le ve marcharse mientras grita: “El mundo se va a acabar” y otras expresiones que incluyen la palabra “Alá”.

18:58. Calle Ruiz Tagle. “Apaga el teléfono y coge el machete”.

Kanjaa toma la dirección de su domicilio a pie, a unos 400 metros de la iglesia. El joven convive en una infravivienda ocupada junto a otros jóvenes magrebíes. Una vez allí, Kanjaa “apaga conscientemente su teléfono”, escribe el juez instructor. La expresión adquiere relevancia porque el magistrado enmarca ese gesto en una actuación planificada (“denota la voluntad de acometer la acción incomunicado y sin opción posterior de geolocalización”), si bien luego fue relativamente sencillo detenerle. Ni huyó, ni se escondió. 

Kanjaa deja el móvil en el fondo de un cajón y coge “un machete de grandes dimensiones” que mantiene, en una funda, escondido en un falso techo de la vivienda. Deja en el escondite la funda, que luego encontrará la Policía en el registro, y oculta el machete bajo la chilaba negra que viste. 

Ante el juez, y a preguntas de la abogada que le asistió, el imputado afirmó que el día de los hechos no había bebido ni consumido estupefacientes. Estas costumbres las había mantenido hasta un mes antes del ataque, según confirmaron sus compañeros de vivienda a los policías. “Fue Alá quien me dijo lo que tenía que hacer”, declaró en la Audiencia Nacional Kanjaa, a lo que añadió que nunca supo con antelación que el día sería el 25 de enero. 

19:00. Calle Cristóbal Colón. “Tú trabajas para la magia”.

Han pasado un par de minutos desde que Kanjaa ha salido de su casa con el machete escondido bajo la chilaba. Se encuentra entonces a un hombre al que dice conocer, Ahmed, y que, según él, es un musulmán convertido al cristianismo. Kanjaa le agarra por la espalda y le da un golpe a la altura de la ceja derecha. Le vuelve a golpear otras dos veces, en el hombro y en el pecho.

“¡Tú trabajas para la magia!”, gritó Yassine Kanjaa, “expresión que se utiliza en Marruecos para referirse a los que profesan una religión contraria”, precisa el juez. Yassine le enseña el machete que lleva bajo la chilaba y Ahmed sale corriendo.

19:15. Iglesia de San Isidro. Diez fieles y un solo objetivo

Yassine alcanza de nuevo la iglesia donde apenas 45 minutos antes ha protagonizado el primer altercado. Entra dando gritos en árabe y, por el pasillo que separa los bancos para los fieles –diez de ellos asisten en ese momento a misa–, se dirige directamente al altar, donde se encuentra el sacerdote. Lleva el machete en la mano. El padre Antonio Rodríguez Lucena intenta huir, pero tropieza y cae al suelo del templo. Kanjaa aprovecha para golpearle con el machete en la nuca. “Le di un solo golpe porque creía que estaba muerto”, declararía después. 

El autor del ataque no ahorró crudeza en su confesión ante el juez de la Audiencia Nacional: “Me dirigí hacia él para cortarle la cabeza. Le di en el cuello por la parte de atrás”. A la Policía le había dicho que había regresado a la iglesia “para matar a todos los sacerdotes” que se encontraran en ella. 

Este es otro episodio del relato que usa el juez para ir armando la acusación de terrorismo. “Este magistrado considera que Yassine Kanjaa era consciente de lo que hacía y de la voluntad que quería dar a su acción, toda vez que en el interior de la Iglesia se dirigió únicamente al sacerdote que en ese momento oficiaba la misa, y a pesar de tener la opción de acometer a los feligreses, no realiza ninguna acción violenta contra el resto de los allí presentes”.

19:28. Iglesia de Nuestra Señora de La Palma. “Se para y define la dirección del machete apuntando a la cabeza”

Kanjaa vive en un barrio anexo al que alberga las iglesias y conoce bien la zona. Al salir de San Isidro se ha dirigido directamente a Nuestra Señora de La Palma. Allí cree haber encontrado a otro sacerdote. En realidad, se trata del sacristán Diego Valencia Pérez, quien pronto se va a convertir en su víctima mortal. 

Diego huye al patio de la iglesia y de ahí intenta abandonar el templo por la puerta lateral. Yassine Kanjaa le sigue. Por momentos le alcanza y le golpea. El sacristán logra alcanzar la calle, al centro de la Plaza Alta, pero ya está gravemente herido.

“Ese es el momento en el cual Yassin asesta dos golpes mortales dirigidos a la decapitación del fallecido mientras grita Alá Akbar”, escribe el juez Gadea en su auto. Las imágenes de las cámaras que hay en la plaza recogen los hechos. El juez señala: “En los últimos golpes se para y define la dirección apuntando a la cabeza de Diego Valencia”.

Ante el juez, Kanjaa afirmó que fue de una iglesia a otra para buscar a un segundo cura y “matarle”. “Me lo mandó Dios… para salvarlos del infierno”, asegura el auto que declaró en la Audiencia Nacional. “No le había visto nunca –añadió sobre el sacristán Diego Valencia–, pero quería degollarle, cortarle la cabeza”.

19:35. Plaza Virgen de las Lágrimas. “Dios me ha salvado”

Yassin deja cadáver a Diego Valencia y comienza a caminar en dirección oeste mientras realiza el gesto de la victoria y ofrece su machete al cielo. Las imágenes de las cámaras de seguridad muestran al asesino levantando de nuevo los brazos, “como si se tratatara de un gesto de victoria, pudiéndose observar el machete que porta con su mano derecha, si bien no realiza ningún ataque hacia ningún viandante”, explica el juez. El juez Gadea encuentra una explicación: “Su objetivo era directo hacia los sacerdotes responsables de las parroquias”.

El atacante busca un tercer objetivo, el Santuario de nuestra Señora de Europa, donde patea cuatro veces la puerta, pero sin conseguir entrar. Enfila la calle Murillo y vuelve a realizar “el gesto de la victoria” al alzar el machete.

Alrededor de las 19:35, la Policía local localiza en la esquina superior derecha de la Plaza Virgen de las Lágrimas a Yassin Kanjaa. “Se encuentra de rodillas, mirando hacia el mar, es decir, dirección este, dirección a la Meca. Realiza gestos que indican que se encontraría rezando, y pronunciando palabras en árabe. Los agentes observan el machete con el que había llevado a cabo las agresiones en el suelo. Aprovechan para reducirle y proceder a colocarle las esposas y detenerle”, relata el auto. 

“Según los policías, durante el proceso de detención, Yassin no mostró ninguna resistencia, haciendo una única manifestación minutos después en la que expresaba: ‘Dios me ha salvado’”.

Una presunta radicalización “exprés” en 18 días

El juez y la Fiscalía coinciden en que los hechos descritos encajan en un delito terrorista. “Se puede catalogar como un ataque yihadista dirigido, tanto contra sacerdotes que profesan la fe de la Iglesia Católica Romana, como contra musulmanes que el investigado entiende no siguen los preceptos del Corán”, escribe el juez Gadea en el auto por el que envía a Kanjaa a prisión incondicional.

Al día siguiente de ordenar su ingreso en prisión, el juez dictó otro auto solicitando informes forenses que determinen si Kanjaa tiene problemas psiquiátricos y, dependiendo de ello, determinar si es “imputable”, es decir, si se puede dirigir el procedimiento contra él porque sus facultades mentales le permiten defenderse.

Los compañeros de piso confesaron de Kanjaa confesaron a la Policía que Yassin pasó rápidamente de fumar hachís y beber alcohol a estar obsesionado con la religión y con el diablo, al que identificaba con un peluche que había en la casa. Este extremo no aparece en el auto del juez. Tampoco los antecedente psiquiátricos del detenido en su país de origen, como han publicado medios de comunicación que han localizado a su familia en Marruecos.

En el auto, Gadea describe cómo parece que Kanjaa actuó solo y que se radicalizó en el plazo aproximado del último mes, según se constata “plenamente” al investigar sus redes sociales. El joven creó una cuenta con otro nombre en Facebook el 8 de abril de 2019 que apenas utilizó. Sin embargo, algo cambió el 7 de enero pasado. De haber realizado tres publicaciones en casi cuatro años, a partir de ese día colgó 70 comentarios y/o vídeos hasta el mismo día del ataque, en un plazo de tan solo 18 días. La mayoría son discursos de imanes radicales, a los que han dado su beneplácito el Daesh o Al Qaeda.

“Yassin mantenía y mantiene un compromiso implícito con su visión del Islam, encontrándose plenamente radicalizado en terrorismo yihadista culminado tras un adoctrinamiento ideológico que se podría calificar de rápido, que ha culminado con la comisión de acciones violentas (...) manteniendo el control de la situación”, concluye el juez.