Pastrana, agente doble en los años de plomo de ETA: “El GAL lo montó la UCD”
Trabajando para la Guardia Civil estuvo infiltrado en ETA. Y a ETA le hizo creer que también estaba infiltrado en la Guardia Civil. Manuel Pastrana (Robledo, 1948) entró como espía en la banda terrorista en los 70, el mismo día que nació su primer hijo. Pasó infiltrado dos años, hasta que en el intento de secuestro de un industrial los terroristas lo cazaron ya que, fruto de su aviso, el empresario no apareció en el lugar en el que se iba a producir ese rapto. Desde entonces, practicó lo que él llama “la guerra contra ETA”, que “fue dura, fue sangrienta y muchas veces fue sucia”, como explica en el libro Pastrana. En el nombre de la guerra sucia (La Esfera de los Libros, 2018) al que ha dado forma el periodista Joaquín Vidal.
De sus 36 años en la Guardia Civil 24 los dedicó a la lucha antiterrorista. También tuvo mando en los GAL, aunque según explica en un encuentro con este diario y otros medios en el Café Gijón de Madrid, siempre utilizó al grupo terrorista surgido de las cloacas del Estado “para información”. “Me han disparado y nunca me dieron, he disparado y alguna vez acerté”, sostiene, pero insiste: “yo no maté”. Con desparpajo –dice no tener miedo a ningún estamento del Estado ni a las agencias de inteligencia– asegura que el GAL no fue un invento del PSOE de Felipe González. “Lo montó la UCD y cuando el PSOE llegó al poder ya llevaban en activo 7 u 8 años”.
También participó en el 23-F. En concreto, en la preparación del golpe de Estado perpetrado por Antonio Tejero, del que habla con afecto. Pastrana hizo “la previa”, es decir, que fue días antes al Congreso de los Diputados para conocer todos sus recovecos y entradas, de forma que el golpe se pudiera dar con éxito. Su fracaso lo sitúa en la figura del entonces rey Juan Carlos I que, explica, también fue quien ideó el suceso: “La orden para iniciar el 23-F venía de La Zarzuela”, apunta, sin pestañear. ¿No teme que tomen represalias contra él? “No, porque fue así como ocurrió”. Y quien lo ideó todo fue José Luis Cortina, a quien visitó en prisión para que asumiera su responsabilidad y exculpara a muchos de sus compañeros.
“O lo hace usted, o no lo hace nadie”
Su infiltración en ETA se la permitió un matrimonio de Soraluze o Placencia de las Armas, afín a la banda terrorista, que solía ir al Bidasoa. Allí, en el famoso bar Faisán de Irún, justo en el paso fronterizo de Behobia, conoció a su dueño, Joseba Imanol Elosua, procesado por colaborar con la banda terrorista. En ese local, asegura, era donde se producían muchos de los intercambios de información de la organización y de las cloacas del Estado. “Un día [el exdirector general de la seguridad del Estado] Julián Sancristóbal me pidió que consiguiera a un etarra que hablara. Me dijo, 'o lo hace usted o no lo hace nadie'”, señala. Previo pago de 500.000 pesetas, consiguió un confidente.
En su opinión ETA “ha sido el cáncer más grande” de la democracia española y el motivo de la publicación del libro, además de hacerlo “cuando la memoria sigue siendo” suya, es “demostrar a la sociedad el esfuerzo que hacía la Guardia Civil en contra del terrorismo”. Como explica el coautor del mismo, el periodista Joaquín Vidal, el texto retrata a un guardia civil que casi nunca llevó uniforme, con melena hasta los hombros y pantalones vaqueros de campana y que “no ha tenido un merecido reconocimiento” en la lucha contra ETA. Pastrana recibió el destino en un puesto de “castigo” en el sitio “más peligroso del País Vasco”. Eran los años de plomo y así empezó todo.