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Somaly Mam, la activista contra la esclavitud sexual, dice que la vida es amor

La activista Somaly Mam, de 42 años, fue vendida, violada y obligada a prostituirse en un burdel, cicatrices que trata de cerrar ayudando a niñas que pasan por lo que ella sufrió, mientras reflexiona: “La vida es amor”.
En un diálogo con la periodista televisiva Ana Pastor en el III Encuentro Mujeres que transforman el mundo, esta mujer que fue esclava sexual, recuerda hoy que, cuando las dejaban salir de las jaulas donde estaban encerradas, echaba de menos que alguien le preguntara por su estado.
Por eso, pese a la frialdad de su relato, quien recibió el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 1998, echa dulzura para aconsejar que “cuando vean a alguien sufrir en la calle, mírenlos y pregúntenlos, les van a hacer sentir mejor”.
Lo dice desde la experiencia de alguien que, en aquel momento, casi niña, cuando nadie la miraba, se sentía “fea, sucia y odiaba mi cuerpo”, relata.
Ahora, desde Acción por las mujeres en situación precaria (AFESIP), una ONG que trabaja en Camboya, Tailandia, Vietnam y Laos, que fundó junto a su marido, ha ayudado a más de 7.000 mujeres y niñas, incluso visita los burdeles para que lloren en su hombro.
La autora de “El silencio de la inocencia” sostiene que no es fácil curar una cicatriz interior como la suya, pero cuando uno ayuda a los demás, se está ayudando a sí mismo, y matiza: “No se puede olvidar, hay que aceptarlo, perdonar, perdonarse a uno mismo y mirar al futuro”.
Quien logró salir del mundo marginal de los burdeles de Nom Pen, cuando contaba con 21 años, hoy afirma que es afortunada por tener la suerte de ayudar a muchas niñas, lo que le hace subrayar que “se puede cambiar el mundo”.
A la hora de trazar un perfil de Somaly Mam, Ana Pastor ha calificado a esta superviviente de la esclavitud sexual como una mujer capaz de unir con una sonrisa las historias más crudas y, sobre todo, una prueba de que hay que creer en el ser humano.
Agradecida a la Reina Doña Sofía por el cariño que le muestra, incluso lleva consigo una fotografía donde ambas aparecen juntas, Somaly Mam ha sido tajante a la hora de asegurar que el problema del tráfico de mujeres no solo ocurre en Camboya y, además de las violaciones, todo se agrava cuando nadie quiere hablar de ello.
A la vez que se pregunta por cómo se puede vender a un ser humano, y se responde que por hambre, atribuye el problema a la falta de cultura de la población, en un país donde, en su opinión, durante el régimen comunista fueron asesinadas las personas que tenían más formación.
Esta defensora de los Derechos Humanos aboga por que la gente cambie en culturas donde está prohibido hablar de sexo, donde es el hombre quien elige familia y la única parte del matrimonio que conoce algo por su visita a los burdeles, un problema que abordan ahora varias ONG.
El objetivo de los grupos que realizan un buen trabajo en este campo, según Somaly Man, es tratar de cambiar el comportamiento de la gente, porque las mujeres no saben qué hacer la noche de bodas, se sienten violadas.
Sin dar tiempo a que desapareciera el gélido ambiente fruto de la frialdad de sus testimonios, en una sala abarrotada de espectadores, en la antigua cárcel de Segovia, esta camboyana ha hablado sobre su vuelta a los burdeles por los que pasó a mirar a los ojos a muchos de quienes la violaron, algunos militares.
Su mensaje a los violadores: “Necesito que cambiéis y que no sintáis placer al pegar a una mujer”, ha repetido quien nació sin nombre ni familia y, pese a no conocer a sus padres ni la fecha del cumpleaños, repite con insistencia que “la vida es genial, hay que intentar hacer entender a la gente que sea feliz en su vida”.
Aurelio Martín
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