“Pues con mi voto, que no cuenten”. Fue una de las primeras reacciones de muchos españoles cuando se confirmó que, finalmente, volveríamos a las urnas el 10 de noviembre. La convocatoria de las cuartas elecciones generales en cuatro años, tras semanas de negociaciones fallidas, llevó a politólogos e institutos demoscópicos a encontrarse con un panorama electoral donde la abstención podría superar a la de 2016 y alcanzar datos históricos en nuestro país.
El Real Decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el 24 de septiembre disolvía las Cortes Generales elegidas cuatro meses antes y fijaba la fecha para la nueva cita electoral. Desde ese momento, la palabra “abstención” pasó a ser una de las más repetidas en tertulias, titulares y análisis políticos.
Si el 28A la movilización del electorado logró un resultado de participación por encima de la media en las elecciones generales en nuestro país (72,6%), en el panorama actual los sondeos auguran una histórica caída de la participación en los próximos comicios. Por ejemplo, la encuesta de Celeste-Tel para eldiario.es pronosticaba que una repetición electoral sumaría dos millones de abstencionistas o, lo que es lo mismo, que quienes no acudirían a las urnas rondarían el 34% del censo. Belén Barreiro, directora de 40dB y expresidenta del CIS, opina que con los datos que manejamos hoy “cuesta creer que la participación suba del 65%”. Y eso, haciendo una proyección optimista“, añade.
La abstención media en las elecciones generales celebradas en España desde 1977 es del 27,4%; la más baja fue en 1982 (20%) y la más alta en 2016 (33,5%). Pero, ¿eso es mucho? ¿Poco? ¿Y otros países del entorno, se abstienen más o menos que los españoles? eldiario.es ha recopilado los resultados de participación en las elecciones parlamentarias de varios países europeos catalogados por el Índice de Democracia Global 2018 (Global Democracy Index 2018) con un nivel de democracia similar al de España para comprobar el grado de participación de la ciudadanía.
Democracias “plenas” e “imperfectas”
El Índice de Democracia Global, elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist, se basa en los procesos electorales y en los niveles de pluralismo, funcionamiento de los gobiernos, participación política y cultura política para determinar el rango de democracia de 167 países.
En 2018 España ocupaba el puesto 19 del ranking, dentro del grupo de las “democracias plenas” (donde se enmarcan países como Noruega, Finlandia o Alemania), aunque al límite del grupo de las “democracias imperfectas” (del que forman parte países vecinos como Portugal, Francia o Italia, entro otros).
Tomando como referencia este índice, Portugal, Italia, Grecia, Francia, Alemania, Austria, Estonia, Hungría, Finlandia, Noruega y Suecia han sido los países escogidos para comparar cómo es la abstención respecto a España. El siguiente gráfico interactivo muestra cuál ha sido el porcentaje de abstención registrado en sus respectivas elecciones parlamentarias.
Los países nórdicos, que ocupan los primeros puestos en el ranking de democracia, son también algunos de los que presentan datos de abstención más bajos. En Noruega, la media desde 1981 es del 20,7%; en Suecia no llega al 15%. Al contrario ocurre en nuestros vecinos más próximos, Francia y Portugal, cuyas medias son del 31,2% y del 35,5% respectivamente.
No todos los países presentan los mismos patrones de comportamiento. Por ejemplo, mientras que en Finlandia la abstención se ha mantenido estable (entre 1991 y 2019 ha oscilado entre el 27,9% y el 32,1%), en Austria (como en España) ha experimentado grandes altibajos (entre 1979 y 2017 ha variado entre el 8,7% y el 25,1%). En otros, como Italia y Portugal, ha ido aumentando progresivamente y representan una escalera ascendente casi perfecta. En Francia, desde el año 1997, tampoco ha parado de crecer: si aquel año la abstención fue del 32,1%, en 2017 llegó a superar el 50%.
La clave está en la repetición electoral
20D, 26J, 28A y 10N. Cuatro elecciones generales en cuatro años. La nueva convocatoria, tan solo seis meses después de la última, amenaza con generar un hartazgo y una frustración en el electorado que podría traducirse en un aumento de la abstención. Como explica Silvia Claveria, politóloga y profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid, “tenemos pocos datos donde comparar el efecto que podría tener una repetición electoral por falta de acuerdo”.
El único precedente de una situación similar en nuestro país se vivió hace tres años. La repetición electoral de junio de 2016 (26J), tras la incapacidad de los partidos para alcanzar un acuerdo de gobierno después de las elecciones de diciembre de 2015 (20D), se saldó con una caída de la participación de 3,2 puntos. La abstención de aquel 26J fue del 33,5%, la más alta desde la restauración de la democracia.
También Grecia, vecino mediterráneo de España, vivió una repetición electoral por el mismo motivo. Fue en junio de 2012, un mes después de los comicios de mayo de ese mismo año, y tuvo como consecuencia una caída de la participación de 2,6 puntos. La abstención subió del 34,9% al 37,5%.
Barreiro señala que hay “marcos legales que hacen la participación más probable”. En 2002 publicó el informe La participación de los españoles en elecciones y protestas, en el que menciona que “El factor institucional que más peso tiene sobre la participación es la presencia de voto obligatorio. Otros factores, como el registro automático en el censo electoral, la celebración de elecciones en días festivos, o una alta edad legal para votar, también influyen positivamente en la participación”. Por ejemplo, “Italia tiene tradición de voto obligatorio y, aunque ya no lo tiene, se han quedado con participaciones bastante altas”, comenta. El promedio de la participación en Italia desde 1976 es del 83,7%.
¿Y el voto en blanco?
Todos los sondeos apuntan a un aumento de la abstención el próximo 10N. Pero, ¿y del voto en blanco? “El voto en blanco se lee como alguien que está a favor del sistema pero que no sabe muy bien qué opción elegir. No tiene el sentido de protesta que sí tiene el voto nulo”, explica Claveria. “Creo que veremos más abstención y más voto nulo, pero no voto en blanco”, valora la experta. Una opinión que comparte Barreiro: “Así como sí vimos bastante voto en blanco cuando se empezó a derrumbar el sistema bipartidista, ahora no observamos nada excepcional en este sentido”.
En las elecciones generales en España el electorado que decide introducir su papeleta en la urna sin marcar ninguna de las opciones supone, de media, el 0,86% de los votos. El pico más alto de voto en blanco se dio en los comicios de los años 2000 y 2004, donde alcanzó el 1,58% en ambos casos. Lo contrario ocurrió en las primeras elecciones que tuvieron lugar tras la restauración de la democracia, 1977, 1979 y 1982, en las que el voto en blanco supuso menos del 0,5% de los votos.
Comparar el porcentaje de voto en blanco de nuestro país con el de nuestros vecinos europeos no resulta del todo preciso, ya que no todos los países lo contabilizan como en España. Por ejemplo, en Noruega (que ocupa el puesto número 1 en el Índice de Democracia Global, con una puntuación de 9,87 sobre 10) no se contabilizó el voto en blanco hasta 2005. “Antes de 2005 el voto en blanco se agrupaba con ”otros votos“, por lo que no podemos distinguir el número de votos en blanco de esos otros votos”, explican desde el Parlamento del país nórdico.
En su vecino más próximo, Finlandia, el voto en blanco “es entendido como una papeleta electoral que no ha sido aprobada. La razón puede ser que se trate de un voto protesta, que haya un número confuso o el nombre de algún candidato escrito a mano, o una papeleta en blanco”, según explicaron a eldiario.es fuentes del Parlamento. Salvo la papeleta en blanco, los demás casos harían que en España un voto con alguna de esas características fuera contabilizado como nulo. En Finlandia, el promedio del voto en blanco en sus elecciones parlamentarias desde 1991 es prácticamente idéntico al de España: el 0,87%.
Algo similar ocurre en Estonia, donde el voto en blanco es llamado “voto protesta”: “Las papeletas vacías son simplemente consideradas votos inválidos”, aclaran a este medio desde el Parlamento de Estonia.
Desconfianza y aburrimiento en el electorado
Si bien la abstención no se distribuye de forma uniforme, las expertas señalan al hartazgo y a la frustración, al sentir que votar no sirve para nada, como principales causas de la desmovilización del electorado. Mientras tanto, la desconfianza se situó como el principal sentimiento de la ciudadanía hacia la política (34,2%, según el barómetro de julio del CIS); y la percepción de los políticos, los partidos políticos y la política como uno de los tres principales problemas de España alcanzó máximos históricos (38,1%, según este mismo sondeo).