Pompeyo González, acusado de enviar seis cartas-bomba a distintos objetivos a finales de 2022, ha negado este jueves los hechos ante el tribunal de la Audiencia Nacional que le juzga. González afirmó que si su ADN estaba en los sobres que no explotaron es porque alguien recogió los que él tiró a la basura. Y que si la Policía ha encontrado en su teléfono consultas en Internet sobre cómo fabricar artefactos explosivos es porque estaba elaborando una bengala para su dron y el buscador le condujo hasta allí sin su voluntad. “Miras sobre bengalas y te sale cómo se hace una bomba atómica. No es que yo lo haya buscado a propósito”, afirmó González.
La Fiscalía de la Audiencia Nacional solicita 22 años de cárcel para el jubilado, de 74 años, por el envío de los paquetes explosivos al presidente del Gobierno, la ministra de Defensa, las embajadas ucraniana y estadounidense, la base aérea de Torrejón y una empresa fabricante de armas. Solo llegó a explotar la enviada a la delegación diplomática de Ucrania en Madrid, causando heridas leves en una mano a un guardia de seguridad. La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), que ejerce la acusación popular, eleva la petición hasta los 24 años de cárcel por los mismos delitos: terrorismo y fabricación y uso de artefactos explosivos.
González ha declarado en la última sesión del juicio. Ha contestado las preguntas de la Fiscalía, de la AVT y de su defensa. En toda su intervención ha negado ser el autor de los envíos, pese al cúmulo de pruebas en su contra. Cuando fue detenido, en febrero de 2023, Pompeyo guardaba en su casa un dron, entre otros utensilios que le podrían vincular a los envíos. El dron explicaría gran parte de la actividad sospechosa, según el propio acusado. El jubilado explicó hoy ante Alfonso Guevara y el resto del tribunal que quería elevarlo hasta 500 metros con una bengala y que todo lo que encontraron vinculado a las cartas-bomba respondía a sus pruebas para ello, incluido cientos de cerillas.
Pompeyo González aseguró que colecciona postales de distintas ciudades de España y que compró cintas adhesivas, no para escribir la dirección de envío de las cartas-bomba sino para las estampas de las localidades. Los sobres coincidentes con los enviados que la Policía recogió de su basura “eran un poco gruesos y fuertes” y por eso se deshizo de ellos, dijo. “Yo pensaba que eran de un papel más fino”, ha dicho.
A partir de las evidencias recogidas en los sobres que no explotaron, la Policía trazó una ruta inversa de los envíos hasta dar con Pompeyo González. Entonces comenzaron unas vigilancias alrededor de su domicilio durante varios días en las que los agentes fotografiaban y recogían muestras de la basura del jubilado. “Las bisagras eran para los armarios. Las compré pero también las tiré. Una cosa es lo que ves [en Internet] y otra lo que te viene. Tengo un piso pequeño y va a la basura”, ha dicho. ¿Y las brocas? , le ha preguntado la fiscal. “Ultimamente estaba haciendo un helipuerto para el dron”, ha respondido el acusado.
González se ha presentado como víctima de un error. “Hay gente que coge cosas de la basura. Viene de atrás. Me han robado sobres del buzón, he tenido que poner todos los recibos por Internet. Me llegan cosas de Amazon que no he pedido. En abril puse una denuncia en la Guardia Civil”, ha relatado.
El abogado de la AVT preguntó a Pompeyo si tiene alguna explicación de que el ADN apareciera en los sellos de los sobres donde iban los artefactos y en varios componentes de dentro de los artefactos. Tiene alguna explicación de que el ADN haya aparecido en los sellos de los sobres donde van los artefactos y en varios componentes de dentro del artefacto aparezca adn suyo. “Yo tengo los sobres, pongo la pegatina y lo dejo todo preparado. Los sobres están ya con mi huella y mi ADN y todo”, ha dicho Pompeyo, quien después, según su versión, los habría cogido alguien de la basura.
Pompeyo seguía la actualidad en su teléfono móvil a través de las webs prorrusas Sputnik y RT. “Descargo de todo. Me gustaN cosas de novedades. Como es gratuitamente la descargué para informarme de cómo iba eso. De Telegram me gusta investigar a ver qué era eso, pero si lo descargué no lo sabía hacer funcionar”, ha dicho. ¿Y el informe anual del Centro de Satélites [a dónde habría enviado una de las cartas-bomba]? “En la tele sale que España ayuda o no ayuda a Ucrania... Informan y yo me descargo eso... que manda armas, que tal (...) me gusta informarme de todo lo que hace España en estas cosas”, ha respondido.
Entre las búsquedas en Internet que hizo Pompeyo figura “si la pólvora se envuelve en clavos puede explotar”, “cuánto pesa un litro de uranio”, “aprender ruso en 10 días” o “Margarita Robles”. Para todo ello tuvo una explicación el acusado. La pólvora o lo artefactos explosivos son desvíos de los buscadores de Internet cuando él se interesaba por algo para construir la bengala para su dron. Sobre el uranio, ha dicho: “Hombre... me gusta mucho. Sé que el oro pesa 19 kilos. Habrá algún material más pesado. Lo pones Internet y el uranio es el más pesado”.
“Ni se me ocurre alterar la paz pública”
¿Y el ruso? “Solo se que 'spasiva' es gracias. Me gustaría aprender ruso y alemán”. Sobre Margarita Robles, la fiscal le ha presguntado si le interesaba “la figura de nuestra ministra de Defensa”. Respuesta: “Salía que el presidente del Gobierno ayudaba [a Ucrania en su guerra con Rusia] y la ministra Robles que estaba también de acuerdo. Habían dicho que era una persona un poco falsa”.
Su abogada le ha preguntado si alguna vez ha querido subvertir la paz pública. Pompeyo González ha respondido: “Ni se me ocurre. Eso lo ha inventado la prensa”. Pompeyo ha hecho uso de su derecho a la última palabra y ha asegurado que los medios le han “calumniado”. “Es una maldad que se ve claramente lo que me han hecho”, ha acertado a decir antes de que el juez Guevara decretase el “visto para sentencia”.