Un speaker que anuncia su llegada; una prolongada ovación; gentes “llegadas” de toda España; militantes que aplauden, cámaras que graban; flashes que disparan... Y entonces, la aparición estelar. Como si fuera JFK. Esta vez sin gafas de sol porque la escena se graba en interior y a ras de suelo, pero la espectacularidad del despliegue es idéntica.
Dicen por ahí que a Pedro Sánchez además de gobernar, le gusta posar. Y no se le da mal. Si la política fuera Instagram y el presidente un influencer, el objetivo de la presentación de su “Propuesta Abierta para un Programa Común Progresista” sería sumar millones de likes. En el contexto actual busca solo el “me gusta” de Pablo Iglesias con una oferta programática de marcado carácter social para que el líder de los morados no la pueda rechazar.
Y ahora va y añade para poner más difícil el “no” a su investidura que está dispuesto a que Unidas Podemos tengan responsabilidades en instituciones no supeditadas al Consejo de Ministros, e incluso a que haya una oficina de control que vele por el cumplimiento del acuerdo. Todo con tal de endosar al contrario la culpa y romper con esa curva ascendente que ya en los sondeos atribuye más al PSOE que a Podemos la responsabilidad de que no haya gobierno.
La oferta es un nuevo as bajo la manga que está lejos de arrastrar hasta el “sí” a Unidos Podemos, donde no ven más que una repetición del guión ya desplegado por Sánchez antes de la investidura fallida de julio. “Pronto dirá que Irene Montero no defiende la democracia”, ironizan en una demostración de que no creen en la voluntad del presidente por alcanzar un acuerdo.
Sepan que la política, como Instagram, tiene mucho de postureo. Hay un abismo entre lo que se exhibe y lo que se vive, entre lo que se cuenta y lo que se piensa, entre lo que se enseña y lo que se oculta... Y el último movimiento político de Sánchez es la constatación de que una cosa es lo que se habla en La Moncloa y en el PSOE y otra muy distinta lo que se persigue cuando se encienden los focos.
Los socialistas salieron el lunes de la última Ejecutiva Federal convencidos de que habrá elecciones en noviembre, pero Sánchez pretende convencer en público de que tiene una salida viable para el laberinto del bloqueo. Pura táctica. Entre las paredes de Ferraz dice que Iglesias no aceptará nada que no sea la presencia de los morados y ordena a los suyos que vayan calentando motores para la campaña y delante de las cámaras defiende que hay margen para recuperar la confianza quebrada tras la negociación de la investidura fallida.
Si Podemos dice no a la enésima pirueta del presidente -y tiene toda la pinta-, habrá elecciones en noviembre. Pero si dijera sí, igual Sánchez se llevaría una ¿desagradable? sorpresa. A tres semanas de que expire el plazo para la disolución de las Cortes Generales, acaba de añadir una nueva foto al álbum pre-electoral que inauguró ya en agosto con sus calculados encuentros con las organizaciones sociales.
Los morados le han cogido la matrícula y conviene que sepa que entre unas elecciones en otoño o en primavera, que es cuanto se calcula que podría durar una Legislatura que arrancase con un gobierno del PSOE en solitario y con Podemos haciendo oposición desde el primer día, han decidido que prefieren lo primero.
De momento, Iglesias se ha concedido 24 horas antes de responder de forma oficial a la propuesta del presidente. Margen hay para el entendimiento programático, pero la condición sigue siendo una negociación integral de gobierno. Lo contrario, se teme, siempre quedaría convertido en papel mojado. El secretario general de Podemos ya está preparado también para una campaña de una sola semana, un único debate electoral en televisión que podría caer en martes —por el habitual calendario de la liga y la Champions— y un resultado que ponga a cada cual donde los ciudadanos sitúen a cada cual donde estimen.
Disfruten del álbum de fotos.