'Cinco años sin piedad' o qué ha pasado en España desde 2011

  • El periodista Ricard Arís repasa en el libro 'Cinco años sin piedad' (Lapsus Calami) lo que ha ocurrido en España en el periodismo, la política, la economía, el activismo y en el ámbito judicial

Periodismo:

La primera de las preguntas temáticas centradas en el mundo periodístico se refería al despido de varios miles de periodistas en los últimos cinco años a causa de los ERE presentados en decenas de medios de comunicación y del cierre de muchos ellos, grandes y pequeños, por culpa de la caída en picado de la inversión en publicidad. Como periodista, uno se pregunta cómo debe afectar eso a la profesión, ¿se informa peor desde la crisis a causa de todos esos despidos?

La respuesta fue clara en las tres entrevistas: se informa peor. Olga Rodríguez, muy crítica con los sectores económicos que han colonizado el sector editorial periodístico, explicó que “en los últimos cinco años, o incluso un poco antes, con la excusa de la crisis económica, se ha precarizado el periodismo, primero para ahorrar un dinerillo y después para tener bien controladas a las redacciones. Porque ya se sabe que cuando vienen tiempos difíciles como éstos, una prensa realmente libre, independiente, honesta y valiente puede hacer mucho daño a los Gobiernos. Y éstos necesitan más que nunca la alianza con la prensa”.

Rodríguez, citando al experiodista y guionista de series como The Wire, David Simon, recuerda que “hay un antes y un después en el periodismo, […] cuando el poder económico entra en los medios de comunicación”. Durante la entrevista describe cómo se transformó internamente la Cadena SER, y el grupo Prisa en general, cuando un grupo económico entró en su accionariado, tanto en el trato de la información como en la organización interna de las redacciones periodísticas, en las que actualmente prima la competitividad interna sobre el trabajo en equipo. Recuerda también la importancia de desmantelar las corresponsalías de los medios de comunicación, ya que, a su parecer, “vemos el mundo a través de dos grandes ojos, (las agencias) Reuters y AP, que pueden hacer mejor o peor su trabajo, pero ver el mundo a través de dos ojos es muy orwelliano y nos conduce a una uniformidad peligrosa de la información. Dos grandes ojos que deciden de qué se habla, cómo se habla de eso y que, además, se repiten”.

Juan Pablo Colmenarejo, por su parte, no veía tampoco muy halagüeño el panorama periodístico actual, afirmando que se informa peor y recordando que “también teníamos nuestra burbuja aquí, no había tanto mercado para tanto. Aun así, creo que se ha perdido calidad, se ha perdido mucho periodismo, porque el periodismo es algo caro. Pero creo que desgraciadamente ese proceso es irreversible: no se puede pagar”. Recordando el lema de la Asociación de la Prensa de Madrid, mencionó que “sin periodistas no hay periodismo y sin periodismo no hay democracia. Creo que es una desgracia y se ha ido a menos. Se paga peor y se trabaja peor”.

Aun así, abrió una ventana a la esperanza argumentando que “se ha abierto un campo nuevo que es el de Internet, en el que si eres bueno y tienes un poco de suerte, puedes sobrevivir. De hecho, se han creado medios en Internet en los que se apuesta por la calidad y por el buen periodismo. Creo que hay que reinventar el periodismo, pero creo que va a ser muy difícil recuperar esa cifra de diez mil puestos de trabajo, que es tremenda y que ha afectado a buenos amigos y excelentes profesionales que se han quedado en paro porque su medio ha cerrado”.

Por su parte, Virginia Alonso analizó no sólo los despidos, sino la propia crisis del periodismo, en la que opina que han confluido dos crisis paralelamente: “por un lado, la crisis económica y, luego, la crisis del periodismo que viene derivada de una revolución industrial en la que estamos inmersos ahora mismo, y que se produce con la llegada de Internet, el cambio de hábitos en todos los ámbitos que supone para los ciudadanos, para los propios medios, el cambio de la forma de trabajar”. En su opinión, las principales consecuencias del periodismo de los últimos años ha sido un claro “deterioro de la credibilidad de los medios o la constatación de esa falta de credibilidad, que se acelera con la participación mucho más directa de la ciudadanía en el control de todos los poderes, incluido el mediático”.

Economía:

De hecho, cuando le preguntábamos (a José Ignacio Gutiérrez Laso) “¿en qué ha cambiado la economía mundial en los últimos cinco o seis años?”, contestaba “es muy difícil contestar por una razón muy sencilla: creo que no estamos seguros de lo que nos ha pasado y todavía no hemos logrado aislar y definir los virus. Sólo sabemos que estamos en una economía distinta. Sabemos que el liberalismo absoluto a ultranza y la globalización llevan a situaciones de competencia absolutamente ridículas y patéticas. Los mercados no se regulan automáticamente. Hay vida más allá de la oferta y la demanda”. Siguiendo con este argumento añadía que “hay que reordenar todo eso. La economía de mercado es muy buena para asignar eficientemente los recursos, pero debe tener sus límites, precisamente el uso eficiente y ético de esos recursos.

Porque si resulta que nos gastamos el dinero yendo a comercios donde nos consta que eso no es posible hacerlo en un país civilizado con sus sindicatos, salarios mínimos, etc., lo que estamos haciendo es transfiriendo renta a esos países [que esclavizan] y vamos a tener que pagar de nuestros impuestos las carencias de los recortes que estamos haciendo y de los despidos, porque de todas formas vamos a tener que mantener a la gente“.

En esa misma pregunta, Daniel Lacalle respondía “no hemos aprendido nada. Lo que estamos intentando es reactivar esas burbujas que generaron esta crisis” y lo explicaba añadiendo que “el problema fundamental es un problema de un modelo de crecimiento basado en el endeudamiento excesivo. Y cuando la solución que nos ponen encima de la mesa es que tiene que fluir el crédito y nos ponen como ejemplo el año 2007, estamos equivocándonos en el diagnóstico, porque el año del 2007 era el [año del] exceso. Es como si a uno le dicen que para curar la cirrosis tiene que volver a beber”.

Javier Flores, por su parte, diagnosticaba una gran “falta de vigilancia para determinadas prácticas financieras”. “El concepto de la autorregulación –que las entidades financieras se autorregulan, el mercado también–escondía una realidad: se estaban llevando a cabo algunas prácticas que podían llegar a ser temerarias y que eran peligrosas para la economía mundial. Nadie revisaba eso, pero era una vía de enriquecimiento”. En este sentido, afirma en la entrevista que la caída de Lehman Brothers puso de manifiesto la “falta de transparencia y oportunismo de algunas entidades bancarias en determinadas inversiones”, ya sea por una “deficiente regulación del sistema financiero” o por la falta de equilibrio entre un “marco legal justo y equilibrado y su aplicación efectiva para que los inversores puedan adoptar decisiones de inversión con conocimiento de causa”.

Política:

A pesar de las diferencias ideológicas, puedo avanzar que las tres partes reflexionan sobre la necesidad de un cambio de rumbo para este país, sobre todo a nivel estructural, que haría inevitable en los próximos años un cambio en la Constitución –debate que hasta la profundización de la crisis en 2011 parecía complicado abordar y que ahora, hasta los más “castos” políticamente se atreven a comentar–. Este es uno de los mayores puntos en común de los tres entrevistados políticos, y casi deberíamos decir de todo el libro, ya que es un punto de vista que comparten también entrevistados de otras especialidades. En este sentido, David Fernández cree que “es necesario un proceso constituyente, destituyente de lo que hay, constituyente de lo que vendrá y reconstituyente en términos éticos y sociales” y en este sentido opina que no hay que tener miedo a mirar hacia adelante para cambiar la sociedad, ya que “todo proceso político de cambio social ha sido antes una utopía. Después esa utopía se ha concretado en un derecho e incluso ha llegado a ser un derecho activo y justiciable”.

Agustí de Uribe, en un sentido más concreto, propone repensar la estructura del Estado, ya que “no es lógico que existan ministerios de educación, de sanidad o cultura cuando sus competencias están transferidas a las autonomías. ¿Para qué sirven los ministros, los secretarios de Estado, los directores generales… [de estos ministerios]? Para nada. Para gastar y disponer de un comedero al que colocar a los propios. Seguimos duplicando, triplicando y cuadruplicando estructuras innecesarias”.

Por su parte, Ismael Crespo confirma la tesis de la reforma constitucional destacando que es necesario modernizar el estado y que “debería haber una mayoría muy sólida –ochenta, ochenta y cinco por ciento de los diputados y senadores y un setenta y cinco por ciento de la población– que fueran partícipes de ese cambio. En cuanto a reformas concretas, hay que reforzar los mecanismos de accountability –traducción: asunción de responsabilidades, rendición de cuentas, etc.–”. Crespo también destaca que es necesaria una reforma del Poder Judicial, una reforma de Senado, una reforma del sistema electoral y que, en general, este cambio político y social en nuestro país debería ser más participativo de lo que fue la Transición.

De hecho, según Agustí de Uribe, el problema político de España es que “los partidos los controlan un grupo reducido de personas que ha vivido toda su vida del partido”. La excesiva fuerza de los partidos del sistema sociopolítico español, la llamada “partitocracia”, es un problema según Uribe, sobre todo comparándola con otros sistemas, como el británico, que está basado en circunscripciones electorales municipales y de condado, lo que provoca una gran proximidad entre el cargo electo y sus electores y que “el poder de partido sea mucho menor, pues lo que le interesa al concejal o al parlamentario son sus votantes”, no lo que mande Ferraz, lo que mande Génova o lo que mande la secretaría general del partido correspondiente.