El Partido Popular tiene que afrontar un hecho ineludible. Alberto Núñez Feijóo es soso. No lo llevarías a una fiesta para que brille como el centro de la atención y haga que todos se partan el pecho con sus ocurrencias. Cuando intenta hacer un chiste o un comentario algo irónico en un acto del partido, notas que la audiencia tiene que hacer esfuerzos para reírse. A veces, sencillamente no lo pillan. Necesitaría un letrero de neón con las palabras 'risas' o 'aplausos' para reaccionar en el momento adecuado. Mientras tanto, el líder del Partido Popular prueba con diferentes frases para captar la atención de la gente con resultados manifiestamente mejorables.
Núñez Feijóo acompañó el viernes a Isabel Díaz Ayuso en un acto en Alcalá de Henares que servía para eso que los periodistas y políticos llaman el inicio del “curso político”, lo que es una falacia, porque el curso político no empieza ni termina nunca. Es un continuo que se prolonga de forma infinita con mayor o menor intensidad en función de los acontecimientos. Un bucle en el que sus protagonistas no dejan de mover las piernas en una rueda que saben que nunca se va a detener.
El caso es que Feijóo estaba allí ante un público formado por militantes y simpatizantes del PP madrileño y tenía que caerles bien. El anterior gallego que ocupó la presidencia del PP no contaba con muchos partidarios en la derecha regional. El discurso habitual de Ayuso les ha hecho creer que fuera de Madrid sólo hay tierra que hay que conquistar, poblada por gente que no es lo bastante buena para vivir en la región más importante del mundo. De entrada, Feijóo les dijo que ya está “afiliado y censado” en Madrid. Ya es un poco uno de los suyos.
“He tenido el honor de ser presidente de Galicia y de tener de asesor permanente al apóstol de Santiago que nunca me falló”, dijo con clara intención de resultar gracioso. El público ya sabía que un personaje que murió hace dos mil años no estaba en la nómina de la Xunta –y mira que allí con una buena recomendación consigues seguro un puesto–, así que tenía claro que se tenía que reír.
Fuera de esa audiencia cautiva, habrá quien se pregunte si Feijóo oye voces en su cabeza.
Es posible que el apóstol le recomendara en Galicia que no sacara el martillo a pasear si no era imprescindible. Ahora, asesores de menos experiencia parecen creer que en Madrid tienes que mostrar el perfil más duro para estar a tono con el ambiente mediático de la capital. Y allá fue el hachazo: “Estos supuestos feministas alegaron un embarazo para cesar a una de las más altas responsables del partido socialista”. Se refería a la dimisión de Adriana Lastra como vicesecretaria general del PSOE.
Lastra abandonó la dirección socialista no muy de acuerdo con los cambios que tiene previstos Pedro Sánchez. Fue ella la que mencionó en público su estado de salud. Feijóo se lo puso fácil a Lastra para que esta respondiera en Twitter: “Hay que ser machista, retorcido y mala persona para utilizar la decisión personal de una mujer e intentar hacerle daño al presidente”.
Feijóo –o sus asesores– no tiene muy medido el movimiento que hay que ejecutar con el hacha para hacer daño al rival. En ocasiones, acaba clavando el arma en su propio pie.
El líder del PP lo tenía fácil para armar el discurso. Debería haber arrancado con el regalo que le ha concedido Pedro Sánchez esta semana con el anuncio de la reducción del IVA del gas al 5%. Es una decisión que la Comisión Europea ha rechazado de forma expresa por su previsible impacto negativo en la inflación y en los problemas de suministro de energía. Es también algo que había reclamado el PP, que quiere hacer creer al electorado que se puede reducir la inflación y la deuda al mismo tiempo de forma mágica e indolora.
Feijóo alardeó de que el Gobierno ha copiado una medida del PP. “Llevo seis meses pidiéndolo”, dijo. No le falta razón. Otra cosa es que el PP también lleva meses afirmando que el Gobierno está aumentando la deuda pública a niveles insostenibles y el descenso de la recaudación del IVA sólo puede empeorar esa situación. Pero tampoco se le puede pedir al apóstol que sepa de mercados financieros.
Sobre la inflación, el santo también está un poco verde. Feijóo imploró al Gobierno que no “penalice” el consumo. Si algún Gobierno consigue aumentar el consumo sin que suba la inflación, van a tener que volver a escribir todos los manuales de economía.
El presidente del PP tenía mucho interés en negar cualquier diferencia política con Díaz Ayuso sólo un día después de que quedara de manifiesto una muy clara en un asunto tan sensible como el del aborto. “Me hace gracia que, cuando al PP le va bien, alguien se invente discrepancias”, comentó. Negar la evidencia es un factor muy frecuente en política. En este caso, no han pasado ni 24 horas desde la opinión de Ayuso, que está en contra de que las mujeres de 16 o 17 años necesiten el consentimiento paterno para abortar, para que Feijóo sostenga que esas diferencias son invenciones.
Pocos días después de que el PP haya descartado celebrar una convención política en los próximos meses, según El Mundo, Díaz Ayuso tuvo que tragarse la decepción. El PP madrileño tiene muchas ganas de que se hable de ideología y no sólo de gestión económica, y ni Feijóo ni el apóstol han estado nunca muy interesados en esas cosas. Pero con el gallego eso no toca y la presidenta de Madrid ya no tiene muchas ganas de andar moviendo el bote de un lado al otro. Ya dio un gran espectáculo en su duelo con Pablo Casado y no está en condiciones de repetir el magnicidio.
Todo son flores entre Ayuso y Feijóo en estos momentos y habrá un jardín entero hasta que lleguen las elecciones nacionales. En el mitin, Ayuso esbozó las ideas de su futura campaña electoral, que será un calco de la anterior. Esta vez, el gancho serán las medidas de ahorro energético de las que se habla en toda Europa, pero que en Madrid se convertirán en un nuevo ejemplo de la lucha de la libertad contra el Gobierno y otras malas hierbas.
Ahora son las luces de los escaparates el símbolo del ataque del mal. “Se ponen bravos con las tiendas y sus escaparates”, dijo. “Imponer la oscuridad en las calles” es uno de los “ejemplos de autoritarismo” que caracteriza al Gobierno. Sólo la luz frenará a las criaturas del averno. Oscuridad o libertad. Ese es un eslogan que Putin aprobaría entusiasmado.