“Otros países empiezan a acusar a España de ser un país racista. Yo lo niego. Claro que hay conductas racistas también en la política. Las hay en el PNV, es fundamento del Partido Nacionalista Vasco, ahí lo llevan”. La frase de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una entrevista publicada este miércoles en El Periódico de España en la recta final de la campaña del 28M ha dinamitado los intentos de su jefe de filas, Alberto Núñez Feijóo, de rehacer los puentes entre el PP y el partido vasco. El presidente del Euzkadi Buru Batzar del PNV, Andoni Ortuzar, respondió casi sobre la marcha: “En política no vale todo, y para esta mujer parece que vale todo”.
Las palabras de Ayuso llegan en medio de la polémica por los insultos racistas contra el futbolista del Real Madrid Vinicius Jr. en un partido de La Liga celebrado en Valencia el pasado domingo. La presidenta regional lamenta en la citada entrevista que el caso se está “utilizando contra España” e, inmediatamente, arremete contra el PNV.
El objetivo elegido por Ayuso no es cualquiera. Los 'jeltzales' han sido socios habituales tanto del PSOE como del PP en el Gobierno. El caso paradigmático fue cuando los vascos, con Xabier Arzalluz a la cabeza y de la mano de la CiU de Jordi Pujol, hicieron presidente a José María Aznar en 1996. Pero no solo. El PNV también fue apoyo del PP de Mariano Rajoy en buena parte de sus casi siete años de mandato, especialmente durante su segundo gobierno, en minoría.
El PNV siempre ha sido una pieza clave en la gobernabilidad de España. Y, aunque ahora su importancia numérica es menor con un Parlamento más atomizado, todo indica que tras las elecciones generales previstas para el próximo mes de diciembre lo seguirá siendo para que los dos principales candidatos a la Moncloa, Pedro Sánchez y Feijóo, alcancen una mayoría parlamentaria suficiente para la investidura y para aprobar los diferentes presupuestos.
Al principio de esta legislatura las relaciones entre el PNV y el PP estaban, en el mejor de los casos, rotas. El apoyo de los vascos a la moción de censura de Sánchez contra Rajoy en junio de 2018, apenas unos días después de aprobarle al gallego los Presupuestos, se tomó como una declaración de guerra en la sede nacional de la madrileña calle de Génova. El ascenso de Pablo Casado al despacho más alto de ese edificio no solo no permitió reconducir, sino que alejó mucho más a las dos formaciones.
Cuatro años después, Casado fue defenestrado como líder del PP por los suyos después de un cruento y largo enfrentamiento precisamente con Ayuso por el control de la organización en Madrid. El ascenso de Feijóo fue recibido en muchos sectores como un intento de cierta moderación, siquiera institucional, del partido.
Feijóo, presidente de la Xunta durante cuatro legislaturas, presume de tener muy buena relación con diferentes presidentes autonómicos, como el castellanomanchego Emiliano García Page o el vasco Iñigo Urkullu. De hecho, ambos se han puesto de acuerdo para que sus respectivas elecciones autonómicas coincidan. ¿Y cómo de buena es la relación con el lehendakari? Según a quién se le pregunte.
El propio Feijóo dijo en junio de 2022: “Es fácil entenderse con Urkullu”. Ese mes de agosto dio otro paso: “En muchas cuestiones es más fácil hablar con el PNV e Iñigo Urkullu que con Vox”, afirmó en una entrevista a El País. En octubre, se reunió por primera vez con Andoni Ortuzar y, aunque los mensajes que trasladaron desde ambos partidos eran de prudencia, el intento por ambas partes de recuperar una relación perdida parecía evidente.
Ese verano, el llamado 'efecto Feijóo' estaba en su cúspide. El dirigente gallego llegó a Madrid como un vendaval, se acallaron los problemas internos, su popularidad se catapultó y en el PP cundió la sensación de que la llegada a la Moncloa sería solo cuestión de tiempo.
En paralelo a la normalización de las relaciones con el PNV, Feijóo buscó un acercamiento a sectores empresariales y sociales catalanes para recomponer también la relación de su partido con Catalunya, quebrada desde el recurso de inconstitucionalidad y destrozada tras los sucesos del 1 de octubre de 2017 y la aplicación posterior del artículo 155. “No hemos tenido un mínimo de empatía para hacer ver nuestros planteamientos en Catalunya”, dijo en la misma entrevista de agosto de 2022 en El País.
Los intentos de Feijóo de recomponer su partido en ambas nacionalidades históricas no han tenido mucho éxito. En Catalunya las encuestas sitúan al PP fuera de toda opción de poder (o de condicionarlo) el 28M. En Euskadi, la situación no es muy diferente. Pese a los intentos de ofrecer una visión conciliadora, el PP vasco lo lidera el ala dura de Carlos Iturgaiz, a quien el presidente nacional ha permitido seguir en su sillón pese a las diferencias entre ellos. Pero si en las elecciones del domingo (donde no hay autonómicas pero sí municipales y se elige además el gobierno de las tres diputaciones vascas) el resultado es el previsto, quizá la paciencia haya llegado a su límite.
Toda esta estrategia de acercamiento a dos territorios ha reventado en las últimas semanas, especialmente en Euskadi. La integración de 44 exterroristas de ETA en las listas de EH Bildu llevó el debate sobre el final del terrorismo a primer término. Feijóo exprimió el asunto, sabedor de que en las filas socialistas la relación con los 'abertzales' no es precisamente un motivo de orgullo. El gallego jugó al límite durante su cara a cara en el Senado con Sánchez, que no respondió si piensa (o no) reeditar su pacto tras las generales de diciembre.
Y apareció Ayuso, con toda su capacidad de marcar la agenda mediática. “ETA está viva”, dijo la presidenta de Madrid para desesperación de extraños pero, especialmente, de los propios. Aunque en Génova intentan no contradecir las palabras de Ayuso, lo que muestra el temor que suscita en sus propias filas visto el antecedente de Casado, la desazón era evidente. Hasta el punto de que, de un día para otro, ETA desapareció del discurso de Feijóo. Y EH Bildu, casi del todo.
A la vez, Ayuso se fue a Bilbao a decir que EH Bildu esconde su proyecto dictatorial bajo la “ideología woke”. Su faro político, José María Aznar, ha asegurado durante esta campaña que Sánchez va a “soltar etarras” si se mantiene al frente del Gobierno. A su lado, las palabras del líder del PP en Gipuzkoa, Mikel Lezama, quien defiende una vía de entendimiento con el nacionalismo vasco, palidecen.
Pero ahora Ayuso ha dado otro paso y no solo ha arremetido contra EH Bildu, sino contra el PNV, quien se ha revuelto contra la 'lideresa'. “Yo soy de los que creen que en política no vale todo, y para esta mujer parece que vale todo. No sé quién le ha dicho que va a sacar más votos en Madrid metiéndose con lo vasco y con los partidos vascos, y ha cogido como doble eje de campaña zumbar a Bildu y zumbarnos a nosotros”, apuntó el miércoles el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, según recoge Europa Press.
Pero las palabras de Ayuso a cinco días de la cita con las urnas no solo han molestado al PNV. También han caído como una bomba y han vuelto a girar el marco mediático que tenían previsto en Génova para los últimos días de campaña.
El coordinador general, Elías Bendodo, optó por hacerse el despistado y dijo desconocer las palabras de la presidenta de Madrid ante las preguntas de los periodistas. El que fuera su jefe en Andalucía, Juan Manuel Moreno, ha surfeado para no contradecir a Ayuso pero tampoco enfadar a su colega de la otra punta de la península. “A mí no me gusta catalogar a ninguna fuerza política, no me gusta etiquetarlas”, dijo Moreno en declaraciones recogidas por Europa Press, para evocar entonces declaraciones del pasado que “hablaban de cierta supremacía, del RH positivo”, considerar de ellas que fueron afirmaciones “clarísimamente desafortunadas” y precisar entonces que “otra cosa es que el PNV actual sea racista”.
El presidente andaluz esgrimió las declaraciones de quien fuera presidente del PNV, Xabier Arzalluz, precisamente quien dio por primera vez en democracia los votos necesarios a la derecha española para llegar a la Moncloa. Feijóo aspira a un escenario similar en 2024. Ayuso ahora se lo ha puesto mucho más difícil.