“Como ella ha dicho, se considera mi amiga y entonces, pues eso tiene consecuencias, ¿no?”. La frase la pronunció Mariano Rajoy el 21 de mayo del año pasado, en Valencia y en plena campaña electoral de las elecciones municipales. El presidente del Gobierno ha comprobado en los dos últimos días cómo de ciertas eran esas palabras. Rita Barberá ha dejado las siglas antes que su escaño y se ha insubordinado. A última hora de la tarde del miércoles Rajoy no había hablado con ella para tratar de convencerla de que renunciara al acta, pese a que fuentes del entorno de la exalcaldesa deslizaron que sólo él puede evitar el bochorno de verla sentada en el Senado como parlamentaria no adscrita. Aun así, fuentes de la dirección de Génova negaron que hubieran hablado e indicaron que tampoco estaba previsto que Rajoy la llamara.
Desde el momento en que el Tribunal Supremo informó el martes a media mañana de que se le abría causa por blanqueo de capitales, en el PP nacional cundieron los nervios. Faltaban pocas horas para que se constituyeran formalmente las dos comisiones del Senado en las que repetía como vocal y ella se dirigía a Madrid en tren desde Valencia. La noticia le llegó durante el trayecto, por lo que decidió bajar en Cuenca y volver a su casa. Adujo que necesitaba estudiar el auto judicial en profundidad.
La mujer a la que el presidente en funciones ha defendido hasta el final con el argumento de que no sabía de qué se la acusaba fue incluida en la Diputación Permanente por iniciativa personal de Rajoy y a espaldas de los miembros de la dirección del partido. Ese blindaje le permitía mantener el aforamiento incluso en el periodo entre las dos elecciones generales de diciembre y junio.
Los mensajes más o menos sutiles aumentaron según se acercaba el momento en el que el Alto Tribunal podía pronunciarse. De hecho, en esta legislatura no se ha llegado a constituir la Diputación Permanente de la Cámara Alta, presidida por Pío García Escudero y controlada con mayoría absoluta por los conservadores. En la decisión pesaba la inminencia del encausamiento, por lo que se ha dejado pasar el tiempo para no tener que pronunciarse sobre si repetía o no como suplente.
Pero Barberá dejó caer, unas horas antes de difundir un largo comunicado, que lo más lejos que podía llegar era dejar la militancia, pero no el escaño. La propuesta se entendió como lo que era, un pulso. Nada extraño en una mujer que se permitió enviar mensajes amenazantes a Fernando Martínez Maillo, el vicesecretario de organización, reprochándole las presiones y las críticas que había recibido por parte de los miembros de la dirección. La apertura de un expediente informativo hizo que Barberá le enviara el siguiente mensaje: “Defendamos a la gente del partido que no ha hecho nada. Esto le puede pasar a cualquiera”, rezaba el SMS.
La amenaza de convocar al Comité de Derechos y Garantías a las siete de la tarde del miércoles para expulsarla sólo sirvió para que se adelantara en comunicar su baja como militante.
El miedo a que la intuida insumisión de Barberá se materializara provocó una nueva tanda de declaraciones destinadas a presionarla. Siempre con la coletilla de que se esperaba “que hiciera lo mejor para el partido” y asumiera las responsabilidades políticas desde el momento de la imputación, algunos barones redoblaron la presión. Cristina Cifuentes fue la primera. “Espero que deje voluntariamente su escaño”, dijo el martes la presidenta de la Comunidad de Madrid.
El vicepresidente del Senado, Pedro Sanz, no había sido tan claro unas horas antes aunque sí insinuó que en Génova estaban dispuestos a llegar a expulsarla. Ante las preguntas sobre el futuro de la senadora, el expresidente de La Rioja, declaró que la decisión era de ella. “Si no coincide con lo que piensa el PP, el partido tomará la decisión oportuna”.
Alfonso Alonso, desde su campaña en el País Vasco, sí se expresaba de forma terminante el miércoles por la mañana. “Tiene que pensar en el partido en el que ha militado tanto tiempo y tomar una decisión. Si no, lo tendrá que hacer la dirección del partido”, adelantaba el candidato del PP a lehendakari.
“He solicitado mi baja del PP porque así me lo ha pedido el PP y con ello, además de dar una muestra de mi entrega a él, evito que nadie se ampare en mí para responsabilizarme de cualquier perjuicio o para esconder sus resultados políticos o electorales”. La parte final del párrafo incluye un recado especialmente dirigido a Alonso y a Alberto Núñez Feijóo con ese recordatorio de que no puedan escudarse en el escándalo si sus resultados dentro de quince días son peores de lo esperado.
Con Rajoy derrotado en una investidura fallida y sin avances en cuanto a buscar más apoyos para rebasar los 170 resultado de su suma con Ciudadanos, Coalición Canaria, UPN y Foro Asturias, la insumisión de Barberá no facilita al presidente conseguirlo en un segundo intento.