Se podría decir que el BOE es el medio de comunicación con más poder de España, y eso que no lleva fotografías. Es la publicación oficial donde aparecen las leyes votadas por el Parlamento, los decretos aprobados por el Gobierno y todo tipo de disposiciones oficiales. En el Boletín Oficial del Estado, es el Estado el que habla con todo su poder para comunicar a los ciudadanos que esto es lo que hay. Los periodistas llevan toda una vida consultándolo, pero fue Eva Belmonte (Elche, 1982) la que decidió hacerle un marcaje más estricto, día a día, primero en el blog El BOE nuestro de cada día y luego como codirectora de la Fundación Civio.
Belmonte y Mauro Entrialgo (Vitoria, 1965), ilustrador y autor de cómics, han publicado Diccionario ilustrado BOE-Español (editado por Ariel) con todo lo que hay que saber para entenderlo, lo que no siempre es tarea fácil. Cada entrada cuenta con un apartado de “Uso y abuso” con especial énfasis en lo segundo. Las viñetas de Entrialgo dan el contrapunto irónico por aquello de que la España real debe echarle algo de sentido del humor ante las cosas que perpetra la España oficial. Y no hay nada más oficial que el BOE.
El título del libro dice que es un diccionario. ¿Está escrito el BOE en otro idioma? ¿Es discutible llamarlo castellano?
(Belmonte) El lenguaje administrativo, como género, es un poco raro, pero también es verdad que si llamamos castellano a según qué acento cerrado de Murcia, yo creo que podemos aceptar el lenguaje administrativo. Hay palabras que en el mundo real significan una cosa e incluso en la RAE significan una cosa, y en el mundo administrativo significan otra. Siempre me acuerdo mucho del término honorabilidad. No es un concepto subjetivo, pero en el lenguaje administrativo la honorabilidad es una cosa muy, muy concreta. En realidad, la intención del libro es ayudar a entender cómo funciona lo público en esa parte burocrática que aparece cuando se publican las cosas.
(Entrialgo) Hemos insistido mucho en intentar que el libro se note que es a la vez serio y riguroso y que también tiene una parte de humor. El propio título ya lo indica un poco, también con el aspecto gráfico con sólo dos colores. Que se vea que hay cosas serias, pero también de risa.
Eso de meter humor o ingenio en el BOE suena un poco a misión imposible.
(Belmonte) Un poco sí, pero yo me daba cuenta que cuando explico a colegas o a mi madre o cuando le explicaba a Mauro alguna cosa tomándonos unas cañas, lo hacía con choteo y con sorna. Yo estaba acostumbrada a publicar artículos en plan muy fría y aséptica, que es algo que me gusta. Pero cuando sabes mucho de algo, es muy fácil explicarlo relajado. Para mí, no era tan difícil, porque en mi vida privada hacía muchas bromas sobre esto. No las hacía nunca en público.
(Entrialgo) Por mi parte, llevando tanto tiempo haciendo humor gráfico, ya tengo mis truquitos. Pero la ventaja que he tenido en este caso es que tenía que hacer chistes de lo que nunca había hecho antes. Me dices: hazme uno de alguien que va a tomarse unas cañas, pues he hecho 32.000. En cambio, de disposición derogatoria no había hecho nunca, de corrupción y cosas parecidas, sí, pero de disposición derogatoria, ninguno.
Es normal que la gente no conozca ciertos términos. Con respecto al BOE, ¿es sólo un problema de terminología o del lenguaje que se utiliza, un poco como lo que ocurre con la justicia?
(Belmonte) Yo creo que las dos cosas, porque en el lenguaje hay palabras que tienen un significado técnico, pero hay otras que no. Tengo la sensación muchas veces leyendo estos textos que hay cosas que están enrevesadas a propósito, como cuando escuchas hablar a alguien que no es una persona ultrainteligente, pero habla muy recargado para parecerlo. Hace las frases más largas y tiende a evitar simplificar para no parecer tonto. Y luego está la otra parte, que es lo del copy paste del BOE. Hay un montón de textos que se vienen copiando y pegando desde hace millones de años, un poco para no tener que volver a escribirlo. Entonces se ha quedado ese lenguaje anacrónico.
Entonces, sí hay una parte muy importante del BOE que no está escrita para que se entienda. Es como cuando los periodistas decimos que el mal periodismo es aquel que se escribe para otros periodistas. El técnico que está escribiendo una norma y escribe para que otros expertos en lenguaje administrativo le entiendan, le aplaudan, también lo está haciendo mal.
(Entrialgo) Muchas veces la gente, al ver el libro, nos ha dicho que entienden que el lenguaje enrevesado es solo para que no se entienda, como si fuera una treta. Esa puede ser una de las razones.
Como las religiones. Los textos religiosos antiguos se escribían para que solo un grupo reducido de personas pudiera interpretarlos.
(Belmonte) Claro, es que hay una élite, igual que en las religiones. Pueden ser los gestores o los abogados del Estado, que son los que interpretan. Hay una élite de intérpretes que son los que dicen qué es lo que significa cada cosa. De hecho, a esa élite le molesta mucho que la prensa en general, y también me pasa en mi caso, lo traduzca a un lenguaje más sencillo, porque te dicen que no estás siendo preciso. La parte que me enfada más de todo esto es que para pedir una ayuda pública, cuando estás en situación jodidísima, necesitas que te echen un cable, porque no se entienden las convocatorias y no sabes cómo lo tienes que presentar y qué condiciones. Eso no es de recibo. No es normal que tengas que llamar a un gestor y pagarle 50 euros para que te ayude a pedir una ayuda cuando estás en el umbral de la pobreza.
Sobre el lenguaje ampuloso, el libro cita como ejemplo la declaración de bien de interés cultural para la cultura sidrera asturiana, porque estimula “grados de sociabilidad superiores” a los de otras bebidas y “llega a convertirse en un verdadero potenciador de contactos amistosos o de estimulación de redes, de matrimonios intercomunitarios o de enfrentamientos”.
(Entrialgo) En ese caso en concreto, yo creo que hay un cierto cachondeo. Cómo no va a ser de cachondeo decir que igual ligas o igual te dan de hostias. Así queda más bonito. Uno de los recursos del humor es cambiar los registros para un texto que habla sobre una cosa cotidiana e utilizar uno muy enrevesado.
(Belmonte) Es superpedante. Es como cuando cuando prohibieron bailar en las discotecas (en la pandemia). No se puede usar la pista de baile, decía, para los usos que habitualmente tiene.
Todas las leyes aparecen en el BOE. Pero hay otros textos legales que también figuran, por ejemplo, los reglamentos de todas las leyes. Recordemos la clásica frase de Romanones: “Haga usted las leyes y déjeme a mí los reglamentos”.
(Belmonte) Claro, los reglamentos son muy importantes y se les da muy poco peso. Al final te van a decir cómo se va a aplicar la ley. Ahora, por ejemplo, estaba con el desarrollo de la ley de la tasa Google. ¿Cómo se desarrolla eso? ¿Cuándo lo van a pagar? ¿Qué se entiende que está dentro de la tasa y qué no? Todo eso no está en la ley, va en el reglamento.
Esto tiene un potencial un poco antidemocrático. Todas estas historias de Romanones vienen del siglo XIX, pero sigue pasando. Los parlamentos aprueban las leyes, los medios informan sobre ellas, pero los reglamentos los hace el Gobierno y no son tan conocidos.
(Belmonte) Sí, y muchas veces pasa que el reglamento se extralimita en sus funciones. A mí me da mucho miedo siempre cuando leo una ley o un decreto ley que dice que el método de reparto de estas ayudas se establecerá reglamentariamente. Si fuera diputada, diría: no, me lo explicas ya.
Se dice muchas veces de España, a diferencia por ejemplo de Reino Unido, que el sistema de poderes está desequilibrado por el hecho de que el Ejecutivo tiene mucho poder por encima del legislativo y judicial. ¿Eso se nota en la BOE?
(Belmonte) Sí, se nota. El Ejecutivo en España tiene mucho peso, y un ejemplo son los decretos ley, que se usan de forma totalmente abusiva todo el rato sin que haya extraordinaria y urgente necesidad. La prueba es que cada vez que alguien recurre un decreto ley al Tribunal Constitucional, algo te tumba, seguro que no era urgente alguna parte. Creo que el Ejecutivo tiene bastante más poder que el que debiera.
Es difícil detectar esa urgencia de la que hablan los decretos.
(Belmonte) A mí lo que más me llamó la atención desde el principio cuando empecé a leer el BOE, es que cosas como excepcional, urgente, interés público especial, en realidad aparecen cada día. No es algo de verdad excepcional.
Luego están los decretos ley en los que se meten temas que no tienen nada que ver con el asunto original.
(Belmonte) Es verdad que siempre hay uno o dos al año, que son muy gordos, de unas 700 páginas, que regulan cosas de 25 ámbitos distintos. Y para mí es el problema, porque muchas veces se dice, fíjate que han aprobado no sé cuantos decretos ley más que el año pasado. Y a mí eso no me parece relevante, porque lo que hacen es meter un montón de cosas en algunos. Entonces igual aprueban menos decretos ley, pero en realidad están modificando más leyes.
En un caso de 2015, por cierto, apuntan que en la ley del cine se metió algo sobre la “cesión de derechos del uso privativo del agua” del río Segura.
(Entrialgo) Estuve buscando ejemplos y se los pedí a Eva y me sobraban. Parece que en el libro he puesto los cuatro más locos, pero es que es un no parar.
Cada semana hay una rueda de prensa sobre los acuerdos del Consejo de Ministros. ¿Se puede decir que cuanto más importante sea la decisión, más importante es esperar a leer el BOE para saber exactamente lo que se ha aprobado?
(Belmonte) Sí, sobre todo si te afecta personalmente, como cuando subió el permiso de paternidad, que todo el mundo dio por hecho que entraba en vigor al día siguiente para los niños que nacieran, y un montón de gente tuvo niños y no pudo acceder a esas ayudas, porque entró en vigor dos meses después. O como cuando salió (Nadia) Calviño y dijo que habría una moratoria para los autónomos. Y en realidad eso fue para algunos autónomos y se aplicó tres meses después. Es mucho mejor esperar a ver la letra pequeña, sobre todo si te afecta.
En el caso de la noche loca de marzo 2020 con la declaración del primer estado de alarma, ahí sí que obviamente había una situación de máxima urgencia.
(Belmonte) Al principio, es normal que todo fuera un caos. Pero es verdad que cuando ya llevábamos un mes de pandemia, hubo ciertos ministerios, y pienso mucho en Ábalos (Transportes), que le pillaron gustillo a publicar sus cosas solo los domingos. Y luego pasaban las cosas muy tarde, con incongruencias y los del BOE tenían que sacarlo corriendo como buenamente podían. También es verdad que hay una cosa que creo que se hizo mal con la desescalada, que al principio es justificable, pero luego ya no. Hubo una orden ministerial que modificaba tres fases distintas de tres órdenes, que se contradecían entre sí. Cuando en la rueda de prensa se preguntaban cosas muy concretas, como si puedo salir un kilómetro, y te decían que, bueno, lo importante es que la gente sea responsable.
En esos casos, ¿quedaba claro qué es lo que se podía hacer o no al día siguiente?
(Entrialgo) Ni de coña (risas). Nos pasábamos el día discutiendo sobre esas cosas. Y luego lo que sí nos vino bien con el libro fue retrasarlo por la pandemia, porque iba a salir en octubre del año pasado. Gracias a todo lo que pasó, tenemos más ejemplos para ilustrar el libro que son más actuales y cercanos a la gente.
Las normas y candidaturas de las campañas electorales aparecen en el BOE. Pero es un ejemplo de cómo los partidos siempre piden a los ciudadanos que cumplan las normas, pero luego, cuando les afecta directamente a ellos, hacen de todo. Ahí hay innumerables trucos.
(Entrialgo) Las leyes electorales, y yo me leí la de Madrid, no son nada precisas. Por ejemplo, te dicen que no se puede hacer propaganda más que en estos días concretos. ¿Pero qué es propaganda? Porque había puestos de Ayuso repartiendo papeles antes. Menos pedir el voto, te ponían al lado de todo.
(Belmonte) Lo que dice la ley de régimen electoral general es que no se puede pedir el voto para un partido o candidato.
(Entrialgo) ¿Pero qué es pedir el voto? ¿ No es pedir el voto poner puestos en la calle? Por ejemplo, lo de que no pueden presumir de logros alcanzados por la Administración. Me fastidia eso, lo incumplen continuamente. Y luego si les pillan, no pasa nada. Cuando dieron en portada en el ABC una entrevista a Arrimadas (publicada en la jornada de reflexión), mucho después le pusieron una multa de 1.000 euros. Y el cartel del PSOE en Gran Vía era evidente que estaba pidiendo el voto para Gabilondo.
(Belmonte) Lo incumplen de forma habitual en las campañas electorales, pero muchas veces las juntas electorales dependen de que alguien lo denuncie o la oposición esté al quite denunciando todo lo que pasa.
¿Se podrían hacer cambios en el BOE y que fuera más útil para los ciudadanos?
(Belmonte) No sé si en el BOE tienen poder suficiente como para decir algo a los que escriben los textos, pero si me contrataran como consultora, que no lo aceptaría jamás en la vida porque no me gustaría, pasaría por una revisión del lenguaje. Y explicar exactamente qué se deroga cuando ese es el caso. Así que intentaría afinarlo para que fuera más claro. Pero eso lo podrían hacer ya perfectamente la gente que trabaja en el BOE si les hicieran caso. Por ejemplo, cuando la gente del BOE consolida leyes, tiene que pelearse para entender todo lo que ha cambiado. Y se vuelven locos, igual que yo.