Carlos Fonseca, autor de '23F, la farsa': “Cuando el rey emérito muera, puede que conozcamos algo más de lo que pasó”
Tras dedicar los últimos lustros a la recuperación de la memoria histórica del franquismo a través de sus protagonistas anónimos, Carlos Fonseca (Madrid, 1959) ha decidido centrarse en uno de los episodios más polémicos de la Transición: el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. El autor de Trece rosas rojas (Booket, 2005) acaba de presentar 23F, la farsa (Plaza & Janés, 2024), un minucioso trabajo periodístico y literario en el que detalla todos los pormenores de la investigación oficial del golpe.
Fonseca consiguió acceder al sumario del caso, secreto durante cuatro décadas. Esto le ha permitido revelar datos inéditos de la asonada, dar a conocer las pistas que se ocultaron o se ignoraron y reconstruir la historia de una investigación en la que considera que se produjeron numerosas lagunas.
¿Qué es lo que más le ha sorprendido de su investigación?
Cuando me dieron autorización para consultar el proceso, la verdad es que lo primero que pensé era que no iba a encontrar nada especialmente relevante. Pero luego me di cuenta de que hay infinidad de datos muy interesantes. Fui encontrando cosas que me sorprendieron, como las excusas que pusieron los guardias que entraron en el Congreso, que llegan a decir que ellos pensaban que iban al Congreso porque se estaban pegando algunos diputados, iban a separarlos y cosas realmente estrafalarias. Me sorprendió encontrar que en el golpe en Valencia hubo hasta 12 generales.
Por lo que cuenta en el libro, también le sorprendió lo que no se investigó.
El sumario está lleno de agujeros, tiene cosas cuya pista no se continúa o se abandona. Por ejemplo, hubo gente que entró y salió del Congreso durante el golpe, alguno se fue a su casa a cambiarse de ropa y luego volvió, incluso guardias que se fueron al Hotel Palace a tomar algo y luego volvían al hemiciclo… ¿Pero esto cómo es posible?
¿Considera que esas entradas y salidas pudieron contribuir al fracaso del golpe por eso de que estuviesen las puertas abiertas o de que unos hablaran con los otros?
No, al contrario. Durante buena parte de la tarde hubo muchísimas especulaciones de muchísima gente sobre si el golpe triunfaba o no. Antes de definirse, muchos de ellos esperaron a ver de qué lado se decantaba. Fracasó, y entonces había que abjurar de los golpistas. Pero si hubiese triunfado, posiblemente habrían adoptado otra posición.
Habla del miedo que con motivo del golpe se vivió en aquella Universidad Complutense en la que usted estaba estudiando cuando tenía 20 años. ¿Era miedo al Ejército, a una nueva dictadura o a perder las libertades?
Era miedo. Estábamos viviendo el tránsito de una dictadura a la democracia y aquel día un compañero dijo: “Oye, que vienen los tanques de la división acorazada para acá”. Entonces el miedo era que el proceso democrático se truncara. De hecho, cuando volví a casa empecé a coger de la librería el Libro Rojo del Cole, que estaba prohibido, libros de Bakunin, de Proudhon. Empecé a sacarlos con la idea de tirarlos, porque no sé por qué me dio por pensar que iban a venir a mi casa. Ya ves, qué tontería. Estaba en el último curso de periodismo y también trabajaba en la Banca López Quesada, que tenía su sede central en lo que hoy es el Museo Thyssen. Entonces, a la mañana siguiente del golpe tuve que ir al banco a las ocho menos cuarto y seguimos allí prácticamente en directo la resolución del golpe. Al final los trabajadores decidimos en asamblea que nos íbamos a casa.
En el libro recuerda que tanto ese año 1981 pero también en anteriores había numerosas conspiraciones civiles y militares contra la democracia y menciona alguna de ellas. ¿Por qué cree que la del 23F fue la única que se materializó?
Porque las previas, en las que podían estar los periodistas, empresarios o políticos, eran un poco como conspiraciones de salón. El objetivo en aquel momento era acabar con Adolfo Suárez. ¿Por qué? Pues porque en el partido [la UCD] interpretaban que estaba llevando las cosas demasiado lejos, es decir, que de ser un hombre que procedía del régimen, el exsecretario general del Movimiento, ahora estaba adoptando unas políticas que algunos consideraban socialdemócratas. Con lo cual incluso dentro de la coalición de gobierno se resquebraja y empieza a hablarse de que el problema es Suárez. Pero en enero del 81, y contra lo que otros habían previsto, Suárez dimitió. Y sin embargo, a pesar de eso, cuando está teniendo lugar la sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo, es cuando irrumpe el golpe.
Porque había también otros factores que alentaban esas conspiraciones.
Y porque Suárez no dejaba de ser un poco una excusa, desde luego, para los militares. ETA asesinaba, el Estado de las autonomías lo veían como el fin de la unidad de la patria y tal. Pero el responsable de todo eso era Suárez. Entonces, era un poco como 'muerto el perro se acabó la rabia'. Pero Suárez dimite y, sin embargo, no solamente no decaen las conspiraciones, sino que tiene lugar el golpe de Estado. Por eso decía que me da la sensación de que algunos lo utilizaban como excusa.
En cuanto a la investigación oficial, explica en el libro que el entonces ministro de Defensa, Alberto Oliart, ordenó procesar únicamente a la jefatura del golpe, algo en lo que estuvo de acuerdo el rey. ¿Las personas que fueron juzgadas eran realmente la jefatura del golpe?
No, fueron los más significados. Se acotó muy mucho a lo que todos los españoles pudimos ver en televisión. Y de hecho, la investigación se centra sobre todo en el 23 y en el 24 de febrero.
Oliart dijo que si se hubiera ampliado la causa habría sido inabarcable.
Eso es cierto que lo cuenta Oliart en sus memorias, pero, sin embargo, en su archivo personal he encontrado un documento en el que ordena al fiscal que inicie también actuaciones contra todos aquellos que puedan haber incurrido en algún hecho delictivo de oficial para abajo, es decir, de capitán para abajo. Y que si no hay pruebas suficientes o si las pruebas a practicar pueden llevar a que se demore el proceso más allá de lo deseable, lo que le pide al fiscal es que inste a la apertura de una pieza separada. Sin embargo, no se abrió ninguna pieza separada.
¿Antonio Tejero y los otros 32 imputados no eran entonces la jefatura del golpe?
No. Tejero es el ejecutor de una parte del golpe, que es el asalto al Congreso. Pero ahí se acaba. De hecho, a él lo que le dijeron fue que cuando transcurrieran 20 minutos o media hora iba a ir una autoridad militar o el 'elefante blanco'. Todo el mundo ha dicho que el 'elefante blanco' es Alfonso Armada, porque fue el que finalmente fue allí para dirigirse a los diputados. Pero en la sesión secreta que tuvo lugar en el Congreso el 17 de marzo, a Oliart le preguntaron quién era el 'elefante blanco' y no identificó a Armada. Dijo que en ese momento desconocía a qué persona se podía referir.
Cuando el instructor se pone a preguntar a los diputados presentes, me ha llamado la atención lo que cuenta de la bancada socialista: todos suscriben una declaración similar apoyándose en lo que había declarado la Mesa del Congreso. Pero hay dos excepciones, que son las de Alfonso Guerra y Felipe González.
Esos dos ni siquiera tuvieron, digamos, la deferencia ni de contestar.
¿Quizá porque había algo que no podían contar?
No habría costado nada haber escrito lo mismo que escribieron el resto de diputados porque les hicieron una especie de boceto tipo y lo firmaron. En su caso había además un agravante, igual que en el caso de Adolfo Suárez, Carrillo o Agustín Rodríguez Sahagún: a todos ellos los golpistas se los llevaron a habitaciones aparte. Al menos podrían haber aportado un testimonio sobre cómo fue el trato ahí, quién estuvo, de que se habló, etc.
En las grabaciones que se han hecho públicas en las últimas décadas hemos escuchado a un enfervorecido Juan García Carrés, un dirigente franquista condenado por el golpe, hablando con Tejero. Pero lo que se deduce de la instrucción y de lo que ha podido consultar es que había más grabaciones que hizo el Ministerio del Interior. ¿Cree que esas grabaciones siguen estando en manos de Interior?
Las grabaciones que hay en el sumario arrancan a partir de la 1.15 horas de la madrugada, que es cuando el rey ya ha condenado el golpe. Hay siete horas previas. Oficialmente no hay grabación. Y digo oficialmente porque cuando el juez pide a Interior más grabaciones, le dicen que no hay nada más. ¿Tiene sentido pensar que de las siete primeras horas del golpe no hay ninguna grabación? El sentido común dice que no, pero es que años después, el que era delegado del Gobierno en Telefónica, que había sido subsecretario de Interior, dice en un programa de televisión: “A mí [el entonces director de la Seguridad del Estado, Francisco] Laína me dice que intervenga los teléfonos del Congreso”. ¿Dónde están las cintas del Congreso? Esas son las que no aparecen.
¿Esas cintas forman parte del secreto que se alude por parte de todos los gobiernos desde entonces?
Es que oficialmente no existen esas cintas. No es que digan “sí, efectivamente intervenimos las conversaciones del Congreso, pero no las queremos hacer públicas”. Dicen que no existen, a pesar de que hay testimonios que dicen que sí se intervinieron.
Felipe González es una de las figuras más relevantes que vivieron esa jornada y que siguen vivas. ¿Cree que es una de las personas que ocultan datos o información respecto a lo que ocurrió?
Felipe González sabe más de lo que ha contado hasta ahora. Podría aclarar, por ejemplo, la minuta que le hizo [el socialista, entonces presidente de la Comisión de Defensa del Congreso] Enrique Múgica de su reunión con Armada en Lleida. Podría obviamente aclarar también si aquella comida se hizo a título personal por parte de Múgica o lo hacía siguiendo instrucciones de la Ejecutiva del partido. Y podría aclarar si él sabía algo de ese Gobierno propuesto por Armada en el que él [González] era vicepresidente.
¿Cree que tiene algún tipo de justificación que los sucesivos gobiernos hayan ocultado esa información y la hayan mantenido secreta?
Está absolutamente injustificado. No encuentro justificación para que un acontecimiento ocurrido hace 43 años pueda suponer un riesgo para la seguridad nacional y nada por el estilo. Ahora bien, a lo mejor si tuviéramos acceso a esa documentación la versión oficial del golpe se resquebraja.
¿El papel del rey? Es decir, ¿cree que la publicación de los documentos puede hacer daño a la institución de la monarquía?
No sé qué dicen esos papeles. Puede haber instituciones cuya actuación no fuera en última instancia tan ejemplar como se dijo. Cuando el rey emérito se muera, posiblemente conozcamos algo más.
Finalmente le quería preguntar sobre la Ley de Secretos Oficiales. ¿Cómo debería reformarse? ¿Qué debería de hacerse?
Igual que hay en otras legislaciones europeas, yo pondría un límite temporal para el acceso. Pero hay otra barrera en la que nunca nos fijamos, que es la Ley de Patrimonio Histórico del 85, que es la que establece el acceso a determinadas actuaciones. Por ejemplo, para acceder a este sumario, o tienes la autorización de todos los implicados o es imposible. Y en su defecto no se puede acceder hasta 50 años después, con lo cual el proceso no es de dominio público, digamos, hasta el año 2031. Es decir, hay documentación que no está clasificada como secreta, pero a la que tampoco se puede acceder.
¿Y ve posible que un Gobierno que depende de fuerzas que parece que están bastante interesadas en que se desclasifiquen muchos documentos, también del 23F, vaya a hacerlo en los próximos años?
Estoy seguro de que no se va a desclasificar. El PP nunca ha tenido interés en desclasificar cuando se le ha solicitado, pero es que es la misma actitud que han tenido los gobiernos socialistas. Se pidió en la pasada legislatura y nunca, nunca se ha accedido a desclasificar nada que tenga que ver con este asunto.
Es decir, que no tiene esperanza de conocer la verdad completa sobre el 23F.
Tengo esperanzas, pero no en el corto plazo. Ahora no hay ninguna voluntad.
Estrictamente sobre la investigación, ¿cree que faltaron medios?
No. Faltó voluntad. Había miedo y había, por un lado, una intención muy clara de juzgar y condenar a la gente más significada. Y supongo que pensando que esas condenas iban a frustrar hipotéticas intentonas golpistas que estuvieran en marcha. Los gobiernos no han tenido voluntad política de esclarecer este episodio y la investigación se quedó en lo obvio y lo evidente. Con eso obvio y evidente se condenó a unas personas. El Consejo Supremo de Justicia estableció una verdad judicial que es la versión oficial del golpe. Y aquí paz y después gloria.
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