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Casado lanza su estrategia para absorber a Ciudadanos antes de las elecciones gallegas y vascas de 2020

La dirección del Partido Popular se ha fijado un gran objetivo para los próximos meses: integrar en sus filas o en una única candidatura encabezada por el PP a los “restos” de Ciudadanos de cara al nuevo ciclo electoral del próximo año en el que, de momento, se celebrarán comicios autonómicos en Galicia y el País Vasco. 

Con esa palabra, “restos”, se refieren de forma sarcástica algunos dirigentes populares a “lo que queda” de la formación, con la que han peleado por cada voto en los últimos meses y que tras las elecciones del 10N ha quedado debilitada –pasó de 57 a 10 escaños en el Congreso– y vive un proceso de descomposición por la dimisión de sus principales dirigentes, incluido el que fue su fundador y gran líder durante trece años, Albert Rivera.

El equipo del presidente popular, Pablo Casado, trata precisamente de aprovechar esa descomposición para consumar la coalición España Suma con Ciudadanos que ya quiso formar antes del 10N. Los populares no lograron conformar la alianza en los últimos meses por la batalla encarnizada entre los tres partidos de las derechas –PP, Ciudadanos y Vox– por el mismo electorado conservador, si bien los tres partidos lograron acuerdos para gobernar Andalucía, la Comunidad de Madrid o la Región de Murcia así como ayuntamientos importantes como el de la capital española o Zaragoza.

Ahora, en cambio, como explicaba esta semana en privado uno de los principales dirigentes del partido, “el espíritu de España Suma guía todas las actuaciones del PP” al inicio de la XIV Legislatura. En uno de esos guiños a Ciudadanos, la pasada semana el partido buscó hasta el último momento un acuerdo tanto con la formación que se dice liberal como con Vox para repartirse cuatro puestos de la Mesa del Congreso.

La “reunificación” de la derecha

El PP pidió a los de Abascal que en las votaciones del martes para conformar el máximo órgano de gobierno de la Cámara Baja cedieran votos a Ciudadanos para que el partido que previsiblemente liderará Inés Arrimadas pudiera tener al menos un puesto en la Mesa. La fórmula que quería el PP incluía quedarse con dos asientos y que Vox y Ciudadanos tuvieran uno cada uno.

Pero desde Vox consideraron en todo momento que como tercera fuerza del Congreso debían tener dos puestos en la Mesa y se negaron a aceptar la propuesta del PP. Esa falta de acuerdo hizo en cambio que los socialistas y Unidas Podemos arrebataran uno de esos dos asientos a la extrema derecha sumando sus votos –y los de otras fuerzas como ERC, PNV o JxCat, que argumentaron su sentido del voto en tratar de frenar a la extrema derecha– para designar a Javier Sánchez Serna –diputado del grupo confederal– como secretario.

Finalmente las votaciones dejaron a la derecha con solo tres puestos: dos del PP y uno de Vox. Ciudadanos quedó fuera, lo que generó un duro cruce de reproches entre los populares y la extrema derecha, y frustró un nuevo intento de “reunificar” al centro derecha, una de las grandes obsesiones de Casado durante su mandato.

Ahora los esfuerzos de los populares se centran en intentar que la mayoría de la Mesa –controlada por la izquierda por una abrumadora seis asientos a tres– desista de su intención de ubicar a Vox en una posición central en el hemiciclo, la que antes ocupaba Ciudadanos, para que la formación autodenominada liberal mantenga su protagonismo en los plenos.

Feijóo cede y acepta la fusión

El objetivo de la dirección popular es, en todo caso, que la integración con Ciudadanos se produzca antes del nuevo ciclo electoral previsto para 2020, cuando tendrán lugar comicios autonómicos en Galicia y Euskadi. Génova 13 no quiere que la división de la derecha ponga en riesgo la mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo en la Xunta y relegue al PP vasco a la irrelevancia en el Parlamento de Vitoria.

De hecho, la idea de la fusión ya ha sido aceptada por el propio Feijóo, uno de los barones más críticos con Casado, a pesar de que en los últimos meses no vio con buenos ojos la alianza de las derechas. De momento en su comunidad Ciudadanos tiene un papel testimonial: no tiene representación en el Parlamento gallego y tampoco sacó escaño en las últimas generales.

Pero a las puertas de unas elecciones gallegas en las que la división de la derecha podría desbancarle del poder –necesita revalidar la mayoría absoluta o, si logran representación, depender de los apoyos de Ciudadanos y Vox–, el presidente de la Xunta cree ahora que Ciudadanos “cabe dentro” del PP y que “sería bueno buscar fórmulas de entendimiento” con el partido fundado por Albert Rivera. Así lo dijo en noviembre en una rueda de prensa.

Detrás de todos estos movimientos del PP por acercarse a Ciudadanos está la intención de la dirección popular de afianzar su posición como principal fuerza de la oposición a la izquierda y anular definitivamente a uno de sus competidores, que en los últimos años ha robado al PP votos por el centro derecha sobre todo en la Comunidad de Madrid y Catalunya, donde los populares quedaron prácticamente en la irrelevancia en las últimas citas electorales.

Casado considera que el hundimiento del partido en las elecciones del 10N supone además una oportunidad si finalmente Sánchez no logra un acuerdo de izquierdas para mantenerse en la Moncloa. El líder del PP trata de trasladar la presión de la gobernabilidad del país hacia Ciudadanos, que sin embargo ya ha dicho por activa y por pasiva que no facilitará la investidura del líder socialista si en la fórmula está incluida Unidas Podemos y si no participan los populares.

La teoría de la dirección popular es que si ese pacto se produjese el líder socialista no tendría que apoyarse en las fuerzas independentistas para lograr su Ejecutivo de coalición con Unidas Podemos y Ciudadanos sería percibido más como socio del PSOE que como alternativa de derechas al Gobierno de la izquierda, dejando todo ese espacio al PP.

El doble discurso

El cortejo a la formación de Arrimadas pretende además escenificar un nuevo giro al centro de Casado a pesar de que la pasada semana, coincidiendo con la constitución de las nuevas Cortes, el líder del PP volvió a endurecer su discurso contra Pedro Sánchez. El presidente de los populares llegó a asegurar que con su intento de pactar un Ejecutivo con Unidas Podemos el dirigente socialista pretende “dar continuidad a la ingeniería política y social de demolición que inició José Luis Rodríguez Zapatero” en un “un proyecto destructivo que tiene raíces profundas en la tradición más banal del socialismo español”.

En el constante vaivén entre el centro y la derecha más extrema que mantiene Casado prácticamente desde que ganó las primarias de 2018 encajan también las alas que sigue dando la dirección popular a su actual portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, muy cuestionada internamente precisamente por sus tesis ultraconservadoras.

Mientras el líder del PP trata de simular esa moderación con su constante acercamiento a Ciudadanos, este fin de semana Álvarez de Toledo volvía a demostrar su independencia interna al asegurar que el momento político actual “es más difícil que cuando ETA mataba”. Con sus palabras, la diputadada por Barcelona enervaba a las asociaciones de víctimas del terrorismo y a sus propios compañeros de filas del PP vasco que vivieron de cerca los asesinatos y las amenazas de la banda.