Casado gana el primer asalto a Ayuso
Pablo Casado anunció el pasado mes de junio que el PP recibiría el otoño con una convención política que sirviera para relanzar su proyecto ante el ciclo electoral que se comienza a vislumbrar en el calendario. El cónclave debía servir para terminar de reformular el giro en la estrategia del partido y preparar el asalto al Palacio de la Moncloa. La dirección nacional del PP estaba volcada en su organización cuando surgió un conflicto donde menos se esperaba. A Isabel Díaz Ayuso le pudo la impaciencia por controlar Madrid, o la certeza de que Casado rehuiría a unas semanas de la convención un conflicto con quien se ha convertido en uno de los referentes de la derecha trumpista. Casado aceptó el desafío. Mandó a los suyos a dar la batalla. Y la ha ganado.
Casado tendrá paz en la convención política en la que quiere recuperar la idea de un PP hegemónico en el centro-derecha y con capacidad de atraer a ciertos sectores progresistas. Una intención que se ha quedado en eso. El PP ha recuperado para el evento a dos exmilitantes del partido que lo abandonaron para intentar otras aventuras políticas, Alejo Vidal-Quadras y Juan Carlos Girauta. Y al ex secretario general de CCOO, José María Fidalgo, quien hace años que no tiene la más mínima ascendencia entre sus antiguos compañeros sindicales.
Esa es toda la apertura que puede vender Casado. Y en el plano internacional el resultado no es mejor. Aún con más presencia de líderes europeos que en anteriores citas similares, como la convención que organizó Mariano Rajoy en 2018 apenas dos meses antes de ser destituido por el Congreso, el actual líder del PP solo contará con la presencia de un jefe de Gobierno: el austriaco Sebastian Kurz, que llegó a la Cancillería de la mano de la ultraderecha. El resto de representación foránea representa más el pasado que el presente o el futuro, quizá más por la situación del PP Europeo que por el propio Casado. El partido, que en 2019 se hizo con el control de las principales instituciones comunitarias, vive hoy un retroceso en todo el continente, salvo en los del Este, cuyos gobiernos están en confrontación directa con las normas de la UE.
Tampoco asistirán las asociaciones judiciales ni el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, todos invitados por Casado, pero que han declinado arropar el pretendido relanzamiento de la alternativa a Pedro Sánchez. Los empresarios estarán representados por dos de sus vicepresidentes y por la exministra Fátima Báñez, hoy presidenta de su fundación.
Con todo, en la sede nacional del PP los ánimos están por las nubes. La maquinaria de Génova lleva semanas a tope para organizar la convención, que en puridad durará una semana. Primero, con una gira por varias ciudades donde se celebrarán distintos actos sectoriales, para terminar el fin de semana del 2 y 3 de octubre en Valencia. El domingo, Casado quiere llenar la plaza de toros de la ciudad, totémica para el partido ya desde los grandes triunfos de José María Aznar.
Pero un oscuro nubarrón se posó durante unas semanas sobre la sede (en venta) situada en el número 13 de la madrileña calle Génova. Y amenazaba tormenta, precisamente en el lugar donde Casado menos lo esperaba: en Madrid y de la mano de Isabel Díaz Ayuso.
La presidenta madrileña desatendió la decisión adoptada en julio por la Junta Directiva Nacional del PP, el principal órgano entre congresos, que trasladaba la renovación de las direcciones autonómicas al primer semestre de 2022 en las comunidades uniprovinciales. A finales de agosto, después de sus publicitadas vacaciones en Ibiza, Ayuso volvió al trabajo lanzando su candidatura para presidir el PP de Madrid cuando el proceso no estaba convocado. Además, planteó un calendario propio para ella con el fin de que el congreso se celebrara “pronto”.
La presidenta regional, muy empoderada tras su triunfo en las elecciones del pasado 4 de mayo, pensó que Casado no daría la batalla, que cedería para no abrir un frente interno justo antes de la convención nacional y con quien, sostienen en los despachos de la Puerta del Sol que alojan el Gobierno de Madrid, representa más que nadie las esencias del PP que llevaron a Casado a la presidencia del partido. Ayuso contaba de su parte con dos nombres de peso en el partido: José María Aznar y Esperanza Aguirre.
El primero, más comedido, defendió la estrategia estatal de Ayuso, quien ha construido el relato de que ella, y solo ella, confronta con el Gobierno 'socialcomunista' de Pedro Sánchez. Un marco al que contribuyeron de forma notable desde la Moncloa con la intención de ningunear a Casado. Si el actual líder del PP no lograra a la tercera ganar las elecciones y gobernar, Ayuso quiere estar en la primera línea cuando salte la liebre. O antes, si el enrevesado panorama judicial que afronta el partido se lo lleva por delante sin llegar siquiera a las urnas.
Mucho más contundente fue Esperanza Aguirre. “Chiquilicuatres” fue el calificativo dedicado a los mandamases de Génova más sonado de aquella entrevista en El Mundo que incluía recados al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. Génova respondió un día después, por boca de su número dos, Teodoro García Egea, que salió con todo: “Lo que destrozó al PP de Madrid fue la corrupción”.
Los tres son hijos del mismo PP, el de Aguirre y Aznar. No hay disputa ideológica, solo la clásica pelea por el control del partido en Madrid que ya protagonizaron antes Aguirre y Gallardón, por ejemplo, como antesala del asalto a la dirección nacional.
La bronca ha ocupado las portadas de los periódicos y horas de radio y televisión. Ayuso incluso amenazó con plantar a Casado en la convención nacional alegando un viaje de nueve días a Estados Unidos en el que tendría tiempo, por ejemplo, para asistir al estreno de la estrella de Alejandro Sanz en el Paseo de la Fama de Hollywood. La derecha política y mediática asistía, atónita, a una pelea que ha tenido una inmediata traslación a las encuestas. Si el PP de Casado ha subido en los sondeos de forma ininterrumpida en 2021, la pugna pública con Ayuso frenó en seco el ascenso e invirtió la evolución.
Y llegó el silencio. Casado ha impuesto criterio. Aznar ha dejado de alabar a Ayuso y acompañará al presidente de su partido en el acto previsto el jueves en Sevilla. Rajoy lo hará el lunes, en Santiago. Y Ayuso no estará en Madrid el miércoles para hablar de “feminismo liberal”. Ni siquiera con un vídeo grabado.
En el entorno de Ayuso no creen que la presidenta madrileña haya perdido nada ya que, dicen, el liderazgo del PP de Madrid lo tiene asegurado, informa Fátima Caballero. En el recuerdo, la imposición desde Génova para que Toni Cantó formara parte de la lista el 4M. Con todo, las mismas fuentes insisten en que el congreso autonómico debería celebrarse cuanto antes. En la Puerta del Sol son conscientes de que, hoy por hoy, Ayuso no tiene rival en la región, pero Génova aspira a replicar el modelo de Aznar, durante cuyo mandato se repartió el poder institucional y orgánico entre tres personas.
El viernes, horas antes de partir a su gira por EE UU, que ha tenido que recortar para llegar a tiempo a la convención del PP, Ayuso colgó en Instagram una foto con Casado y Almeida. Con buen rollo, y ella en el medio.
Pero Casado sí se ve ganador del primer pulso interno real que ha tenido desde que se hizo con el liderazgo del partido. La prueba es que en Génova no preocupa la ausencia de Ayuso en el acto de Madrid porque su lugar lo ocupará “alguien equivalente”, en palabras de un dirigente estatal del PP. Toda una declaración de intenciones sobre cuál es el papel que reservan a la dirigente madrileña, que pugna por situarse al nivel de su jefe de filas. Quizá lo logre en un futuro segundo asalto.
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