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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Cifuentes rompe todos los puentes con el aguirrismo y pide a otros partidos unidad contra la corrupción

Fue un 2 de mayo raro en la Real Casa de Correos, sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid. No estaban sus inquilinos de los últimos catorce años. Faltó Ignacio González, el anterior presidente madrileño, que afronta su segunda semana en una celda de Soto del Real. Tampoco acudió a los festejos del Día de la Comunidad Esperanza Aguirre, quien dimitió del último de los cargos que le quedaban, portavoz de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid, ocho días atrás ahogada por los escándalos de corrupción de su partido.

De ese régimen que gobernó Madrid entre 2003 y 2012 con mayorías absolutísimas y presupuestos de 20.000 millones de euros anuales hinchados por los ingresos de la burbuja inmobiliaria apenas quedan cenizas. La fiesta del 2 de mayo, el día grande de Madrid, evidenció ese vacío en contraste con aquellos años de vino, rosas, y aplastantes victorias electorales. En la recepción oficial en la Puerta del Sol, a la que acudieron la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, junto a representantes de todos los partidos menos Podemos, se presentaron unos cuantos aguirristas despistados, como el alcalde de Alcorcón, David Pérez y algunos concejales sueltos.

No estuvo ni siquiera Íñigo Henríquez de Luna, el más fiel escudero de la expresidenta, que pugnó sin éxito por sucederla al frente del grupo municipal el viernes pasado. Ante todo ese auditorio, en el día grande de Madrid, Cifuentes lanzó un mensaje muy duro a sus antecesores, algunos todavía compañeros de partido: “El tiempo de los corruptos ha llegado a su fin en la Comunidad de Madrid”. Lo hizo durante la entrega de distinciones de su Gobierno a personalidades como Alejandro Sanz, el escritor Lorenzo Silva o el patinador Jaime Fernández, entre otros colectivos como los bomberos y la policía nacional en Madrid.

El discurso constituyó el epílogo a una semana en la que Cifuentes ha roto todos los puentes con sus rivales internos. La presidenta dijo sentirse “avergonzada” por el caso Lezo, aunque trató de hacer ver que la corrupción afecta a “numerosos partidos e instituciones de una u otra manera” y pidió unidad para combatirla.

Luego, tal vez para restar hierro a las invectivas lanzadas a sus enemigos internos , confesó ante las cámaras de televisión que se había intercambiado mensajes en las últimas horas con Aguirre, y hasta asumió parte de su mensaje al decir Cifuentes que la expresidenta había sido traicionada por personas de su confianza.

Los mensajes de Cifuentes se producen en un momento de extrema debilidad de su Gobierno, que deberá aprobar sus presupuestos pactados ya con Ciudadanos el próximo jueves, y con parte de la oposición iniciando contactos para presentarle una moción de censura. La iniciativa la había tomado Podemos, ausente ayer en las celebraciones del 2 de mayo, cuando estalló el escándalo Lezo y el PSOE se ha mostrado dispuesto a hablar en las últimas horas.

La incertidumbre sobre el futuro de la vida política madrileña sobrevoló la celebración del Día de la Comunidad. Los dirigentes del PP mostraban rostros de preocupación por la sangría de imagen que ha sufrido el partido en los últimos días pero confiaban en que el acuerdo con Ciudadanos permita salvar las cuentas y evitar una prórroga de los presupuestos. Su situación es muy delicada porque la mayoría pende de un solo voto.

El nombre de la diputada regional Isabel González, la hermana del expresidente regional y cerebro de la presunta trama corrupta, capitalizó buena parte de los corrillos. Su continuidad es una más de las incógnitas que vive el grupo parlamentario de Cifuentes, amiga personal de la parlamentaria, y son muchos los que dan por hecho que en la actual situación acabará abandonando el escaño.

Una diputada con trienios en la Asamblea sostiene que su abandono es previsible si la presión sigue aumentando sobre ella como consecuencia de las revelaciones del sumario que instruye el juez Eloy Velasco. Se vaya o no, el PP tiene otros dos problemas, las más que probables imputaciones de otros dos diputados, Bartolomé González por el caso Púnica y María José Aguado en Gürtel.

El código ético del PP obliga a que en cuanto adquieran la condición de investigados, serán obligados a dimitir. Si no lo hacen, Cifuentes valoraría la opción de adelantar las elecciones, una opción que según dirigentes de su entorno, sería la última salida a la crisis puesto que ni siquiera garantizaría cuatro años más de mandato: Madrid debe convocar elecciones sí o sí en 2019 junto al resto de autonomías, salvo las históricas (Cataluña, Euskadi y Galicia).

En torno al envenenado presente de la política regional -en la que ningún partido demuestra gran interés por un adelanto electoral- giraron todas las conversaciones en la Casa de Correos. La situación es convulsa. Tanto que algún fontanero del PP madrileño expresó su temor de que algo no salga como planea su partido para el jueves y Cifuentes no pueda aprobar sus presupuestos que respalda Ciudadanos. Si eso fuese así, la legislatura entraría en tiempo de descuento.