El director general de la OMS tiene un mensaje para todos los políticos del mundo. “Por favor, pongan en cuarentena la politización del Covid”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus. Tendremos que hacernos “con muchas bolsas para cadáveres” si no evitamos eso. Aprovechar la pandemia para ajustar cuentas en el combate político es “jugar con fuego”.
Le preguntaban por las declaraciones de Donald Trump contra la OMS, pero él estaba pensando en cualquier político del planeta: “Cuando hay fisuras a nivel nacional y a nivel global, es entonces cuando el virus triunfa. Por amor de Dios, hemos perdido más de 60.000 ciudadanos del mundo”.
Si el doctor Tedros hubiera asistido al debate en el Congreso sobre la ratificación del estado de alarma, habría salido a la Carrera de San Jerónimo para coger un taxi y comunicado al conductor: lléveme a la funeraria más grande que conozca. Tengo que encargar muchos ataúdes. Miles de ataúdes.
El espectáculo estuvo a la altura de lo esperado después de leer los comentarios hechos por Pablo Casado y otros diputados del PP en las últimas dos semanas. A ellos se unieron el jueves los realizados por la portavoz socialista, Adriana Lastra, que inauguró lo que es el inicio de la declaración de hostilidades del PSOE contra la derecha en esta crisis. Puede que los ministros afirmen que no quieren meterse en una carrera de descalificaciones contra otros gobiernos y partidos, pero el PSOE ha decidido pasar a la ofensiva.
En estos casos, se suele decir que la sangre inundó el hemiciclo a causa de las acometidas salvajes de los contendientes. En este caso, la idea no es una metáfora –bélica, claro, como es habitual en estos tiempos–, sino una realidad, nos recuerda la OMS. ¿Cuántos muertos suponen los enfrentamientos entre el Gobierno y la oposición, muy poco frecuentes en Europa, cuando se está produciendo una emergencia nacional? Es mejor no echar mano de la calculadora.
Casado empezó su intervención con una frase de copyright ajeno: “Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta”. La utilizó Alfredo Pérez Rubalcaba durante los días del 11M, cuando Aznar se aferraba a la supuesta autoría de ETA, porque sabía que estaba en juego el resultado de las elecciones. El PP aún sangra por esa herida, como también por las críticas que recibió en la crisis del ébola. “Sólo perdió la vida su perro (el de la enfermera contagiada), lo que nos costó 25 manifestaciones”. Casado tenía 23 años en 2004. Su mentor político, José María Aznar, no lo ha olvidado y aún cree que la sociedad española está en deuda con él.
El líder del PP pasó revista a decisiones de gobiernos autonómicos presididos por su partido que, según él, demuestran que fueron más rápidos que el Gobierno de Pedro Sánchez. No se va a curar a ningún enfermo ni salvar ninguna vida rastreando lo que ocurrió antes del confinamiento. Eso no impide al PP denunciar una y otra vez la lentitud del Gobierno en imponer medidas drásticas. Obviamente, no puede recordar que el PP centró buena parte de sus intervenciones parlamentarias en el mes de febrero en un país (Venezuela) y en una persona (Delcy Rodríguez) que poco tenían que ver con el coronavirus. En ese momento, no había nada más importante para el Partido Popular.
“Madrid pidió cerrar colegios” días antes del decreto de confinamiento, dijo Casado. Ahí el PSOE lo tenía fácil. Lastra venía preparada con su propia munición, una copia de la carta de la Consejería de Sanidad de Madrid enviada a los colegios y firmada por su directora general de Salud Pública y que era tajante en su conclusión: “La población general puede continuar con su actividad con toda normalidad”.
¿Cuándo se envió? El 5 de marzo. Sólo tres días antes de la manifestación del 8M, el origen de todos los males para el PP, el comienzo del apocalipsis hasta el punto de que sus diputadas Cuca Gamarra y Cayetana Álvarez de Toledo mencionaron el miércoles que era el día en que se cumplía el primer mes después de esa convocatoria. Como cuando los norteamericanos conmemoran cada 7 de diciembre el día del ataque a Pearl Harbor.
“Dejen de hablar de picos y curvas, de despersonalizar a las víctimas”, acusó Casado en uno de sus comentarios más sorprendentes. Medio planeta hablando de “aplanar la curva”, expertos analizando los datos cada día para buscar una tendencia más positiva en las cifras de contagios y muertes, y resulta que todo es una estrategia insidiosa de ocultación que sólo Casado está en condiciones de desvelar.
Llegó el turno de Lastra y la tensión no se redujo. La portavoz socialista fue con todo contra el PP. No estaba ahí únicamente para defender las decisiones del Gobierno, lo que es lógico (“pudimos llegar tarde, pero llegamos antes que los demás”). El PSOE ya había distribuido el día anterior un argumentario a sus dirigentes para responder al PP. Tocaba ahora ponerlo en práctica.
La carta del 5 de marzo le sirvió para apuntar al Gobierno de Díaz Ayuso: “¿Fue por indolencia o por incompetencia?”. Pasó revista al gasto sanitario de la Comunidad de Madrid, muy inferior a la media nacional. Acusó a Ayuso de bajar impuestos y luego “pasar el cepillo” con el fin de pedir donaciones. Destacó que los parlamentos de Madrid, Andalucía y Murcia llevan un mes sin sesiones de control a sus gobiernos del PP.
Después volvió a la tribuna Pedro Sánchez y parecía que había estado fuera hablando por teléfono. “Nosotros no les vemos como adversarios”, dijo mirando al PP mientras Lastra limpiaba de sangre el hacha. En ese momento, no el más adecuado, el presidente anunció que habrá otra prórroga: “Ya les adelanto que estoy convencido de que dentro de 15 días voy a tener que volver para pedir la prórroga del estado de alarma”. No sería así sólo si los datos sobre la evolución de la enfermedad son tan buenos que ahora mismo serían difíciles de creer.
Ahí le estaba esperando Casado. Enfurecido por la intervención de Lastra, dobló la apuesta en la réplica. Aconsejó a Sanchez “que aproveche muy bien” estos 15 días, dando a entender que es muy probable que vote en contra de la ratificación de la prórroga. “Sus mentiras son un cóctel explosivo para España”.
¿Más violencia verbal? Lastra contaba con otro turno de palabra: “Usted lleva 15 días vomitando mentiras”.
Los Pactos de La Moncloa son un MacGuffin recurrente de la política española. Hablan mucho de ellos como si fueran el Santo Grial que hay que buscar sin descanso –ahora también–, pero la clave de la trama es otra. Lo que se vio el jueves en el Congreso lo prueba. Una vez más.
Si el máximo responsable de la OMS tiene razón, el espectáculo del debate parlamentario costará vidas. No por previsible es menos doloroso.
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