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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Correa y Crespo, dos amigos con estrategias procesales muy distintas

Francisco Correa y Pablo Crespo tenían una buena relación. Hablaban todos los días por teléfono porque, como ha explicado el segundo, Correa “antes de ser mi jefe, es mi amigo”. Dejaron de hacerlo cuando el exsecretario de Organización del PP gallego empezó a sospechar que le habían pinchado el teléfono, lo que su socio se tomó como un signo de que prácticamente sufría manía persecutoria.

Crespo estaba en lo cierto –recibió un chivatazo, según ha contado en su declaración de este lunes– y aquellas investigaciones concluyeron en el juicio que se celebra ahora en la Audiencia Nacional y al que los dos amigos se enfrentan con estrategias procesales muy distintas.

La Fiscalía les sitúa a ambos en lo más alto de la trama corrupta. A Correa, como el cabecilla y a Crespo, como su lugarteniente, y pide para ellos las penas más altas del proceso: 125 años para el primero y 85 para el segundo. Pero mientas Correa ha decidido colaborar y admitir parte de los delitos para reducir su posible condena, Crespo defiende su inocencia y ha optado por negarlo todo y descargar la responsabilidad en otros miembros de la trama.

Ambos acusados comenzaron a diferenciarse en los primeros pasos del juicio, durante el turno de cuestiones previas en el que los abogados presentan las causas por las que creen que no debe celebrarse la vista. Muchos intentaron tumbar el caso con diversos argumentos, pero el abogado de Correa, Juan Carlos Navarro, renunció a hacer uso de su turno en un gesto de buena voluntad hacía la Fiscalía.

Por el contrario, la defensa de Crespo no solo planteó cuestiones previas, sino que su abogado, Miguel Durán, fue el encargado de exponer con más detalle, y en nombre de algunos de sus compañeros de bancada, algunas de las causas por las que el juicio no debía continuar. Impugnó las grabaciones que hizo el concejal José Luis Peña a los principales implicados y pidió la nulidad del proceso por las escuchas que ordenó el juez Baltasar Garzón. A su exposición se sumaron otros letrados, incluido el del PP.

Encerrado en una “mazmorra”

Este lunes, en su declaración ante el tribunal Crespo se ha vuelto a distanciar de Correa. Ha negado los hechos que le imputa el escrito de acusación de la Fiscalía y renegado de sus declaraciones anteriores, las que hizo durante la fase de instrucción. Una por haberse producido tras haber estado encerrado en un calabozo que ha definido como “una mazmorra de la Edad Media”, y la otra por estar “viciada” por las grabaciones de Garzón.

A partir de ahí, Crespo ha dicho no saber nada de una caja B en las empresas de la trama Gürtel y ha asegurado que, en las que él administraba, su relación con la contabilidad se limitaba a “firmar las cuentas anuales”. No ha reconocido su letra en las anotaciones de facturas que incluyen regalos a cargos públicos,y a duras penas ha admitido que era suya la firma que constaba en algunos de esos documentos.

La fiscal Concepción Sabadell también le ha interrogado por el diseño societario que permitía ocultar los ingresos ilícitos a la Hacienda pública. El ministerio fiscal cree que Crespo participó en el proceso de interposición de sociedades para difuminar el rastro del dinero, pero él ha asegurado que no fue cosa suya. Cuando la fiscal le ha mostrado una anotación de su cuaderno personal en el que aparece dibujado el esquema de las empresas, ha contestado que fueron Correa y Ramón Blanco, su asesor fiscal, quienes lo diseñaron. Él lo apuntó para enterarse “de cómo estaba estructurado el asunto”, ha asegurado.

En lo único en lo que ha coincidido con Correa es en desligarse del día a día de las compañías que ambos dirigían. “Yo no bajaba a la emisión de las facturas”, ha dicho ante la insistencia de Sabadell, que ha dedicado buena parte del interrogatorio a mostrarle documentación que Crespo ha asegurado desconocer. Salvo esa coincidencia, las declaraciones de los los cabecillas de Gürtel han sido como la noche y el día.

Las confesiones de Correa

Correa admitió desde el principio que había defraudado a Hacienda explicando al tribunal la decisión que tomó en los años noventa, cuando decidió que quería ser “opaco”. Incluso describió con detalle el proceso. También explicó que mantenía buenas relaciones con algunos de los cargos públicos a los que la Fiscalía implicaba en la trama y admitió haberles hecho regalos, aunque siempre negando que se tratase de un cohecho, sino de un agradecimiento por el alto volumen de negocio que conseguían sus empresas con las administraciones de esos políticos.

Por el contrario, Crespo se ha esforzado en dejar claro que no conoce de nada, por ejemplo, a Guillermo Ortega, exalcalde de Majadahonda y acusado en este juicio. Ha dicho no tener ningún tipo de relación con él y ha asegurado que desconoce los documentos que recogen los pormenores de los negocios de la trama en el municipio madrileño: “No tengo ni idea de a qué obedecen esos apuntes, ni siquiera si obedecen a servicios reales”.

Las diferencias entre las dos vías que han escogido Correa y Crespo para enfrentarse el juicio de la primera época de Gürtel se evidencia también en su actitud hacia la fiscal que les interroga. El primero insistió en todo momento en su disposición a colaborar y repitió en varias ocasiones que estaba “contestando a todo”. Llegó a agradecer a Sabadell su buen tono. El segundo, sin embargo, se ha revuelto en más de una ocasión, y le ha recordado que el episodio de las grabaciones ilegales en prisión contó “con la aquiescencia de la Fiscalía donde usted trabaja”.

Sus estrategias no han tenido nada que ver, pero Crespo ha recogido en su declaración el capote que le echó su amigo. Correa le presentó como un gestor que nunca se inmiscuyó en los amaños de contratos porque su “código” no se lo permitía, y así se ha definido él, como un “mero transmisor” de las órdenes de su jefe.

A pesar de su posición elevada en las empresas de Gürtel, Crespo dice que nunca accedió a las cajas fuertes que estas tenían en diversos bancos, y de las que presuntamente salía el dinero en efectivo para los sobornos. “Tenía una llave, podía acceder pero no accedía”, ha dicho.

Crespo continuará declarando este martes y tendrá la oportunidad de separarse aún más de la estrategia de su exsocio, que se negó a contestar al resto de acusaciones y a los abogados defensores. Es una decisión que aún no ha tomado, según explicaba esta mañana su letrado.