En el campamento de los Sin Tierra, en la ciudad brasileña de Curitiba, un grupo de agricultores de piel curtida y camisas rojas echa una partida de cartas bajo la lona. Allí, sobre colchones, duermen desde el lunes cientos de personas para arropar al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
“Sólo él nos ha ayudado. Mi familia empezó trabajando la tierra con las manos y hoy tienen un tractor”, cuenta José Antonio, un campesino que hoy vive en una casa de madera gracias, dice, al trabajo que Lula generó.
El resto de compañeros de partida entra en la conversación y todos tienen alguna palabra de gratitud hacia el líder de los trabajadores, quien hoy será interrogado por primera vez cara a cara por el juez Sergio Moro, responsable del caso Petrobras y que ya ha llevado a prisión a poderosos hombres del país.
Este momento crucial del thriller judicial del que Lula es protagonista ha movilizado a centenares de seguidores del político que gobernó Brasil entre 2003 y 2010, hoy imputado en cinco causas penales, la mayoría de ellas por corrupción.
“Lula no es corrupto”, asiente convencido un joven de 21 años mientras baraja los naipes. “Él ayudó a mucha gente y estamos aquí para apoyarle”, sentencia.
En otra zona del campamento, levantado junto a las vías del tren, Alexir Dhaga bebe un mate de hierba al lado de una pancarta que dice “Fuera Temer” (Michel Temer, actual presidente de Brasil) y entre un intenso olor a comida matiza: “El dinero le gusta a todo el mundo, pero yo creo que a los pobres no nos robó”.
El Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) ha dejado de lado algunas divergencias profundizadas en los últimos años con el expresidente Lula por no haber llevado hasta el final la prometida reforma agraria y ha cerrado filas para defender al político más carismático de Brasil.
Alejado del poder desde hace siete años, Lula continúa movilizando adeptos, sobre todo entre los sectores más pobres de la población, un nicho electoral que el exmandatario intenta reconquistar de cara a las elecciones de 2018, para las que ha dejado su candidatura abierta.
“Yo continuaré apoyando a Lula, los demás no llegan a la suela de sus zapatos”, comenta otro de los jugadores de la partida de cartas, quien desliza críticas contra la sucesora del líder del PT, la expresidenta Dilma Rousseff, una mujer de perfil técnico que nunca tuvo el carisma de su creador político.
A pesar del apoyo de la izquierda, Lula, un extornero mecánico sin estudios superiores, cuenta con un amplio rechazo de otra parte de la población brasileña, especialmente tras su implicación en el gigantesco escándalo de corrupción en Petrobras.
En silla de ruedas, Narli Recente se ha pintado la cara con los colores de Brasil y se ha desplazado hasta el museo Oscar Niemeyer de Curitiba, donde un grupo de manifestantes se ha concentrado para criticar la corrupción y contra Lula, a quien la Fiscalía acusa de ser el “comandante máximo” de la trama.
“Queremos un Brasil limpio y honesto. Estamos contra el Brasil corrupto que mata en los hospitales públicos. No queremos venganza, queremos justicia”, dice a Efe Recente, portavoz del Movimiento Curitiba contra la corrupción.
Otros grupos contrarios a Lula desistieron a última hora de viajar hasta la rica capital del sureño estado de Paraná, después de que el magistrado Moro publicara un vídeo pidiendo a los manifestantes que apoyaban la operación Lava Jato que se quedaran en casa y evitaran conflictos.
Curitiba amaneció hoy completamente blindada y desde primera hora de la mañana centenares de policías cercaron los principales accesos al juzgado donde Lula, por primera vez, presta hoy declaración ante el juez Moro.
Según la Fiscalía, Lula es el verdadero propietario de un apartamento en la ciudad costera de Guarujá, en Sao Paulo, que figura en los registros a nombre de la constructora OAS y que le habría sido entregado a cambio de “favores” ilegales.