La estrategia de Mariano Rajoy respecto a una futura reforma de la Constitución dista mucho de estar clara. Hace ya semanas que en este asunto una parte del Gobierno va por un lado y el partido va por otro. Mientras José Manuel García Margallo se ha mostrado a favor de modernizar la Carta Magna para “encajar” a Cataluña, el PP zanja en público la discusión siempre que puede.
La segunda muestra de este enfrentamiento ha sido la celebración este miércoles de un debate en una televisión catalana entre Margallo y Oriol Junqueras, líder de ERC. El cara a cara también ha estado en el aire ante el temor en Génova del efecto contraproducente que pueda provocar. El titular de Exteriores ha sido claro al recordar que él “nunca hace nada” sin hablar antes con el presidente del Gobierno.
El rifirrafe interno en torno al debate en 8TV, la cadena catalana del Grupo Godó, ha provocado discusiones desde que el ministro aceptó el reto de debatir con Junqueras. La división por este asunto no es solo cosa de Génova, también el Gobierno se ha mostrado confundido por el hecho de que sea Exteriores quien rebata los argumentos independentistas del líder de ERC. Soraya Sáenz de Santamaría, como Pablo Casado, el vicesecretario de comunicación del PP, tildaron la postura de Margallo sobre Cataluña de “opinión personal”. Para reforzar su postura, Casado anunció que el partido no lo incluirá en su programa electoral, como hace el PSOE.
Sin embargo, el ministro se mostró dispuesto hace ya más de un año a retocar la Carta Magna y guarda un informe sobre cómo mejorar la financiación y la protección del catalán. Amigo del presidente y uno de los miembros del Ejecutivo más cercanos, Margallo es la cabeza visible del llamado G8, los ministros más veteranos del gabinete.
Los mensajes contradictorios sobre la reforma provocaron que el debate se abriera y cerrara rápidamente, pero solo cara a la opinión pública. El propio presidente se mostraba este mes de agosto abierto a que se aborde la discusión de modificar la ley fundamental siempre que sea en la próxima legislatura. Sus palabras cobraron protagonismo dado que las pronunció a principios de agosto, a la salida de su despacho con el rey en Marivent. Tres días después, el jefe del Ejecutivo precisaba que 2016 sería “un buen momento” siempre que haya consenso.
El joven portavoz del PP ha vuelto a echar un jarro de agua fría sobre la importancia de un debate entre el ministro y Junqueras. A base de quitarle importancia, Casado ha reducido este lunes la emisión del debate y el alcance de la discusión sobre la salida de Cataluña de la Unión Europea a una cuestión de tipo sectorial.
“Es uno más de los muchos que ha habido en esta campaña”, aseguraba este lunes. Aún llegaba más lejos. La posibilidad real de que Cataluña quede fuera de la UE si declara la independencia es una de las principales bazas del Gobierno, así como el rechazo del poder económico al proyecto de Artur Mas. Casado rebajaba la importancia del asunto al dejarlo en un mero “tema sectorial”.
Así, ha admitido que el ministro de Exteriores responderá a Junqueras sobre “las posibles repercusiones a nivel europeo de un proceso de secesión” ya que es “experto en cuestiones comunitarias”. El afectado dice encarar el debate con “toda tranquilidad” y sin “ninguna ambición personal”. Su único objetivo, confiesa, es convencer a los catalanes “de que no se tiren por un puente”. En cuanto a si se siente respaldado por el resto del Gobierno, la respuesta de Margallo ha sido críptica: “Me siento respaldado por muchísimos españoles”.