CRÓNICA

Díaz Ayuso empieza a probar el sabor de la derrota

3 de abril de 2022 21:34 h

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Había acabado ya la primera reunión del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular. Los dirigentes bajaban hasta llegar al inmenso vestíbulo del Palacio de Congresos de Sevilla. Poco quedaba ya por contar a los periodistas, pero, como estos nunca tienen suficiente, había una masa de reporteros y cámaras esperando para rascar un poquito más. Alberto Núñez Feijóo bajó por las escaleras mecánicas junto a su actual pareja de hecho, el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla. Las cámaras se pusieron en modo combate. Ahí estaba la imagen, otra más, de los nuevos dueños del PP.

Por la escalera a su derecha, la que hay que bajar andando, descendían Isabel Díaz Ayuso y otras personas. Por alguna razón, Feijóo y Ayuso terminaron confluyendo ante la melé de cámaras sin tener muchas ganas de hacer más declaraciones. No hubo ningún gesto de complicidad entre ellos, ninguna sonrisa para beneficio de las imágenes de la chavalada periodística. Tampoco era imprescindible, pero los políticos del mismo partido no suelen desaprovechar la oportunidad de mostrar lo unidos que están y lo mucho que se quieren, sea cierto o no. Y el PP está repitiendo estos días el mensaje de unidad como si le fuera la vida en ello. 

Incluso protegida por la mascarilla, se veía que la cara de Ayuso era de una seriedad extrema. Relajada, no estaba. Parecía seria y sin ganas de fiesta. Desde luego, nada de comentar que el resultado del congreso del PP ha sido un gran éxito y que el partido está listo para competir –y ganar– las próximas elecciones. Ayuso tenía ganas de salir de allí cuanto antes. 

Toca hacer balance del veredicto del congreso y de cómo afectará a la posición de la presidenta madrileña en el PP. A diferencia de Casado, Feijóo no pondrá ningún obstáculo a la elección de Ayuso como presidenta del partido en su comunidad. Para qué complicarse la vida. Ese fue uno de los grandes errores de Pablo Casado, que no entendió el resultado de las elecciones autonómicas de Madrid o lo entendió demasiado bien y se quedó rojo de envidia y celos al comprobar el fulgurante ascenso de la persona a la que él había sacado de la nada. 

Ahí se acabarán de momento los gestos de consideración de Feijóo hacia Ayuso. En las cosas de comer –el reparto del poder en los órganos del partido–, no tuvo contemplaciones. El PP madrileño aspiraba a que uno de los suyos, alguien de la total y absoluta confianza de Ayuso, se ocupara de dirigir la organización interna. No seamos malpensados. No para hacer de espía, sí con la intención de tener información sobre cada movimiento en Génova.

Feijóo no podía ser tan inocente. Los puestos más relevantes han quedado reservados a los dirigentes de Galicia y Andalucía. El desembarco gallego es evidente. Además, Moreno Bonilla ha colocado a dos alfiles de peso con Elías Bendodo y Juan Bravo, este último en la cartera económica.

Este es “un eje que va de Galicia a Andalucía, pero pasando por Madrid”, había dicho Moreno el día anterior para describir la nueva estructura de poder en el PP. También podría haber dicho pasando de Madrid. 

El PP madrileño tendrá un representante en el núcleo duro de Feijóo. Será Pedro Rollán en la cartera de la coordinación autonómica y local, cuya trayectoria en el partido es anterior al advenimiento de Díaz Ayuso. Fue alcalde de Torrejón de Ardoz durante doce años, consejero del Gobierno con Cifuentes y vicepresidente con Garrido. No está en el sector ayusista hasta la muerte y más allá. De lo contrario, no lo habrían enviado al Senado en 2019, que es el lugar donde acaban muchas carreras políticas en España. Una prejubilación desde la cual habitualmente no se molesta a nadie.

Son el tipo de cosas que ocurren en un partido cuando se produce una transición en la cúpula. Algunos tienen que hacer la maleta y otros que estaban arrinconados –quizá antes de tiempo– tienen la opción de subirse al vagón donde sólo hay sitio para los que están en primera línea.

Feijóo quiere dar aire a los barones regionales con la intención de que no parezcan simples peones de Génova. Eso sí, en la cúpula está su gente de confianza, porque han sido sus lugartenientes en Galicia, lo han sido de Moreno en Andalucía o porque los conoce personalmente desde hace tiempo. No puede obviar el peso que ha adquirido Ayuso entre las bases del partido ni las ovaciones que recibe también fuera de su región. Pero esto no es un tripartito. Ella está un escalón por debajo de Feijóo y Moreno. Madrid será para ella, pero no más.

Los medios de comunicación pudieron presenciar el domingo otro discurso del nuevo presidente, el cuarto en tres días. Sólo fueron unas pocas palabras previas al anuncio de los nombres de su equipo. Insistió en que el PP debe generar confianza en los ciudadanos con un mensaje que firmaría Mariano Rajoy sin dudarlo. “Ahora la previsibilidad, la solvencia, son los valores más buscados en España”. Rajoy era muy previsible. Incluso hacía gala de ello.

El líder del PP está convencido de que los españoles añoran los tiempos del bipartidismo. Eso es algo que quizá esté firmemente instalado en la cabeza de Feijóo, como lo está en la de Rajoy. Es más un deseo que una realidad contrastada creer que los votantes reaccionarán ante estos tiempos de incertidumbre económica con unos deseos irrefrenables de regresar al vientre materno de la España de la Transición: dos partidos hegemónicos que marcan el paso a todos los demás. “No creo en las modas. Creo en lo que permanece después de las modas”, dijo. Las modas, los líos, ese ruido molesto que tanto disgustaba a Rajoy.

Díaz Ayuso está en otra guerra. Una en la que la hipérbole, que tanto desagrada a Feijóo, no es un vicio, sino una virtud. Una en la que ella se presenta el domingo en Sevilla con una camiseta con la efigie de Manolete de la marca de inequívoco nombre Alma Torera. En el congreso del PP, ha recibido una cornada de seria consideración, porque ya venía debilitada por su guerra a muerte con su amigo/mentor/jefe/rival potencial/enemigo letal –hay culebrones mexicanos con tramas menos embarulladas que esta– que ha sido Pablo Casado, que hoy yace de cuerpo presente.

El pronóstico es reservado. No cabe duda de que Ayuso volverá a las plazas con la muleta en una mano y una motosierra en la otra. Pero, claro, es algo que Feijóo debe dar por hecho.