El plan de ahorro energético aprobado por el Gobierno se ha convertido en la última oportunidad para que el Partido Popular ponga en marcha una de sus habituales estrategias comunicativas: el doble discurso. El partido que lidera Alberto Núñez Feijóo se ha especializado en decir una cosa e, inmediatamente, la contraria. Se puede oponer a la reforma laboral, acusar al Ministerio de Trabajo de “maquillar” los datos de empleo estatales y presumir, a la vez, de esas mismas estadísticas. O reclamar que se reduzca el alumbrado callejero para ahorrar en energía para, a continuación, tachar de “dictatorial” el decreto ley que ordena apagar los escaparates de las tiendas cuando están cerradas y señalar la “inseguridad” que puede generar.
El caso de los datos del paro es quizá paradigmático. El PP, liderado todavía por Pablo Casado, se opuso con toda su energía a la reforma laboral impulsada por la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. La norma salió adelante de rebote, después de que el error del diputado Alberto Casero enjuagara la jugada de los dos diputados de UPN, que engañaron a su partido y votaron en contra en lugar de abstenerse. Con todo, la ley fue aprobada y, desde su entrada en vigor, ha provocado un cambio sustancial en el mercado de trabajo.
Pese a los malos datos de julio, desde enero el número de afiliados a la Seguridad Social ha sumado unas 800.000 personas, hasta situarse por encima de los 20 millones. Además, los parados registrados han bajado de los tres millones por primera vez desde 2008. Todo esto, con un aumento sin precedentes en el número de contratos indefinidos.
Este último aspecto llevó a Feijóo a señalar al Gobierno por “maquillar” los datos del paro. El líder del PP esgrimió para ello que la reforma laboral simplemente cambiaba de nombre a los contratos temporales por el de fijos-discontinuos, sin que esto implique ninguna modificación en sus condiciones. Una acusación que el PP mantiene, pese a haber sido refutada.
Pero esto no les impide presumir de los datos del paro allí donde gobiernan. Isabel Díaz Ayuso, Juan Manuel Moreno o José Luis Martínez Almeida suelen saludar la publicación de las diferentes estadísticas con alabanzas a su propia gestión.
El propio Feijóo optó por sumarse a esta forma de doblepensar durante la campaña electoral andaluza del pasado mes de junio, donde destacó que “es la comunidad autónoma donde más ha descendido el paro”.
Curiosamente, era la misma acusación que lanzaba al Gobierno su predecesor al frente del PP, Pablo Casado. Porque pese a que Feijóo asumió el liderazgo de la derecha española con la promesa de reconducir la estrategia marcada por la anterior dirección, la del paro no es la única cuestión en la que ha mantenido la senda marcada previamente. Su rechazo a la Ley de Libertad Sexual es otro ejemplo que, además, ha conducido al PP a enfrentarse a sus propias contradicciones en cuestión de semanas.
El pasado mes de julio el Senado votó la conocida como ley del solo sí es sí. El Gobierno contaba con verla aprobada definitivamente, pero una enmienda de Junts (que ya se había asumido en el Congreso) propició al PP la oportunidad de retrasar un poco la ratificación de una norma contra la que se han rebelado desde el principio de su gestación.
El proyecto de ley volverá así al Congreso para su visto bueno final, ya que el Senado apoyó de forma mayoritaria el texto salvo por esa enmienda. Es decir, la ley será ley en septiembre en lugar de en julio. No hay vuelta atrás. Pero el portavoz del PP en la Cámara Alta, Javier Maroto, no pudo evitar poner un tuit en el que se jactaba de haber trastocado los planes de la ministra de Igualdad, Irene Montero, a la que dio una irónica “enhorabuena”.
Apenas dos semanas después, la coordinadora de Políticas Sociales del PP en el Congreso, la gallega Marta González, reclamó que para la futura renovación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género se planteen medidas contra la sumisión química, como respuesta a los ataques con jeringuillas a mujeres en locales de ocio. Algo que ya preveía la ley del solo sí es sí, retrasada jocosamente por el PP, que establece penas de hasta 15 años para una violación en la que se utilicen sustancias químicas para someter la voluntad de las víctimas.
Un partido, dos estilos intercambiables
En su asalto al trono del PP, Feijóo prometió un cambio en el fondo y la forma que había dominado la etapa de Casado. Pero cuatro meses después, no ha hecho lo uno ni lo otro. Aunque es verdad que su propio discurso ha bajado en decibelios con respecto a lo que acostumbraba a hacer su predecesor, la realidad es que no ha dejado de recurrir a la hipérbole o al dato fragmentado, cuando no directamente a la mentira, para buscar la forma de hacer oposición al Gobierno.
En su primer cara a cara con el presidente, Pedro Sánchez, protagonizó un patinazo en el ámbito económico, precisamente la materia en la que quiere asentar su perfil de “gestor”. Lo que podía parecer un fallo se ha convertido en marca de la casa. Feijóo ha asentado un método: ofrecer datos o conclusiones, independientemente de su veracidad. Y no rectificar.
El presidente del PP ha acusado al Gobierno de “duplicar” la recaudación con el encarecimiento del precio del combustible, algo que no se ajusta a la realidad. También ha puesto en duda la ejecución de los fondos europeos y llegó a decir que la Comisión Europea, que dirige su colega de partido Ursula Von der Leyen, los tenía “bloqueados”. No solo no es verdad, sino que la dirigente europea anunció recientemente el envío del segundo paquete de 12.000 millones con destino a España, primer país que lo recibe.
Pero el estilo más pausado de Feijóo se ve compensado, con creces, con el de su número dos, Cuca Gamarra. La secretaria general y portavoz parlamentaria dedicó un tercio de su tiempo en el debate sobre el estado de la nación al terrorismo de ETA, desaparecida desde hace una década, recuperó las referencias al “Gobierno Frankenstein” y acusó a Sánchez de sacar “el dinero del bolsillo de la gente” o de “asaltar” las instituciones. “Da la impresión de que después de perder las elecciones, en cuatro días de furia Sánchez ha decidido controlar a los españoles para asegurarse de que no vuelven a equivocarse al votar”, dijo el vicesecretario de Política Institucional, Esteban González Pons.
A esta última conspiración también se sumó Feijóo, quien llegó a poner en duda la limpieza de las próximas elecciones o insinuó que la acción del Gobierno venía marcada por la información que le podían haber sustraído a Pedro Sánchez de su teléfono móvil con Pegasus.
En los últimos días Feijóo volvió a acaparar titulares al sostener en una entrevista en El Mundo que Sánchez va a dejar “un pufo” a los españoles en forma de deuda pública. El inconveniente es que, además de pasar por alto el esfuerzo económico que todos los países han tenido que hacer durante la pandemia, el dirigente obvió que en sus 13 años al frente de la Xunta triplicó la deuda de los gallegos.
Del “Madrid no se cierra” al “Madrid no se apaga”
Pero quizá el ejemplo más claro de la estrategia de doblepensar que ejecuta el PP ha sido la reacción al real decreto ley de medidas de ahorro energético. El partido de Feijóo ha pasado en unas semanas por todos los escenarios posibles, desde el rechazo a la insumisión, pasando por el abanderamiento de las medidas o las críticas a su ineficacia.
Pedro Sánchez lanzó la idea de ahorrar en el aire acondicionado en el debate sobre el estado de la nación. Gamarra replicó en su turno y lo calificó de “vergüenza”. Pero apenas diez días después, Feijóo dijo estar a favor de unas medidas que para entonces ya defendían los principales líderes europeos ante la evidencia de que la factura energética puede tumbar la economía el próximo invierno si persisten la guerra en Ucrania y los problemas de suministro de gas ruso.
La aprobación del real decreto ley sacó a Isabel Díaz Ayuso de sus vacaciones. “Madrid no se apaga”, tuiteó. La presidenta regional se declaró en rebeldía, pero la insumisión a la ley no casa demasiado con el perfil moderado y de gestor que quiere dar Feijóo, lo que ha provocado una catarata de reacciones de dirigentes del PP para negar, matizar o reinterpretar los mensajes de Ayuso.
No es la primera vez que la presidenta madrileña utiliza la misma construcción gramatical en su discurso. “Madrid no se cierra”, dijo en diferentes ocasiones la líder de la derecha regional durante la pandemia, con estas o palabras similares, cuando inició el enfrentamiento con el Gobierno central que la elevó a la categoría de líder estatal y que puso de los nervios a un Pablo Casado que intentó, sin ningún éxito, taponar el ascenso de Ayuso.
Las primeras reacciones contra el decreto ley se toparon, precisamente, con las propias declaraciones de Feijóo en las que apostaba por implementar medidas de ahorro energético. Entre otras, dijo el presidente del PP, reducir el alumbrado público. Algo que no figura en el texto aprobado por el Gobierno, pese a las continuas insinuaciones que se han hecho a posteriori para justificar la reacción al decreto ley.
Fue la dirigente del PP Marta González quien aseguró que “las ciudades estarían prácticamente apagadas”, lo que pondría “en peligro” a las mujeres, pese a lo que había reclamado Feijóo unos días antes.
La reacción de Ayuso ha provocado que el PP haya tenido que hacer complicados equilibrios para no desautorizarla. Ningún presidente autonómico secundó a la presidenta madrileña en su llamamiento a la insumisión, lo que obligó a la dirigente a recular y abogar por un procedimiento habitual en democracia: el recurso ante los tribunales. Ahí sí ha encontrado ciertos apoyos, aunque no muchos: solo el presidente de Murcia, Fernando López Miras, ha planteado lo mismo. Otros barones del PP, como los presidentes gallego, Alfonso Rueda, y andaluz, Juan Manuel Moreno, han asumido el real decreto.
De hecho, el líder andaluz presumió durante su primera legislatura de haber ahorrado mucho dinero con el plan de eficiencia energética que impuso en la Junta su consejero de Hacienda, Juan Bravo, que básicamente consistió en reclamar que las luces se apagaran en los edificios públicos vacíos. Justo lo que establece el decreto del Gobierno. Hoy, Bravo es el principal asesor económico de Feijóo.
Ayuso tuvo que retroceder en su apelación de no cumplir las leyes. Pero para compensar arreció su ataque al Gobierno central, situando a la presidenta madrileña de nuevo como principal ariete contra la coalición del Consejo de Ministros. “Como en los regímenes totalitarios, se reserva el derecho a hacer lo contrario a lo que pide”, ha dejado escrito en Twitter.
Con Feijóo en silencio, ha sido Cuca Gamarra quien ha recogido el testigo de Ayuso. Este jueves, en un acto de partido en Jerez, calificó a Pedro Sánchez de “egoísta”, “insolidario” y “ególatra”. Gamarra, eso sí, rebajó las críticas del PP a las formas con las que se ha aprobado el real decreto ley, y no a las medidas en sí: “A la gente cuando se le imponen las cosas, evidentemente se rebela”. Y dejó un mensaje dirigido a propios y a extraños: “Nosotros cumplimos la ley”.
De momento, las réplicas al real decreto ley no han pasado de las declaraciones. El texto deberá ser sometido a la ratificación del Congreso a finales de mes. Y las medidas más polémicas entrarán en vigor en septiembre. Será entonces cuando el PP tenga que retratarse tanto en la votación parlamentaria de convalidación como en el cumplimiento del contenido.