Entre el Senado y el Congreso hay poco más de dos kilómetros de distancia, pero el trayecto es abismal. Por la hondura de los parlamentarios, por la interpretación de los comparecientes, por la diferente motivación que impulsó las dos comisiones de investigación sobre la compra de mascarillas que arrancaron de forma simultánea en sendas cámaras y porque una acabó convertida en templo de los silencios de Koldo García y la otra, en un coliseo de palabras cruzadas a modo de duelo a garrotazos entre sus señorías.
Si Goya tuviera hoy que buscar un marco inigualable para una de sus Pinturas negras elegiría sin duda el Parlamento. El Congreso y el Senado como máximo exponente de una lucha fratricida, de las dos Españas y de la discordia entre antagonistas en tiempos donde todo vale y todo es susceptible de ser convertido en bulo o media verdad. De un lado, una izquierda gobernante que antepone la fortaleza que permitió a la sociedad española vencer “con decencia” una pandemia a cualquier irregularidad pudiera derivarse durante la compra de material sanitario. De otro, una derecha que busca hacer una causa general contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez al hilo del llamado caso Koldo que investiga la Audiencia Nacional.
En la Cámara Alta estaba citado como primer compareciente el ex asesor del ministro José Luis Ábalos. En la Baja, Salvador Illa, quien fuera el máximo responsable de la Sanidad en el Gobierno de coalición durante la pandemia y hoy es candidato a la presidencia de la Generalitat. A Koldo García y Salvador Illa no les une más que la militancia socialista. Ya ni siquiera eso porque el exasesor de Ábalos dejó de pagar las cuotas de militante meses antes de que estallara el turbio asunto de las mascarillas y el PSOE se ahorró por tanto su expulsión del partido cuando supo del escándalo por el que se le investiga. Y aún así el PP trata de buscar desesperadamente un nexo entre ambos que no aparece en el sumario pero que le sirve de munición en su lucha sin cuartel contra el gobierno de Pedro Sánchez.
El exasesor del ministro de Transportes, que llegó en taxi al Senado acompañado de su abogado, asomó por la Plaza de la Marina Española a las 11.00 en punto de la mañana. Ni un minuto antes ni uno después de la hora en que había sido convocado. Con traje, corbata, gesto serio y paso rápido, como si quisiera pasar el trance antes de que empezara. Tampoco le llevó mucho porque invocó su derecho a no responder a ninguna de las preguntas formuladas por sus señorías.
Sólo intervino para defender su inocencia, lamentar la 'pena del telediario' y acusar a los populares de decir “salvajadas contra él”. “¿Todos ustedes me van a llamar cuando me declaren inocente?”, preguntó a la sala ante la que estuvo casi todo el tiempo en silencio, pero con elocuentes gestos de incomodidad y hasta de desprecio. “¡Cree el ladrón que todos son de su condición!”, le espetó al senador del PP, Luis Santamaría, quien en lugar de preguntar encadenó una serie de afirmaciones a modo de sentencia que evidencian que los de Feijóo lo saben ya todo sin necesidad de investigar.
“Usted forma parte de una organización criminal que se aprovechó de las desgracias de las personas”, “eran gente sin alma capaz de todo”, “pertenece a la peor clase de persona que puede existir en una sociedad” y “Sánchez creó el marco para que ustedes se forraran” fueron algunas de las frases que el popular Santamaría vomitó sobre el compareciente a modo de fiscal y con la aquiescencia del presidente de la Comisión, que en ningún momento le reconvino en su acusadora interpretación.
Koldo García se retorcía en la silla, arqueaba las cejas y resoplaba mientras buscaba con la mirada la complicidad de su abogado. “No puedo salir a la calle. Hay una mujer, una hija, una familia, amigos… Y sin tener conocimiento de nada, ya me han culpado. Quien tiene que culpabilizar es la justicia, no ustedes ni los medios de comunicación”, se quejó el exasesor del ministro José Luis Ábalos, de quien la portavoz de UPN, María Caballero, tendría, a su parecer, “mucho que aprender”.
Quien se encuentra imputado en la Audiencia Nacional por delitos de organización criminal, tráfico de influencias, blanqueo y cohecho por supuestamente urdir una trama para obtener contratos de suministro de mascarillas y material sanitario a cambio de mordidas se negó a contestar incluso a la pregunta de si hoy sigue siendo militante del PSOE. “Eso no lo puedo responder porque no lo sé. Pero no se preocupe que volveré”, interrumpió desafiante después de negar con una primera intervención que hubiera tratado de eludir la citación del Senado y que no estuviera localizable.
Como ya sabrán porque mucho se ha escrito de ello, las comparecencias de la comisión del Senado sobre el llamado caso Koldo se desarrollarán durante meses de forma paralela a la investigación parlamentaria iniciada en el Congreso sobre la adquisición de material sanitario por parte de las Administraciones públicas durante la COVID-19. Las dos Cámaras han decidido contraprogramarse y de ahí que la tarde de este lunes el Congreso tuviera como primer compareciente a Salvador Illa.
Bendodo y el “coladero de empresas pirata”
A diferencia de Koldo el ex ministro, que llegó a la Carrera de San Jerónimo acompañado de un verbo ágil y hasta de una ristra de datos e informes para responder a las preguntas de todos los grupos parlamentarios. No esquivó siquiera las del popular Elías Bendodo, que más que interpelar habló con la contundencia propia de una sentencia judicial. Para el diputado del PP, Illa fue un “coladero de empresas pirata y de una trama” que investiga la Audiencia Nacional. “¿Cómo fue posible que se le colasen tantos delincuentes que ahora investiga la Justicia?”, insistió antes de preguntar al compareciente cuál era su relación con Koldo García.
“Me vi una vez con el señor Koldo. Le remití a los técnicos y concluyeron que no se iba a comprar nada. Hice lo que tenía que hacer. Yo no autoricé las compras del ministerio, ya que por cuestiones de eficacia delegué esas competencias en otros responsables”, respondió el exministro, quien reiteró hasta media docena de veces que Sanidad no adjudicó ni un solo euro a la empresa que se investiga. Del mismo modo, desveló que de 72 actuaciones de investigación en relación a su departamento ninguna ha merecido reproche penal o administrativo contra algún cargo vinculado a su ministerio. Lo que sí admitió es que se compraron mascarillas fuera del precio de mercado y con proveedores “no tan conocidos”, pero justificó que así fuera por la situación de emergencia y porque los “precios estaban disparados”. Una afirmación que Bendodo utilizó para acusar al Gobierno de España de pagar 8 millones en comisiones a la empresa Hersill por la compra de respiradores, por los que desembolsó hasta un 30% de dinero del destinado por la Comunidad de Madrid para el mismo material.
Fue mencionar Madrid para establecer una comparación entre precios y dejar al descubierto la verdadera estrategia del PP, que no es una investigación que aporte luz y verdad, sino más bien salvar a Ayuso y señalar a Illa. De eso se trata, pero el exministro no quiso entrar al trapo ni mencionar de forma explícita a la inquilina de Sol. Se limitó a negar que se pagara alguna comisión y a amagar con nombrar “muchos casos de compras a precios superiores que hizo la Comunidad de Madrid”, algo que dijo que no había hecho nunca porque conoce “la situación” en la que se encontraba el país y porque “ni antes ni ahora he querido hacer política en el peor sentido de la palabra con este asunto”.
Llegó el turno de preguntas –lo de preguntas es un decir– del diputado socialista Juan Antonioni González e Illa se relajó porque aquello derivó en un panegírico del exministro por su “expediente intachable”, por “dar siempre la cara” y por mostrar “el mayor de los respetos por las Cortes y por los mecanismos de control”. Sí le pidió al compareciente una lista de ejemplo sobre la comparación de precios entre el material que compró el Ministerio y el que adquirió la Comunidad de Madrid, que el ministro esta vez detalló con una retahíla de notas y datos que llevaba escritos.
El ejercicio de lectura resultó tan sorprendente a ojos del resto de portavoces que el primero en percatarse de que el ex ministro había leído cada una de sus respuestas a la preguntas del portavoz socialista fue el parlamentario de Vox Carlos Flores, que dedicó su turno no a dilucidar asuntos sobre la contratación sino a reafirmar el negacionismo sobre la eficacia de las vacunas del que ya hizo gala su grupo durante la pandemia.
Rufián: “Si le timan tres veces es que hay tomate”
Fue Gabriel Rufián, por ERC, quien mostró mayor beligerancia con Illa en lo que pareció un primer combate electoral contra el aspirante socialista a la Generalitat a las puertas del arranque de la campaña para las catalanas. El del republicano fue el interrogatorio más tenso hasta el punto de que el presidente de la comisión, el socialista Alejandro Soler, tuvo que pedir en varias ocasiones que no interrumpiera al compareciente y le dejara contestar a lo que le preguntaba. “No estoy dispuesto a que usted me insinúe cosas y no pueda contestar”, se quejó Illa, quien en un momento dado ha recurrido al catalán para contestar por si así le quedaba más claro a su interlocutor, aunque éste le estaba hablando en castellano.
“Le recuerdo que esto no es un acto de campaña”, le espetó Rufián. “Ya lo sé. Yo no he venido aquí por voluntad propia, se lo aseguro”, le replicó el candidato del PSC en otro momento de su intervención, después de que el republicano llegase a la conclusión de que Sanidad tenía que “avalar” las compras que hacían las comunidades porque Illa había usado ese verbo, aunque después puntualizara que estaba hablando de “certificar”.
“Cuando a un cargo público le tima una vez es culpa del timador, a la segunda ya empieza a ser culpa del cargo y le inhabilita porque significa que no se enteraba de nada, pero si le timan tres veces, es que hay tomate”, concluyó el portavoz de ERC mientras se escuchaba a Illa decir que no creía que alguien le hubiera timado.
Poco más dieron de sí las primeras comparecencias de dos comisiones de investigación de las que nadie espera más que cada cual acuda con voluntad de hablar de su libro y sin esperanza alguna de saber quiénes sí y quiénes no se forraron en pandemia mientras los españoles unos morían y otros, temblaban de miedo.