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El emporio del captagón de Bachar al Asad queda expuesto con la caída del régimen

El Cairo (es-ES) —

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Damasco, 15 dic (EFE).- Al jovencísimo combatiente que custodia el predio no le importa lo más mínimo el valor de mercado del inmenso alijo que está a su cargo. Decenas de millones de dólares, como poco. Le importa más poder exponer el emporio del captagón que mantenía al régimen de Bachar al Asad en marcha y el daño que se le ha hecho.

El lugar es un enorme almacén con muelles de carga y un amplio aparcamiento asfaltado, a pocos cientos de metros de la autopista y a unos 25 kilómetros al norte de Damasco, muy poco discreto en medio de las canteras que lo rodean.

En su sótano, oscuro y con olor a químico, millones de pastillas de captagón, la anfetamina conocida como “la cocaína de los pobres” o “la droga de los yihadistas”, están desparramadas por el suelo y a cada paso forman un fino polvo que lo cubre todo.

Surgen de decenas de supuestas baterías industriales, algunas completamente destruidas para revelar que en su interior llevan “unos cuatro kilos” de pastillas, según indica a EFE el custodio, militante armado del islamista Organismo de Liberación del Levante (HTS, en árabe), grupo que lideró la ofensiva que terminó con Al Asad hace justo una semana.

Hay más de un centenar de estas baterías aguardando en la oscuridad del sótano. El precio de mercado de esta droga estimulante que reduce el sueño, el hambre y ayuda en la concentración, pero que es muy adictiva y perjudicial para la salud, está entre los 10 y 25 dólares por unidad.

Sin discreción

El almacén está en terreno militar, dónde los civiles tenían prohibido el acceso.

“A nosotros nos envió el Mando de las Operaciones Militares (la dirección militar de HTS) a este lugar para proteger las instituciones. En el lugar nos encontramos una fabrica de pastillas (...) Investigamos y nos dijeron que esto era antes una fábrica de patatas fritas. Le fue arrebatado a su dueño y después establecieron posiciones militares alrededor del lugar y prohibieron la entrada”, explicó el miliciano, que nunca dio su nombre.

La falta de discreción del complejo, en mitad de un terreno protegido por el Ejército de Al Asad, no le deja dudas: “este lugar es controlado por las bandas Al Asad y la Cuarta División del Ejército, liderada por Maher al Asad”.

Maher al Asad es el hermano pequeño de Bachar, un poderoso general del antiguo Ejercito del régimen sindicado como el principal responsable de la producción y distribución de captagón en Siria, un elemento central de la economía del régimen, según denuncian varios organismos internacionales, los EE.UU y el Reino Unido, entre otros.

La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) señala que el origen de la mayoría del captagón incautado en Oriente Medio es Siria, mientras que el Ministerio de Exteriores del Reino Unido apunta que la producción a gran escala de la droga tiene un valor estimado en 57.000 millones de dólares.

“El comercio de esta droga representa un salvavidas financiero para el régimen de Asad, con un valor aproximado de tres veces el comercio combinado de los carteles mexicanos (de droga). La producción y el tráfico de captagón enriquecen al círculo íntimo de Asad, así como a las milicias y caudillos locales, a costa del pueblo sirio”, dijo el Ministerio de Exteriores británico en un reciente comunicado.

Un estudio del diario alemán Der Spiegel cifraba los ingresos del captagón para Siria en unos 5.700 millones de dólares en 2021, una cantidad importante comparada con el PIB de 8.980 millones de dólares de Siria en ese mismo año, según las estimaciones del Banco Mundial.

Este no es le primer alijo que los milicianos de las HTS han descubierto y hecho público, e incluso destruido, desde que tomaron el control de Damasco el pasado domingo, exhibiendo la vinculación del extinto régimen con esta droga.

La fábrica que visitó EFE, según dijo el guardián, se estaba incendiando cuando llegaron las fuerzas de HTS, de lo que había signos evidentes en todo el lugar.

Lo que faltaba eran las maquinarias y materiales químicos. Marcas en el suelo denotaban la ausencia de equipos pesados, mientras que había muchos bidones de combustible en todo el lugar -un bien muy preciado en Siria- pero aparentemente ninguna máquina a motor dónde emplearlo.

Álvaro Mellizo